El Papa explica durante la Audiencia general de hoy por qué la Virgen María es un ejemplo a seguir
Queridos hermanos:
En la catequesis de hoy contemplamos a María como Madre de la esperanza. Ella pasó también por momentos muy difíciles. No era fácil responder con un «sí» al anuncio del Ángel y acoger en su seno el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Después, en el momento crucial de la vida de Jesús, cuando casi todos lo han abandonado, María permaneció junto a la cruz de su Hijo por amor de madre y por fidelidad al plan de Dios.
Ella, a pesar de que no siempre comprendía todo lo que estaba sucediendo, se nos muestra como una mujer valiente, que no se detiene ante las dificultades. Una mujer que está atenta a la Palabra de Dios y que sabe meditar todo en su corazón.
Por último, también la vemos al comienzo de la Iglesia, junto a los discípulos de su Hijo, acompañándolos y animándolos como madre de esperanza. Así nos enseña que en los momentos de dificultad, cuando parece que nada tiene sentido, siempre tenemos que esperar y confiar en Dios.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días. En nuestro itinerario de catequesis sobre la esperanza cristiana, hoy miramos a María, Madre de la esperanza. María pasó más de una noche en su camino de madre. Desde la primera aparición en la historia de los Evangelios, su figura destaca como si fuese el personaje de un drama. No era sencillo responder con un “sí” a la invitación del ángel: pero Ella, mujer aún en la flor de la juventud, responde con valentía, a pesar de no saber nada del destino que le esperaba. María en aquel instante se nos presenta como una de las muchas madres de nuestro mundo, valientes hasta el extremo, cuando se trata de acoger en su seño la historia de un nuevo hombre que nace. Ese “sí” es el primer paso de una larga lista de obediencias −¡larga lista de obediencias!− que acompañará su itinerario de madre. Así María aparece en los Evangelios como una mujer silenciosa, que a menudo no comprende todo lo que pasa a su alrededor, pero que medita cada palabra y cada suceso en su corazón.
En esta disposición hay un detalle bellísimo de la psicología de María: no es una mujer que se deprime ante las incertidumbres de la vida, especialmente cuando nada parece salir bien. Tampoco es una mujer que protesta con violencia, que arremete contra el destino de la vida que nos revela a menudo un rostro hostil. En cambio, es una mujer que escucha: no olvidéis que siempre hay una gran relación entre la esperanza y la escucha, y María es una mujer que escucha. María acoge la existencia tal como se entrega a nosotros, con sus días felices, y también con sus tragedias que nunca hubiéramos querido pasar. Hasta la noche suprema de María, cuando su Hijo es clavado al leño de la cruz.
Hasta ese día, María casi había desaparecido de la trama de los Evangelios: los escritores sagrados dejan entender ese lento eclipsarse de su presencia, su permanecer muda ante el misterio de un Hijo que obedece al Padre. Pero María reaparece precisamente en el momento crucial: cuando buena parte de los amigos se han alejado por miedo. Las madres no traicionan, y en ese instante, al pie de la cruz, nadie puede decir cuál sería la pasión más cruel: si la de un hombre inocente que muere en el patíbulo de la cruz, o la agonía de una madre que acompaña los últimos instantes de la vida de su hijo. Los Evangelios son lacónicos, y extremadamente discretos. Recoge con un simpe verbo la presencia de la Madre: “estaba” (Jn 19,25), Ella estaba. Nada dicen de su reacción: si lloraba, si no lloraba… nada; ni siquiera una pincelada para describir su dolor: de esos detalles luego se dispararía la imaginación de poetas y de pintores regalándonos imágenes que han entrado en la historia del arte y de la literatura. Pero los Evangelios solo dicen: “estaba”. Estaba allí, en el momento más feo, en el momento más cruel, y sufría con el Hijo. “Estaba”.
María “estaba”, simplemente estaba allí. Ahí está nuevamente, la joven doncella de Nazaret, ya con los cabellos grises por el pasar de los años, todavía luchando con un Dios que solo necesita ser abrazado, y con una vida que ha llegado al umbral de la más densa oscuridad. María “estaba” en la noche más negra, pero “estaba”. No se fue. María está ahí, fielmente presente, cada vez que hay que tener una vela encendida en un lugar de bruma y de niebla. Tampoco Ella conoce el destino de resurrección que su Hijo estaba en aquel instante abriendo para todos los hombres: está allí por fidelidad al plan de Dios de la que se proclamó sierva en el primer día de su vocación, pero también por su instinto de madre que simplemente sufre, cada vez que hay un hijo que atraviesa una pasión. Los sufrimientos de las madres: ¡todos hemos conocido mujeres fuertes, que han afrontado tantos sufrimientos de sus hijos!
La volveremos a encontrar el primer día de la Iglesia, Ella, madre de esperanza, en medio de aquella comunidad de discípulos tan frágiles: uno había renegado, muchos habían huido, todos pasaron miedo (cfr. Hch 1,14). Pero Ella simplemente estaba allí, del modo más normal, como si fuese una cosa absolutamente natural: en la primera Iglesia envuelta por la luz de la Resurrección, pero también por los temblores de los primeros pasos que debía dar en el mundo.
Por eso, todos la queremos como Madre. No somos huérfanos: tenemos una Madre en el cielo, que es la Santa Madre de Dios. Porque nos enseña la virtud de la espera, también cuando todo parece privado de sentido: Ella siempre confía en el misterio de Dios, incluso cuando Él parece eclipsarse por culpa del mal del mundo. Que en los momentos de dificultad, María, la Madre que Jesús nos regaló a todos, pueda siempre sostener nuestros pasos, pueda siempre decir a nuestro corazón: “¡Levántate! Mira adelante, mira el horizonte”, porque Ella es Madre de esperanza. Gracias.
Me alegra saludar a los peregrinos de lengua francesa, en particular a los jóvenes colegiales y a los fieles de las parroquias venidos de Francia y Bélgica. Que María, Madre de la esperanza, sostenga nuestros pasos en los momentos difíciles. Que Ella nos ayude a mantener fe en el amor de Dios, en los días felices como en los días más dolorosos. Que Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los provenientes de Inglaterra, Escocia, Gales, Irlanda, Finlandia, China continental, Indonesia, Taiwán, India, Filipinas, Canadá y Estados Unidos de América. En la alegría de Cristo Resucitado, invoco sobre todos vosotros y sobre vuestras familias el amor misericordioso de Dios nuestro Padre. Que el Señor os bendiga.
Una calurosa bienvenida a los peregrinos de lengua alemana, en particular a los varios grupos escolares. Aprovechemos este mes de mayo para encontrar más a menudo en la oración a María, nuestra Madre. Ella nos guía a su Hijo Jesucristo y está a nuestro lado con su protección materna. Os invito a uniros en la oración por mi Peregrinación a la Virgen de Fátima.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Hoy celebramos la fiesta de san Juan de Ávila, patrono del clero español y maestro de vida espiritual. Pidamos hermanos por todos los sacerdotes, para que sean siempre una imagen transparente de Jesús, Buen Pastor, y la Virgen María los sostenga a lo largo de su vida sacerdotal. También quisiera enviar un saludo desde aquí a los fieles de mi patria, que hace dos días celebraron la Solemnidad de la Patrona de Argentina, Nuestra Señora de Luján. Mi corazón estuvo en Luján estos días. Que el Señor os bendiga. Muchas gracias.
Queridos peregrinos de lengua portuguesa, os saludo a todos, especialmente a los fieles de Belo Horizonte y al grupo Obra de María. El próximo viernes y sábado −si Dios quiere− acudiré, peregrino, a Fátima, para encomendar a la Virgen las suertes temporales y eternas de la humanidad y suplicarle las bendiciones del Cielo. Pido a todos que se unan a mí, como peregrinos de la esperanza y de la paz: que vuestras manos en oración sigan sosteniendo las mías. Que la más grande y la mejor de las Madres quiera velar sobre cada uno de vosotros, a lo largo de todos vuestros días hasta la eternidad.
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes de Irak, de Jordania y del Medio Oriente. La Virgen María, Madre de la Esperanza, nos enseña que todo lo oscuro del mundo no puede apagar la luz de la vela de la esperanza, cuando está alimentada por la fe y la confianza en Dios que nunca defrauda. Que el Señor os bendiga a todos y os proteja del maligno.
Saludo cordialmente a los polacos venidos a Roma. El lunes pasado celebrasteis en vuestra Patria la Solemnidad de San Estanislao, obispo y mártir, patrono principal de Polonia. A imagen del “Buen Pastor”, defendiendo los valores evangélicos y el orden moral, sacrificó su vida por las ovejas y derramó la sangre del martirio. Que su ejemplo sea para todos un empuje para ser capaces, en toda situación de la vida, de ser fieles a Cristo, a su cruz y al Evangelio. Mientras encomiendo a vuestra oración mi peregrinación, ya cercana, a Fátima, os bendigo a todos de corazón. Sea alabado Jesucristo.
Saludo de corazón a la delegación de jóvenes sacerdotes del Patriarcado de Moscú invitados por el Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos. Que Dios Omnipotente, por intercesión de la Madre de Dios, bendiga vuestro País y el compromiso de la Iglesia ortodoxa rusa por el diálogo entre las religiones y por el bien común.
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Saludo a los participantes en la semana ecuménica promovida por el Movimiento de los Focolares y os animo a seguir el común camino de la unidad, el diálogo y la amistad entre las religiones y los pueblos. Me alegra recibir a los fieles de Ischia, acompañados por su Obispo Mons. Pietro Lagnese, y a los de Andria y Marano de Nápoles, y a los participantes en el encuentro Family Business Network, promovido por el Dicasterio para el desarrollo humano integral. Saludo a los presidentes de la Federación mundial e italiana de Taekwondo; a la Asociación europea de estudios internacionales; a los participantes en el Curso Hydrae; a la Brigada Sassari y al Reagrupamiento Lazio Umbria y Abruzzo de la Operación Carreteras Seguras, a quienes agradezco el servicio de seguridad realizado también en las inmediaciones de la Ciudad del Vaticano y de las Basílicas Papales. Os animo a vivir bien el Tiempo Pascual en las propias familias y en los ambientes de trabajo llevando, con el entusiasmo de los discípulos misioneros, la alegría de la Resurrección.
* * *
Un particular pensamiento dirijo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. El sábado próximo se celebra el centenario de las apariciones a los tres pastorcillos de la Santísima Virgen María de Fátima. Queridos jóvenes, aprended a cultivar la devoción a la Madre de Dios, con el rezo diario del Rosario; queridos enfermos, sentid la presencia de María a la hora de la cruz; y vosotros, queridos recién casados, rezadle para que no falte nunca en vuestra casa el amor y el respeto recíproco.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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