El Papa resume su reciente viaje apostólico durante la audiencia general de este miércoles
Queridos hermanos y hermanas,
Deseo hablarles hoy sobre mi reciente Viaje apostólico en Egipto. El lema del viaje era: «El Papa de la paz en un Egipto de paz». El primer día tuve varios encuentros encaminados a fomentar el diálogo entre cristianos y musulmanes, y a promover la paz. Egipto es tierra de civilización y de cultura, y esto nos enseña que la paz se construye mediante una educación integral que comprende la dimensión religiosa y la relación con Dios.
Viví además un signo de comunión con el querido hermano Papa Tawadros II, Patriarca de los Coptos ortodoxos. Renovamos nuestro compromiso de caminar juntos y firmamos una Declaración conjunta, en la que nos comprometemos a no repetir el Bautismo administrado en nuestras respectivas Iglesias. Acompañados también por el Patriarca de Constantinopla, rezamos por los mártires de los recientes atentados; su sangre fecunda el diálogo ecuménico y a toda la Iglesia.
El segundo día estuvo dedicado a los fieles católicos. Los animé a que reavivaran en ellos la experiencia de los discípulos de Emaús. Después me reuní con sacerdotes, religiosos y religiosas y seminaristas. En ellos he visto la belleza de la Iglesia en Egipto y recé con ellos por todos los cristianos de Oriente Medio.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que la Sagrada Familia de Nazaret, que emigró a la tierra del Nilo para huir de la violencia de Herodes, bendiga y proteja al pueblo de Egipto; y a todos ustedes les conceda paz y bien en sus vidas. Muchas gracias.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Hoy deseo hablaros del Viaje apostólico que, con la ayuda de Dios, realicé en los días pasados a Egipto. Acudí a aquel País como consecuencia de una cuádruple invitación: del Presidente de la República, de Su Santidad el Patriarca Copto ortodoxo, del Gran Imán de Al-Azhar y del Patriarca Copto católico. Agradezco a cada uno de ellos la acogida que me han dispensado, verdaderamente calurosa. Y agradezco a todo el pueblo egipcio la participación y el cariño con que ha vivido esta visita del Sucesor de San Pedro.
El Presidente y las Autoridades civiles han puesto un empeño extraordinario para que ese evento pudiese realizarse del mejor modo posible; para que pudiese ser un signo de paz, un signo de paz para Egipto y para toda aquella región, que desgraciadamente sufre por los conflictos y el terrorismo. De hecho, el lema del Viaje era “El Papa de la paz en un Egipto de la paz”.
Mi visita a la Universidad Al-Azhar, la más antigua universidad islámica y máxima institución académica del islam sunita, tuvo un doble horizonte: el diálogo entre cristianos y musulmanes y, al mismo tiempo, la promoción de la paz en el mundo. En Al-Azhar tuvo lugar el encuentro con el Gran Imán, que luego se extendió a la Conferencia Internacional por la Paz. En ese contexto, hice una reflexión valorando la historia de Egipto como tierra de civilización y tierra de alianzas. Para toda la humanidad Egipto es sinónimo de antigua civilización, de tesoros de arte y de conocimiento; y eso nos recuerda que la paz se construye mediante la educación, la formación de la sabiduría, de un humanismo que incluye como parte integrante la dimensión religiosa, el trato con Dios, como recordó el Gran Imán en su discurso. La paz también se construye partiendo de la alianza entre Dios y el hombre, fundamento de la alianza entre todos los hombres, basada en el Decálogo escrito en las tablas de piedra del Sinaí, pero mucho más profundamente en el corazón de cada hombre de todo tiempo y lugar, ley que se resume en los dos mandamientos del amor a Dios y al próximo.
Ese mismo fundamento está también en la base de la construcción del orden social y civil, al que están llamados a colaborar todos los ciudadanos, de cualquier origen, cultura y religión. Esa visión de sana laicidad surgió en el intercambio de discursos con el Presidente de la República de Egipto, en presencia de las autoridades del País y del Cuerpo diplomático. El gran patrimonio histórico y religioso de Egipto y su papel en la región medio oriental le confieren una tarea peculiar en el camino hacia una paz estable y duradera, que se apoye no en el derecho de la fuerza, sino en la fuerza del derecho.
Los cristianos, en Egipto como en toda nación de la tierra, están llamados a ser fermento de fraternidad. Y eso es posible si viven en sí mismos la comunión en Cristo. Un fuerte signo de comunión, gracias a Dios, pudimos darlo junto a mi querido hermano el Papa Teodoro II, Patriarca de los Coptos ortodoxos. Y renovamos ese esfuerzo, también firmando una Declaración Común, de caminar juntos y comprometernos a no repetir el Bautismo administrado en las respectivas Iglesias. Juntos hemos rezado por los mártires de los recientes atentados que han golpeado trágicamente esa venerable Iglesia; y su sangre ha fecundado este encuentro ecuménico, en el que participó también el Patriarca de Constantinopla Bartolomé, Patriarca ecuménico, mi querido hermano.
El segundo día del viaje se dedicó a los fieles católicos. La Santa Misa, celebrada en el Estadio puesto a disposición por las autoridades egipcias, fue una fiesta de fe y de fraternidad, donde sentimos la presencia viva del Señor Resucitado. Comentando el Evangelio, animé a la pequeña comunidad católica de Egipto a revivir la experiencia de los discípulos de Emaús: hallar siempre en Cristo, Palabra y Pan de vida, la alegría de la fe, el ardor de la esperanza y la fuerza de manifestar en el amor que “hemos encontrado al Señor”.
Y el último momento lo viví junto a los sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas, en el Seminario Mayor. Había muchos seminaristas: ¡eso es un consuelo! Fue una liturgia de la Palabra en la que se renovaron las promesas de la vida consagrada. En esa comunidad de hombres y mujeres que han elegido dar su vida a Cristo por el Reino de Dios, vi la belleza de la Iglesia en Egipto, y recé por todos los cristianos de Oriente Medio, para que, guiados por sus pastores y acompañados por los consagrados, sean sal y luz en esas tierras, en medio de esos pueblos. Egipto, para nosotros, es signo de esperanza, refugio y ayuda. Cuando esa parte del mundo pasó hambruna, Jacob, con sus hijos, se fue allá; luego, cuando Jesús fue perseguido, fue allá. Por eso, contaros este viaje significa recorrer el camino de la esperanza: para nosotros, Egipto es ese signo de esperanza, tanto para la historia como para el hoy, de esta fraternidad que he querido contaros.
Agradezco nuevamente a los que han hecho posible este viaje y a cuantos de varios modos han dado su contribución, especialmente tantas personas que han ofrecido sus oraciones y sufrimientos. Que la Sagrada Familia de Nazaret, que emigró a orillas del Nilo para escapar de la violencia de Herodes, bendiga y proteja siempre al pueblo egipcio y lo guíe por la vía de la prosperidad, la fraternidad y la paz. Gracias.
Saludos en varias lenguas
Me alegra recibir a los peregrinos de lengua francesa, en particular a los miembros de las Fraternidades monásticas de Jerusalén, a las parroquias y a los jóvenes venidos de Francia, y a los universitarios de Niza. En este tiempo pascual, os invito también a construir un mundo de justicia y de paz donde cada uno sea acogido fraternamente. Que Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los provenientes de Irlanda, Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelanda, Singapur, India, Filipinas, Sri Lanka, Vietnam, Canadá y Estados Unidos de América. En la alegría de Cristo Resucitado, invoco sobre todos vosotros y vuestras familias el amor misericordioso de Dios nuestro Padre. Que el Señor os bendiga.
Dirijo un cordial saludo a todos los peregrinos de lengua alemana. Agradecido por las hermosas experiencias durante mi viaje, invito a los fieles a ser fermento de fraternidad, encomendándolos a la protección de la Sagrada Familia. Que Dios os bendiga a vosotros y a vuestras familias.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que la Sagrada Familia de Nazaret, que emigró a la tierra del Nilo para huir de la violencia de Herodes, bendiga y proteja al pueblo de Egipto; y a todos os conceda paz y bien en vuestras vidas. Muchas gracias.
Queridos peregrinos de lengua portuguesa, sed bien venidos. Os saludo a todos con gran cariño y alegría, especialmente a los grupos venidos de Brasil: a los miembros de la Federación brasileña de las Academias de Medicina, así como a los fieles de Ribeirão Preto, Londrina y Caratinga. Descienda sobre vosotros y vuestras familias la bendición de Dios.
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los que vienen de Egipto y de Oriente Medio. Agradezco a todas las personas que han hecho posible este viaje y doy gracias a Egipto, “ùm el dùgna”, por haberme invitado y por la generosa y calurosa acogida. Que el Señor os bendiga a todos y os proteja del maligno.
Saludo cordialmente a los polacos. Hoy se celebra la solemnidad de la Virgen María, Reina de Polonia, vuestra fiesta nacional. Escuchad con amor y atención las indicaciones de vuestra Reina, a la que os dirigís con las palabras: “Eres el gran orgullo de nuestra nación”. En vuestras elecciones diarias, seguid las vías del acuerdo y de la recíproca benevolencia. Tomad las decisiones más importantes buscando la verdad, el bien común y la paz. Sed abiertos y sensibles a las necesidades de los hermanos. De corazón bendigo vuestra Patria, a los aquí presentes, a vuestros paisanos en Polonia y en el mundo.
Saludo de corazón a los peregrinos croatas, en particular a los sacerdotes, profesores, seminaristas y estudiantes de los Liceos Diocesanos de la Diócesis de Požega, acompañados por su Obispo, Mons. Antun Škvorčević, reunidos ante la tumba del Apóstol Pedro para confirmar su fe con ocasión del 20o aniversario de su fundación. Queridos amigos, con alegría pascual agradezco a Dios todos los dones que os concede y, con esperanza cristiana seguid adelante valientes, respondiendo diariamente a la llamada de Jesús a seguirle como discípulos suyos. Que en ese camino os acompañe la intercesión de la Virgen y de San Juan Pablo II, que erigió vuestra Diócesis. Aseguro mi espiritual cercanía e imparto a vosotros y a vuestras familias la Bendición Apostólica. Sean alabados Jesús y María.
Dirijo una cordial bienvenida a los fieles de lengua italiana. Me alegra recibir a los estudiantes del Pontificio Colegio Misionero San Pablo de Roma y a los participantes en el Curso promovido por la Pontificia Facultad de Ciencias de la Educación Auxilium. Saludo a la Red Cívica de Alcaldes por la acogida de la provincia de Varese; a los fieles de Albanella; a los miembros del Arsenal de la Paz de Turín y a la Asociación 24 de julio. En el día de la Fiesta de los Santos Felipe y Santiago deseo a cada uno que el recuerdo de los Apóstoles, gozosos anunciadores del Resucitado, aumente la fe y anime el testimonio del Evangelio.
Finalmente, saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Al inicio del mes de mayo invocamos la celeste intercesión de María, la Madre de Jesús. Queridos jóvenes, aprended a rezarle con la oración sencilla y eficaz del Rosario; queridos enfermos, que la Virgen sea vuestro apoyo en la prueba del dolor; queridos recién casados, imitad su amor por Dios y por los hermanos.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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