"El mes de mayo nos habla, sobre todo, de la continua presencia de la Santísima Virgen en el camino de la Iglesia y de cada cristiano", dice el Prelado del Opus Dei en su carta de mayo.
"El mes de mayo nos habla, sobre todo, de la continua presencia de la Santísima Virgen en el camino de la Iglesia y de cada cristiano", dice el Prelado del Opus Dei en su carta de mayo.
Hace un recuerdo de los frutos apostólicos de su reciente viaje pastoral a Camerún.
Recorriendo los distintos motivos de júbilo que presenta este mes aprovecha para recordar diversos aspectos de la vida cristiana.
San José Artesano “constituye un momento de auténtico gaudium para las mujeres y los hombres que, como nosotros, han de buscar la santificación personal y ejercer el apostolado en el trabajo profesional y por medio del quehacer cotidiano. (…) Como condición imprescindible, se requiere realizar [la tarea profesional honrada, bien cumplida] con perfección sobrenatural y humana, es decir, con el deseo de dar gloria a Dios y de servir al prójimo, independientemente de la consideración social que se le atribuya”.
El recuerdo de la primera romería que hizo el Fundador del Opus Dei al santuario de Nuestra Señora de Sonsoles el 2 de mayo de 1935, en compañía de dos hijos suyos, y abriendo el paso a esta costumbre mariana en la Obra le lleva a agradecer a Dios los millares de ermitas y santuarios de la Virgen se han sido piadosamente visitados en el mundo entero, siguiendo las huellas del fundador del Opus Dei: “Pidámosle que caminemos en la romería con su mismo recogimiento y confianza en nuestra Madre, con su mismo espíritu apostólico; y, con este fin, invitemos también a algún amigo, colega o pariente, para que nos acompañe en esa muestra filial de cariño a Nuestra Señora”.
La fiesta de la Virgen de Fátima y el aniversario de la novena de san Josemaría a Nuestra Señora de Guadalupe, en 1970, constituyen “dos recuerdos que nos han de impulsar a cuidar con esmero los ratos de oración mental y las oraciones vocales, especialmente el Rosario, tan recomendado por Nuestra Señora a los tres pastorcillos. Seamos santamente ambiciosos en nuestras intenciones apostólicas, suplicando a María por la Iglesia y el Papa; por los frutos del Año de la fe para el que nos estamos preparando; por la renovación de la vida cristiana en todo el mundo”.
Pentecostés nos ofrece la posibilidad de “que nos mantengamos muy cerca de la Virgen en esas jornadas, aprendiendo de Ella a tener más intimidad con el Santificador de nuestras almas. (…) Advierte el Papa que la presencia de la Madre de Dios con los Once, después de la Ascensión, no es, por tanto, una simple anotación histórica de algo que sucedió en el pasado, sino que asume un significado de gran valor, porque con ellos comparte lo más precioso que tiene: la memoria viva de Jesús, en la oración; comparte esta misión de Jesús: conservar la memoria de Jesús y así conservar su presencia”.
Por eso exclama, “¡Qué buena escuela, hijas e hijos míos, es el Cenáculo! Escuela de oración, en la que Santa María resalta como maestra inigualable. Maestra de oración, decía nuestro Padre; y también Maestra del sacrificio escondido y silencioso. Allí la Virgen permanece a la escucha de las inspiraciones del Paráclito y enseña a los primeros a oír a Dios en el recogimiento de la oración”.
Debemos acudir a Santa María en toda ocasión. Con palabras del Papa, “Encomendémosle todas las fases de paso de nuestra existencia personal y eclesial, entre ellas la de nuestro tránsito final. María nos enseña la necesidad de la oración y nos indica que sólo con un vínculo constante, íntimo, lleno de amor con su Hijo, podemos salir de "nuestra casa", de nosotros mismos, con valentía, para llegar hasta los confines del mundo y anunciar por doquier al Señor Jesús, Salvador del mundo”.
El mismo Prelado, nos invita a preguntarnos: “¿Rezamos el Dominus tecum del avemaría con la piedad diaria con que lo repetía nuestro Padre? ¿Cómo insistimos a la Virgen para que nos ayude a aprovechar los dones y los frutos del Espíritu Santo?”
Termina su Carta pastoral pidiendo oraciones por sus intenciones: “que se resumen en una oración intensa por la Iglesia, por el Papa, por los sacerdotes y religiosos, por la santidad de todo el pueblo cristiano. Pidamos al Espíritu Santo, recurriendo a la intercesión de la Virgen, que suscite en todos, pastores y fieles, el anhelo de cumplir en todo momento la santa Voluntad de Dios”.