El Papa viajará en septiembre a Colombia, una visita que ayudará, según el autor, a refrescar la vida espiritual de millones de colombianos y a recordar que la paz interior es indispensable para alcanzar la paz exterior
En septiembre, el Papa Francisco volverá a Latinoamérica. Esta vez visitará cuatro ciudades de Colombia en las que se vive y se refleja la grandeza y bondad del continente, pero también sus grandes problemas y desafíos.
Un continente de contrastes: rico en recursos naturales y espirituales pero a la vez con altos índices de pobreza, crímenes y exclusión. Una región llena de juventud pero amenazada por las drogas, el desempleo y nuevos populismos baratos que han degradado en dictaduras siglo XXI, llenas de ideología, sangre y corrupción en nombre del pueblo.
El Papa Francisco encontrará una Colombia que busca la paz, pero no a cualquier precio, no simplemente con decretos y papeles como se ha impuesto. Su mensaje deberá plantear puntos de unidad, respeto por las instituciones y compromisos con la doctrina social de la Iglesia y así responder a los problemas de desigualdad, violencia y corrupción. Será un viaje al fondo de los problemas que ha generado la droga y la delincuencia. Hoy, mientras se implementa el llamado acuerdo de paz entre las FARC y el Gobierno, los cultivos de coca van en aumento, de 40.000 hectáreas que había en 2010 han pasado a 180.000. Un claro retroceso agravado por otros puntos de esa negociación que abre puertas al blanqueo de miles de millones de dólares de narcos y guerrillas, sin mucha justicia ni mucha verdad. Razón por la cual, entre otras, ganó el no en el plebiscito del 2 de octubre de 2016 y se tramitó después sin legitimidad ante el Congreso y sin respaldo popular.
Como sus antecesores –san Juan Pablo II en 1986 y el beato Pablo VI en 1968−, el Papa Francisco condenará la llamada “cultura de la muerte”, esa tendencia y afán de algunos de ser dios para acabar con la vida de los demás, no sólo con armas y bombas, sino también con el aborto, la eutanasia y la corrupción que roba al bien común. En este sentido, su voz animará al cambio personal según Cristo, único modelo capaz de darle respuesta a toda la existencia, porque no existe un cristianismo “low-cost”, tal como lo ha denominado Francisco al reflexionar sobre la mediocridad del cristianismo de baratija incapaz de participar en transformaciones personales y sociales.
Serán cuatro días de reflexión, una visita que ayudará a refrescar la vida espiritual de millones de colombianos y a recordar que la paz interior es indispensable para alcanzar la paz exterior, pues la reconciliación auténtica exige verdad y justicia, tierra firma para poder dar un primer paso.
César Mauricio Velásquez Ossa Ex Embajador de Colombia ante la Santa Sede