El regalo más apreciado por el Papa en su 85 cumpleaños ha sido la respuesta de Mons. Fellay, superior de los “lefebvrianos”, muy distinta de las que presentó en diciembre y en enero. Está siendo examinada, pero hay indicios de que pueda sanar la herida que causó Lefebvre en el cuerpo de la Iglesia en 1988, y de que la Fraternidad San Pío X pueda arreglar su situación canónica.
Estos “rumores” han provocado reacciones en varios lugares. Hay un fuerte disenso dentro de la Fraternidad: cerca del 25 por ciento de sus sacerdotes se oponen al acuerdo con “Roma”, que se habría alejado de la “verdadera religión” católica, mantenida, en cambio, en los lefebvristas.
Pero también hay en la Iglesia quienes ven en el regreso de los lefebvrianos un peligro, por cuanto no admiten parte de los documentos conciliares (sobre libertad religiosa, ecumenismo y colegialidad…). Sobre esos temas se debate ahora en Roma. Pero también se debate en la Iglesia sobre temas más sustanciales para la fe católica: pienso en el disenso que se propaga en países como Austria, Alemania, Bélgica o Irlanda, por sacerdotes y teólogos que rechazan el celibato sacerdotal o la exclusión de las mujeres del sacerdocio. Algunos dudan incluso verdades fundamentales como el pecado original o la presencia real de Cristo en la Eucaristía; pero nadie pide al Vaticano que “excomulgue” a los disidentes.
Redescubrir el valor de la obediencia, dejarse atraer por Jesucristo, comprender que Su “camino” está en la Iglesia, con el sucesor de Pedro y los obispos en comunión con él; considerar estas verdades como más importantes que nuestros proyectos acerca de la fe y la Iglesia, es el verdadero desafío que tenemos ante nosotros. Como dijo Benedicto XVI en la Misa crismal: “La desobediencia, ¿es verdaderamente un camino? ¿Se puede ver en esto algo de la configuración con Cristo, que es el presupuesto de toda renovación, o no es más bien sólo un afán desesperado de hacer algo, de transformar la Iglesia según nuestros deseos y nuestras ideas?”.