Los rumanos quieren reconstruir su país, diezmado por la esclavitud demoledora de la dictadura comunista del Estado que han padecido durante tantos años; y lo quieren hacer reconstruyendo la familia
Los grupos LGTB presionan en el Parlamento europeo para que Bruselas influya al gobierno rumano, y consiga que se prohíba un referéndum sobre la familia planteado en el país.
Los pasos para llevar a cabo el referéndum se han seguido al pie de la letra; las firmas recogidas para que se plantee, han sobrepasado en mucho las requeridas por la ley.
¿Qué piden los promotores del referéndum? Algo muy sencillo y muy natural: que en la Constitución se recoja con toda claridad que el matrimonio es la unión de un hombre con una mujer, o de una mujer con un hombre, como se prefiera. Y que, sobre ese matrimonio se construya la familia y todo el derecho de familia.
Los rumanos quieren reconstruir su país, diezmado por la esclavitud demoledora de la dictadura comunista del Estado que han padecido durante tantos años; y lo quieren hacer reconstruyendo la familia. La Familia que les ha permitido vivir y gozar de un país durante siglos. Los rumanos, en pocas palabras, anhelan que las leyes civiles de su país subrayen la realidad humana de una familia que refleje la que Dios ha creado, cuando “varón y hembra” los creó, y les invitó a cuidar del paraíso y a multiplicarse.
Las uniones homosexuales son estériles de por sí. La exaltación de la homosexualidad es la tumba de una civilización; basta pensar en el suicido demográfico que necesariamente lleva consigo.
En la exhortación apostólica Amoris laetitia, nn. 66-70, el papa Francisco recoge palabras de los papas que le precedieron reafirmando la grandeza de la familia. Mensaje que la Iglesia no se cansará nunca de anunciar a todos los pueblos, para recordarles el compromiso de Dios Padre, Hijo y Espíritu con cada familia humana, y la cooperación que Dios pide al hombre para seguir sosteniendo el mundo con el Amor con el que ha sido creado. Reafirmando esta verdad, la Iglesia hace posible que los hombres y las mujeres lleguen a hacerse cargo de la grandeza humana y sobrenatural de la Familia, del Matrimonio; y descubran el amor de Dios en las palabras de Cristo: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.
“La alianza de amor y fidelidad, de la cual vive la Sagrada Familia de Nazaret, ilumina el principio que da forma a cada familia, y la hace capaz de afrontar las vicisitudes de la vida y de la historia. Sobre esta base, cada familia, a pesar de su debilidad, puede llegar a ser una luz en la oscuridad el mundo” (Pablo VI).
“El verdadero amor entre marido y mujer implica la entrega mutua, incluye e integra la dimensión sexual y la afectividad, conformemente al designio divino. Además subraya el arraigo en Cristo de los esposos: Cristo Señor sale al encuentro de los esposos cristianos en el sacramento del matrimonio, y permanece con ellos En la encarnación, Cristo asume el amor humano, lo purifica, lo lleva a plenitud, y dona a los esposos, con su Espíritu, la capacidad de vivirlo, impregnando toda su vida de fe, esperanza y caridad” (Concilio Vaticano II. Gaudium et spes).
Muchos gobiernos están obstinados en dar una mano al diablo, y lo hacen a costa de perseguir la libertad de las personas, y de pretender eliminar la conciencia de los padres. ¿Cómo se puede impedir a los padres que sus hijos no reciban ninguna lección sobre la “ideología de género” que, aplicada a niños no es más que una manipulación estatalmente diabólica? ¿Dónde queda la defensa de la libertad de los ciudadanos, si a un homosexual que desee dejar de tener esas prácticas −y no son pocos los que lo solicitan− se le prohíbe ir a una persona que le oriente en su deseo, y a la persona orientadora se le multa seriamente?
Como ha recordado recientemente el cardenal Caffarra, la Iglesia sabe que “Satanás está empeñado en destruir los dos pilares de la creación: la persona humana en su irreductibilidad al universo material, que es destruido por la elevación axiológica del aborto a un derecho subjetivo; y la unión conyugal entre un hombre y una mujer, el lugar en el que Dios crea nuevas personas humanas, a “a Su imagen y semejanza”. El “ennoblecimiento” de las relaciones homosexuales, cuando son igualadas al matrimonio, es la destrucción del segundo pilar”.
El hombre, por mucho que lo intente, no destruirá jamás esos dos pilares. La lástima es que se morirá, se suicidará, en el intento; de nada le habrá servido haber dado coces contra el aguijón.
Los rumanos van por el buen camino; y si consiguen ganar el referéndum, habrán comenzado a reconstruir su país sobre los dos mismos pilares que Dios utilizó para crear el mundo.
Ernesto Juliá, en religionconfidencial.com.
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