Sus palabras fueron “redondeadas” para darles ese toque contundente que luce mejor en un titular
Hemos leído en muchas noticias esta semana que el Papa prefiere a un ateo que a un cristiano hipócrita. Sorprende que un planteamiento tan exquisitamente religioso haya capturado el interés de medios que no suelen hacerse eco de temas tan confesionales.
A mi juicio, el éxito de este titular se debe a varias razones: 1) confirma que la hipocresía es uno de los rasgos más despreciables de la sociedad actual, algo compartido transversalmente; 2) gusta cuando el Papa arremete (presuntamente) contra “su propia Iglesia”; eso le da un ingrediente de conflicto que aumenta el interés, de ahí que se pueda caer en la tentación de retocar las expresiones para volverlas más eficaces; 3) la figura del creyente hipócrita es particularmente odiosa; 4) quien se califica como ateo −o agnóstico− también agradece un cierto reconocimiento (en este caso, “ser mejor” que otros). Considero que esta distorsión se podría haber evitado (como hicieron algunos, por ejemplo: “El Papa denuncia a los cristianos que llevan una doble vida”), pues al juntar en los titulares “católico” e “hipócrita” se refuerza un estereotipo injusto (aunque luego en el cuerpo de la noticia −mucho menos leído− se añadan los matices).