En la manifestación del pasado sábado en Valencia el blanco representaba la unidad y la paz; puso de relieve que no existen diferencias y reflejó que nos unen más elementos que los que nos diferencian
Al acabar la manifestación del pasado sábado y acompañada por casi 40.000 personas, un amigo me preguntó: ¿has protestado? Y mi respuesta fue: no, he defendido la libertad de elección de colegio de los padres. ¿Y por qué lo hice? Me gustaría compartir mis razones y argumentar mis convicciones.
Algunas premisas obvias: la educación es un derecho de todos y el Estado es subsidiario y los padres son los responsables de la educación de sus hijos. Si es así, y el Estado −incluidas las comunidades autónomas− recauda los impuestos de todos, los que pagamos podemos, y en este caso debemos, exigir nuestros derechos.
Y el más importante se llama libre elección del centro educativo: lo contrario es pensamiento único, ausencia de igualdad de oportunidades, imposición de ideologías contrarias a la verdad sobre la persona y deseos de un totalitarismo controlador del futuro de las nuevas generaciones.
Como dice el diccionario: «La ideología tiende a conservar o a transformar el sistema social, económico, político o cultural existente. Cuenta con dos características principales: se trata de una representación de la sociedad y presenta un programa político».
En la manifestación llamada marea blanca, el blanco significaba «color acromático, de claridad máxima y de oscuridad nula» y representaba la unidad y la paz. Puso de relieve que no existen diferencias y reflejó que nos unen más elementos que los que nos diferencian.