La comunicación no es la guinda de la tarta o el nudo de la corbata, sino el sistema nervioso
LaIglesiaEnLaPrensa.com
Un intercambio de experiencias para reflexionar sobre lo que se está haciendo, porque los desafíos del mundo global y de internet imponen una reflexión sobre cómo comunicar.
Acabo de participar, junto a otras muchas personas de 44 países, en tres días de congreso sobre temas relacionados con la comunicación de la Iglesia. Pretender resumirlos sería complicado. Aprovecho, más bien, para hacer aquí un comentario en tres puntos que me parecen significativos y que proceden de lo que he visto.
Pienso que cuando se trata de comunicación de la Iglesia, la universalidad es un valor añadido. Ver y escuchar a los otros que vienen de países lejanos te ayuda a no ser pueblerino, a no pensar que "lo tuyo" es el centro del universo; a aprender de los demás, incluso de aquellos lugares y personas a los que —tal vez inconscientemente— has mirado en alguna ocasión por encima del hombro. Es muy buena experiencia añadir, a la universalidad geográfica, la pluralidad de situaciones (mundo académico y mundo profesional), de edades y de sensibilidades.
Una mirada profesional. Pienso que ese podría ser un segundo rasgo. La comunicación de la Iglesia es una tarea de altura profesional a la que hay que dedicar personas, recursos, formación. No importa insistir: la comunicación no es la guinda de la tarta o el nudo de la corbata, sino el sistema nervioso. No es un “part-time”, sino un “full-time”.
Se acabaron, si alguna vez los hubo conscientemente, planteamientos de trincheras y de asedios. No es que haya desaparecido la militancia ideológica anticlerical, más o menos rancia, sino que simplemente no interesa (su fuerte no es el diálogo). Hay mucha proactividad que desarrollar y mucha conversación que mantener y no se pueden malgastar las energías.
[El programa y los contenidos del congreso se pueden consultar aquí; otras informaciones se pueden obtener en Twitter -hashtag: #ChurchCom12].