Entrevista al director emérito de la Oficina de prensa de la Santa Sede, poco antes de la beatificación del papa polaco
El día 5 de julio de 2017 fallecía en Roma el médico y periodista Joaquín Navarro-Valls, primer laico en ser portavoz del Vaticano de la historia. Le conocí un día durante la semana santa del año 1985 en la ciudad eterna. Con 23 años y después de una tertulia con él, con mi desvergüenza propia de la juventud le pedí si no le sobraba alguna acreditación de prensa para cubrir mejor los actos con Juan Pablo II esos días. Me citó a mí y a un amigo en su despacho a la mañana siguiente, y allí nos la facilitó.
28 años después le entrevisté. Esta es la completa, no publicada antes en toda su extensión. Como mi pobre tributo a un hombre elegante, gran comunicador, que mostraba una hombría de bien y una serenidad que hacían que todavía le admirases más. Él que era la sombra de un hombre polaco que cambiaría la historia del mundo. Joaquín Navarro-Valls había trabajado para dos santos y un beato: Juan Pablo II, San Josemaría y el Beato Álvaro del Portillo.
2 de abril de 2014
A la hora en que el sol está en su punto álgido, a la hora de la Virgen, las 12:00 en nuestro reloj en la Ciudad Eterna, Roma, el último día en que conmemoramos el “dies natalis” de Juan Pablo II antes de su canonización, me concede esta entrevista el Dr. Joaquín Navarro-Valls. Navarro-Valls convivió con Juan Pablo II 22 años de su pontificado, además de ser el único laico de la historia en ocupar el puesto de Jefe de Prensa del Vaticano.
Vámonos 9 años atrás, Dr. Navarro-Valls: hábleme de ese momento en que nos dejó Karol Wojtyla.
Bueno, en aquel momento tenía la seguridad de que era el final de su sufrimiento.
¿Cuál es la anécdota que lleva más junto a su corazón de sus vivencias con JPII?
Me resulta extraordinariamente difícil sacar un recuerdo de esa masa enorme que conforma una unidad de tantísimo años con Juan Pablo II. Ahora bien, como tema recurrente estaban esas bromas personales que contaba con su buen humor. Normalmente hablábamos en el trabajo en italiano pero cuando él empezaba una conversación en español, en castellano, entonces yo sabía que era porque quería tomarme el pelo en alguna cosa; y eran unos momentos de extraordinaria naturalidad. En general no eran grandes temas de los que se hablaba con toda naturalidad. Ese es un recuerdo que conservo verdaderamente en mi corazón. Fueron muchos esos momentos en tantos años.
¿Cuál era el rasgo diferenciador de Karol Wojtyla? Cuál era su carisma, y cuál el de Juan XXIII? ¿Con qué título se canonizará a los nuevos Santos Papas? ¿De qué serán especiales intercesores? ¿Cuáles son los rasgos distintivos de la espiritualidad de JPII?
Yo no sé cuál es el título que adoptará el Papa Francisco el 27 de abril, no conozco el texto de la promulgación de la santidad de estos dos beatos. Sobre lo que me pregunta Usted acerca de para qué podría ser especial intercesor Juan pablo II, pienso que podría ser intercesor de la vida, de la vida humana, en todos sus aspectos, en todo su riqueza, en todas sus posibilidades; él era una persona enamorada de la vida, de la vida de cualquier ser humano. Toda, porque toda la vida de un ser humano tiene un sentido profundo, un sentido antropológico, filosófico; por tanto pienso que podría ser intercesor de toda la vida, más que de un aspecto específico de ella.
Sin embargo pienso que hay un rasgo que no veo suficientemente subrayado en la mayoría de las muchas biografías que se han publicado, y que era distintivo, específico de él, que era la alegría; dicho de otro modo, su sentido del humor, su buen humor. Lo he visto cuando hablábamos de temas que eran muy serios sobre la humanidad, la iglesia, las relaciones internacionales, de lo que fuera, y siempre, siempre veía el problema desde una perspectiva que era optimista: era alegre naturalmente.
¿De dónde arrancaba esta alegría? Ésta en la gran pregunta biográfica: no era un hombre simplemente con una psicología festiva, ¡no! Iba mucho más allá que todo eso, es que creía al pie de la letra y con una gran intensidad esas dos primeras líneas de la primera biografía humana que existe, del Libro del Génesis: “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”. Lo creía de tal modo que incluso en las situaciones aparentemente más dramáticas no podía olvidar ese hecho. Ahí era donde se fundaba en él esa alegría y ese buen humor que le era tan característico.
¿Puede mencionar algunos rasgos personales del nuevo santo? ¿Qué hacía llorar a Karol Wojtyla? ¿Qué música escuchaba el Papa Juan Pablo II? ¿Cuál era su sueño? ¿Con qué libro hacía oración?
Llorar, yo creo que nada, porque en tantos años juntos nunca lo he visto llorar: lo he visto conmovido, lo he visto emocionado pero llorar exteriormente tengo que decir que no lo he visto nunca, ni en público ni en privado.
Él tenía un gran oído musical pero vi que lo que más le gustaba eran los cantos populares polacos. Cuando le mandaban un disco lo gozaba: eran esas cosas con esa riqueza que se conserva en todo los países en sus cantos populares, que no son más que un condensado musical de filosofía popular.
En cuanto a su sueño, realmente era un hombre de muchos sueños. Uno que indudablemente estaba allí era el sueño de poder ir a China. No lo pudo llevar a cabo.
Fundamentalmente rezaba con la Biblia Y concretamente con el Evangelio de San Juan. Alguna vez le hice una pregunta absurda: si desaparecieran todo los evangelios qué página o qué cita conservaría Usted, de todo esto que iba a desaparecer; no dudó ni un segundo, me mencionó aquel capítulo de San Juan donde dice “la verdad os hará libres”; era un hombre tan enamorado de la verdad que añadió cuando me mencionó eso: “hace más de 30 años que pienso sobre esto y todavía continuo elaborando, pensando sobre esa frase de San Juan”.
¿Qué lugar ocupaba el pueblo polaco en el corazón de Wojtyla?
Naturalmente se sentía muy polaco, se sentía muy hijo de aquella cultura eslava. Recuerdo −es una anécdota en paralelo− aquella entrevista de Juan Pablo II con Mikhail Gorbachev. Fue una entrevista histórica y fundamental, el uno de diciembre de mil novecientos ochenta y nueve, la primera de una serie que ponía fin, o mejor dicho iniciaba el período de los grandes cambios que afectarían a las vidas de centenares de millones de personas en el centro y en el este europeo. Recuerdo el comentario de Mikhail Gorbachev después de aquella larga conversación, sobre el Papa: “los dos somos eslavos”; es decir hubo una complicidad entre ambos, y eso era recurrente y un rasgo fundamental en la persona de Juan Pablo II. Se sentía muy hijo de Polonia y al mismo tiempo como todos sabemos era un cosmopolita, un hombre que se sentía a gusto en cualquier cultura del mundo
¿En qué se fundaba su amor a la espiritualidad de los místicos españoles? ¿Cómo describiría su amor por España?
Aquí tenemos un tema biográfico. Cuando él en ese momento se disponía a elegir el tema de la propia tesis doctoral, lo cual es un momento crítico en la vida de cualquier intelectual, en la vida de cualquier ser humano que estudia; él no dudó en elegir un santo español, San Juan de la Cruz, y a él le dedicó mucho tiempo y durante toda su vida reflexionó, y giró en torno a las obras históricas de San Juan de la Cruz. Conocía por otro lado perfectamente bien a Santa Teresa de Jesús, y conocía a muchísimos santos españoles pero San Juan de la Cruz de algún modo configuró a Juan Pablo II, su interioridad, su identidad.
¿Qué favores ha obtenido a través de su intercesión? ¿Qué milagros han llegado a su conocimiento por el mundo?
Desde luego acudo a él con mucha frecuencia. Me permitirá que guarde para mí lo que le pido o los favores que he obtenido de él. A mí mismo me digo en muchas ocasiones, no lo dejes dormir, naturalmente es un lenguaje alegórico.
Me han llegado y me llegaron ya mientras él estaba en esta tierra, algunas noticias de hecho de personas que decían “me ha ocurrido esto o aquello, yo lo atribuyo a Juan Pablo II”. En todos los casos yo les he contestado: reúna usted todo el material, si se trataba de curaciones, y envíelo a la postulación de la causa de beatificación. Era el cauce normal que había. Naturalmente no me paraba a considerar la veracidad de los hechos pues es un tema que pertenecía al Postulador de la Causa.
¿Alguna experiencia mística entre Santa María y Karol Woytila?
Ése es todo un gran capítulo de la vida de Karol Wojtyla. Cuando lo veía rezar, concretamente en Fátima o en Lourdes, o en otros lugares donde había un santuario mariano, me parecía estar viendo en aquella figura orante de Juan Pablo II toda la profundidad de un teólogo que conoce muy bien la teología, pero inseparablemente unido a esa dimensión vislumbraba la espontaneidad de un niño, de un niño pequeño; dos cosas perfectamente unidas y equilibradas: era el rasgo que me permitía de algún modo entrar en esa dimensión mariana de su existencia.
JP II dijo a Monseñor Caffarra en una ocasión, “ve a ver a Álvaro del Portillo, encontrarás apoyo en él, como en mí”. Cuando murió del Portillo, el Papa fue a rezar ante su capilla ardiente a la sede del Opus Dei en Roma, y al agradecerle Monseñor Echevarría, entonces Secretario General del Opus Dei, su gesto, el Papa comentó que “era necesario, era necesario”. Ahora, Bergoglio ha dicho que no concibe la iglesia sin el Opus Dei, Comunión y Liberación y los movimientos. Del Portillo seguirá ahora a Wojtyla a los altares, en septiembre, en Madrid. ¿Es una bella coincidencia? ¿Los movimientos dentro de la iglesia dan vitalidad a la Esposa de Cristo?
El primer tema es esa referencia que hace Usted al Opus Dei y en general a las instituciones de la Iglesia Católica y que tiene como punto central al mundo laical, el mundo de los laicos. Esto es literalmente Concilio Vaticano II: La centralidad del laico en la misión de la iglesia. Francisco, por citar al último Papa está insistiendo también mucho en esto. No es solamente el final de una reflexión teológica: es un dato práctico de carácter demográfico. En la Iglesia Católica habrá aproximadamente cuatrocientos cincuenta mil o quinientos mil sacerdotes, religiosos y religiosas, pero hay mil doscientos millones de laicos. Ignorar la vitalidad de este hecho en términos puramente demográficos sería absurdo. Juan Pablo II dedicó gran parte de su misión pastoral antes de ser elegido Papa al mundo de los laicos. Primero andaba al monte con chicos y chicas; luego con matrimonios; después ha elaborado libros.
En el caso de Don Álvaro del Portillo y Juan Pablo II lo que puedo decir es que se veían con bastante frecuencia; supongo que el Papa le pediría alguna ayuda o le preguntaría algunas cosas. Le pediría ayuda para algunos objetivos que yo en este momento no conozco, pero esa amistad existía y fue de algún modo subrayada en ese momento excepcional que es que, el mismo día que murió del Portillo, quiso acudir a la capilla ardiente. Tengo que decir que en todos los años de pontificado solo vi al Papa hacer una excepción análoga; porque ni siquiera cuando moría un cardenal en Roma el Papa iba a la casa. Celebraba un funeral unos días después por él, y esa única excepción además de con Álvaro de Portillo fue cuando murió el médico que lo operó el día del atentado: el Dr. Francesco Crucitti. Le dijimos, Santo Padre va a sentar un precedente el ir a ver a una persona a su casa. La respuesta del Papa fue “este hombre me ha salvado la vida, yo voy a su casa”. Fueron las dos únicas excepciones que recuerdo en todo el pontificado.
Juan Pablo II tomó su nombre de Juan Pablo I, que a su vez lo tomó de Juan XXIII y de Pablo VI. ¿Hemos vivido en este siglo una unidad de intenciones entre todos estos Papas? ¿Es un signo profético que coincida la canonización del Papa Bueno y del Papa viajero por Francisco?
Cuando Juan Pablo II fue elegido yo creo que no dudó un momento en adoptar el mismo nombre que había elegido Juan Pablo I, en aquel pontificado excepcional, sobre todo desde el punto de vista temporal, un Papa que muere 30 días después de ser elegido: era casi obligado. Juan Pablo II alguna vez hizo mención a esto.
El tema de la herencia de los Papas precedentes, de Juan XXIII y de Pablo VI, en fin, de acuerdo, también esto pudo influir, pero cuando alguna vez me hablan de la continuidad de un Papa en el caso de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, o de Benedicto con Francisco, digo que en realidad no podemos ignorar que llevamos veintiún siglos de continuidad: desde la fundación del pontificado con Pedro hasta aquí ha habido veintiún siglos de continuidad. Han cambiado los nombres, han cambiado los aspectos que cada pontificado subraya prevalentemente, pero no el gran tema de la continuidad doctrinal, moral, de un Papa con otro.
Si Juan Pablo II fue un gran filósofo, hemos tenido en Benedicto XVI a un gran teólogo. ¿Cómo quiso Benedicto dar continuidad a la reforma del mundo según la espiritualidad de JPII? ¿Qué consiguió?
En el caso de Juan Pablo II como Papa filósofo, y un gran teólogo como Benedicto XVI, puedo decir que Benedicto ha concedido, desde que renunció al pontificado, una sola entrevista, que estos días se está volviendo a considerar en Italia en un libro que se ha publicado y que me toca presentar el día cinco de abril aquí en Roma; él afirma con la modestia y la riqueza intelectual que le han caracterizado siempre, y la elegancia intelectual: “yo ni quise ni podía imitar a Juan Pablo II. No lo quise y tampoco lo podía hacer”, dice Benedicto. Es decir, cada uno tiene la responsabilidad de lo que es y de lo que tiene que hacer y por ello se diferencia mucho de su predecesor, pero que necesariamente se hace con el propio carisma, con el propio modo de ser. Eso que Dios mismo ha elegido al cambiar una persona por otra. Desde este punto de vista pienso que a Benedicto XVI no le fue difícil dar continuidad a la reforma iniciada por Juan Pablo II. El entonces Cardenal Ratzinger era el colaborador número uno de Juan Pablo II durante todo el pontificado, al menos a partir de 1980, que es cuando vino a Roma. Le fue por tanto fácil continuar con su propio estilo, su propia especifidad la gran reforma, que sería ahora largo de explicar, que llevó a cabo Juan Pablo II.
En cuanto a qué nos espera después de esa popularidad, llamémosle en términos de opinión pública, del Papa Francisco y la desilusión que usted anuncia, yo pienso que el gran desafío del momento, como lo ha sido probablemente en momentos anteriores es la gran necesidad de superar el gran vacío antropológico, ético, en un momento en que en nuestra época es bastante notable, el peor en la historia de la humanidad. Hay grandes problemas éticos en el mundo, pero es que antes que eso hay un gran problema antropológico, y es que no sabemos quién es el ser humano: cada vez que en un congreso internacional de filosofía se habla de este tema de la naturaleza humana o se habla del tema de la verdad, resulta que la gente se siente incómoda, como si fueran dos temas que no tienen que ver con la identidad humana. Ahí está el gran déficit de nuestra época.
¿Cree que hoy se valora lo suficiente el magisterio de Juan Pablo II sobre la familia? ¿Piensa Navarro-Valls que la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II se ha difundido mínimamente en las universidades católicas, los seminarios o incluso los cursillos matrimoniales? ¿Qué obstáculos cree que puede haber encontrado JPII?
Un documento como la Familiaris Consortio, la encíclica de Juan Pablo II, sigue siendo un gran documento sobre el amor humano. Un documento que, y a mí me sorprende, cuando a veces se viaja y se va a universidades fuera del ámbito habitual, en ámbitos nada sospechosos de catolicismo o de fe cristiana, vemos que continúa estudiándose y prestándosele atención porque tiene una riqueza extraordinaria. Como Usted sabe Juan Pablo II, cuando era todavía Obispo, ni siquiera Cardenal, empezó a elaborar sobre este tema y escribió aquel libro estupendo que se llama Amor y Responsabilidad. El libro se difundió pero él mismo, y esto me lo ha contado Juan Pablo II, se dio cuenta que para entender bien Amor y Responsabilidad había que hacer una reflexión sobre quién es la persona humana. Ése es el déficit antropológico al que me refería. Después escribió Persona y Acción, un libro muy difícil pero muy rico desde el punto de vista antropológico, no de antropología cristiana sino simplemente antropología, “kultur”. Yo personalmente creo que estamos en esa línea, en lo que Usted llama la teología del cuerpo. En el fondo, plantearse con seriedad filosófica y antropológica, y últimamente también ética, qué es el amor humano; cuáles son esos parámetros del amor humano que hace que el amor humano sea distinto del amor entre animales, que sea específico del ser humano, es un gran tema en el que nuestra época es deficitaria. Sin embargo la biografía para profundizar no falta, gracias a Juan Pablo II.
Francia y Estados Unidos dictan leyes que criminalizan ciertas actitudes de la evangelización, como ayudar a madres en dificultades y que quieren abortar aconsejándolas que no lo hagan, o hacer apostolado en el ejército. Una de las videntes de Medjugorie habla de que el Diablo arremete fuerte porque sabe que le queda poco tiempo. ¿Está activo el Diablo en el mundo? ¿Estamos frente a signos de los tiempos, la llamada gran tribulación?
Usted me está pidiendo con eso casi una profecía. No me atrevería a entrar en el terreno de la profecía. El demonio está activo como lo ha estado siempre y el demonio me parece un elemento honesto, cómo lo diría, que hace lo que tiene que hacer; el tema es si nosotros hacemos lo que tenemos que hacer también. Es decir, ser cristiano coherente no es fácil, pero ese hecho no es nada comparado con el hecho de ser una persona humana: ser un hombre o una mujer no es una empresa fácil. El ser humano no está fabricado. Tiene que hacerse con su libertad, tiene que aprender a manejar su libertad. Éste es el gran desafío de todo ser humano, qué quiero hacer con mi libertad, qué quiero hacer con mi vida. Podemos tratarlo a nivel teorético, académico, pero lo curioso de todo ello es que cada uno lo tiene que resolver él o ella, en primera persona, no se lo puede dar nadie resuelto. El problema es si eso nos asusta. El destino del ser humano a ser libre no nos debe asustar y debe asumirse. Antes de ser una cuestión ética, es una cuestión antropológica.
Aquí me viene a la memoria esa anécdota de Juan Pablo II en su lecho de muerte, cuando entró una enfermera, que se puso inmediatamente a hacer sus tareas. En ese momento Juan Pablo II le preguntó sin conocerla qué había hecho con su vida hasta ese día, y la enfermera aparentemente rompió a llorar y le contó su historia personal.
Naturalmente ése es un hecho que está contado en primera persona en el proceso de beatificación de Juan Pablo II. Es un hecho histórico que demuestra que aquel hombre extraordinario que fue Juan Pablo II, mientras se moría, todavía sacaba fuerzas para esa dimensión apostólica de preocuparse del alma de los demás.
El Muro de Berlín cayó en 1989… pero en Asia y Cuba perviven regímenes comunistas… ¿Pensaba Juan Pablo II que allí pudieran durar tanto? Guatemala, Filipinas y otros países abolieron la pena de muerte como gesto de cercanía al Papa. ¿Es exagerado decir que fue el activista número uno contra la pena capital? ¿O el más eficaz? ¿De qué otras maneras influyó en la historia, además de propiciar el final del comunismo totalitario, y la caída del muro de Berlín, o evitar una guerra entre Chile y Argentina?
Si Usted quiere llamarlo así yo no tengo inconveniente en aceptarlo, activista, entre comillas al menos, un activismo que se le puede atribuir a Juan Pablo II es el activismo de la dignidad humana. Ése fue su arma, la de hablar, predicar y hacer lo posible por la dignidad del ser humano, y ahí entran guerras, totalitarismo, todo lo que usted quiera. No se sentía un líder político ni siquiera cuando cayó el muro de Berlín y cambió la vida de centenares de millones de personas en todo un ámbito; y no solamente hay que destacar el milagro del cambio: aquel cambio se produjo sin derramamiento de sangre, cosa que ningún historiador pensaba que podía suceder. Ahora, todo eso fue posible porque él era el gran activista, utilizo su palabra, el gran activista de la dignidad humana: aquello convenció. Ha mencionado Usted algunos países, Cuba, por ejemplo, cuando estuve con él, bien, el sistema no es que haya cambiado de por sí, pero ha cambiado la Iglesia, ha cambiado mucho su presencia, su reconocimiento social en Cuba. Antes de aquel viaje estaba apartada de todo protagonismo social. De esta forma también se podría analizar Chile, Uruguay, Paraguay.
Existe la hermosa figura del cardenal “In Pectore”, que el papa crearía sin hacerlo público, como manera de honrar un servicio callado entregado y eficaz a la Iglesia de Cristo. ¿Se ha llegado a decir que Joaquín Navarro-Valls podía haber sido nombrado tal por JPII?
(Ríe, sorprendido) Nunca, nunca se me ha ocurrido pensar en esto. Usted sabe que cuando un cardenal “In Pectore” no se hace público y el Papa muere, el cardenal “In Pectore” muere con él.
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