Estar dispuesto a ayudar es muy loable; más que eso: es esencial
Seguro que conoces a algún metesillas y sacabancos.
He visto ambos términos escritos, también, con el verbo y el sustantivo separados: mete sillas y saca bancos. Por aclarar.
Felisa, que fue quien me los dio a conocer, los empleaba a veces. Lo hacía para calificar a alguien que se entromete en aquello que no le incumbe; como se definiría en un diccionario: un servidor oficioso e impertinente.
Estar dispuesto a ayudar es muy loable. Más que eso: es esencial, como luego subrayaremos.
Pero también lo es acertar en el modo y la ocasión: dar con la oportunidad. Vamos, que no hay que empeñarse en cruzar la calle a toda persona anciana próxima a un semáforo; ¡hace falta que lo precise!
Digo esto porque imagino que ya conoces el chiste; el de ese chaval que relata su buena obra del día: haber atravesado la calzada con una viejecita, del brazo. Y cuando le plantean si simplemente eso, responde: −¡Y no sabes lo que me ha costado… Con lo mucho que ella se resistía!
Hoy no vengo a hablar de quien importuna cuando pretende ayudar. Son los menos. Molestar, molesta mucho más el que escurre el bulto; el que no arrima el hombro.
Y, porque es ahí donde más nos aprieta el zapato, conviene subrayar la importancia de que, cuando proceda, echemos un capote. O una capa. Y no miremos para otro lado. O busquemos falsas excusas para eludir nuestra actuación o… hacer mutis por el foro.
¿A cuenta de qué he metido a Felisa en este post?
Coincide que ella, que me enseñó lo de metesillas, es una señora que en cuanto ve un pobre se cruza de acera.
¡Eh! No pienses mal y déjame acabar: cruza hasta esa otra acera por la que, precisamente, transita el menesteroso; y llega hasta él; y le acerca unos cuantos euros.
Porque ella −que no es precisamente rica− siempre sale de casa con monedas, “por lo que pueda pasar”. Más que por lo, por el (o la) que pueda pasar.
A tal punto llega la cosa, que un día Felisa −avergonzada− me confesaba que se había pasado de frenada:
“Salía del supermercado y me topé, ya en la calle, con un hombre junto al escaparate; de pie. Lo vi con su jersey de lana −hacía frío− y le dije en voz baja: −¿Quiere que le saque algo de comer? La respuesta fue fulminante: −Señora, ¡que yo no pido! Que estoy esperando a que salga mi esposa de la tienda…”. ¡Tierra, trágame!
En fin, que esta solidaria y benéfica mujer, la buena de Felisa, me trae a hablar de la pobreza. Y de lo que la indigencia nos demanda.
Piénsalo despacio. Lo he puesto así en el título, a modo de trallazo.
La pregunta nos la hizo −y sigue vigente− Concepción Arenal en su obra El visitador del pobre.
Mira lo que nos señalaron otras personas de relevancia:
Tenemos, por eso, que aprender, cada día un poco más y mejor, a com-padecer; a com-partir. A dar.
Y a hacerlo regalando una sonrisa, mirando a los ojos y tocando la mano. Me suena que algo así afirma el papa Francisco, que lo que sí que dice−-me consta−, es: −Nos acostumbramos a levantarnos cada día como si no pudiera ser de otra manera, …nos acostumbramos al paisaje habitual de pobreza y de la miseria caminando por las calles de nuestra ciudad.
Lo que está delante de nuestros ojos requiere un esfuerzo constante. ¿Recuerdas a Orwell en el último post?
No solo dar aquello que nos sobra (que también); o lo que ya está bastante usado; o lo que nos ocupa sitio en el trastero (ese espacio que se define como la antesala de la basura). Recuerda lo que te contaba en este post (enlace).
Tenemos que dar, que compartir, hasta sentirlo; hasta que duela. Transitar por los caminos de la justicia, la generosidad y el amor al prójimo. Y poner un poco de calor, real, efectivo, en este frío mundo.
No olvidemos que, como decía Vicente Ferrer, la pobreza no está solo para entenderla, sino también para solucionarla.
En alguna medida, que se resuelva… depende de ti y de mí.
Recuerda lo que te contaba en Como pez en el agua, ese post que acababa con una cita de la Madre Teresa de Calcuta: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota”.
Todos tenemos algo que compartir. No necesariamente ha de ser de carácter material −que también−. Ya nos decía la Madre: “Hay muchos en el mundo que están muriendo por un pedazo de pan, pero hay muchos que están muriendo por un poco de amor”.
Acabo con un regalo: el que vas a poder disfrutar en este vídeo. ¡No te lo pierdas! Verás lo que da…
Si quieres ayudar (existen muchas formas), puedes hacerlo, también, concienciando: por ejemplo, con un simple clic. ¿Te animas a difundir este post? Harás bien.
¡Muchas gracias!
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
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