El Papa se ha reunido en el Vaticano con un grupo de católicos y luteranos alemanes que han peregrinado juntos a Roma
Pocos días antes de su viaje −el 31 de octubre y el 1º de noviembre− a Suecia, en el marco de la conmemoración del comienzo de la reforma de Lutero, en Lund y en Malmö, el Obispo de Roma, con su cordial bienvenida, invitó a la acción de gracias a Dios por el camino ecuménico que hemos recorrido juntos.
Saludo del Santo Padre
Queridos amigos, me alegro mucho de recibiros con ocasión de vuestra peregrinación ecuménica, iniciada en la región de Lutero, en Alemania, y terminada aquí junto a la sede del Obispo de Roma. Dirijo un cordial saludo a los Obispos que os han acompañado y les agradezco por haber apoyado esta hermosa iniciativa.
Demos gracias a Dios porque hoy, luteranos y católicos, estamos caminando por la vía que va del conflicto a la comunión. Hemos recorrido juntos ya un importante tramo del trayecto. A lo largo del camino notamos sentimientos contrastantes: dolor por la división que aún existe entre nosotros, pero también alegría por la fraternidad ya encontrada. Vuestra presencia tan numerosa y entusiasta es un signo evidente de esta fraternidad, y nos llena de esperanza que pueda continuar creciendo la recíproca comprensión.
El Apóstol Pablo nos dice que, en virtud de nuestro bautismo, todos formamos el único Cuerpo de Cristo. Los diversos miembros forman un solo cuerpo. Por eso, pertenecemos los unos a los otros y cuando uno sufre, todos sufren, cuando uno se alegra, todos gozan (cfr. 1Cor 12,12-26). Podemos continuar con confianza nuestro camino ecuménico, porque sabemos que, más allá de las muchas cuestiones abiertas que aún nos separan, ya estamos unidos. ¡Lo que nos une es mucho más que lo que nos divide!
Al final de este mes, Dios mediante, acudiré a Lund, en Suecia, y junto a la Federación Luterana Mundial haremos memoria, después de cinco siglos, del inicio de la reforma de Lutero y daremos gracias al Señor por cincuenta años de diálogo oficial entre luteranos y católicos. Parte esencial de esta conmemoración será dirigir nuestras miradas al futuro, en vista de un testimonio cristiano común al mundo de hoy, que tiene tanta sed de Dios y de su misericordia. El testimonio que el mundo espera de nosotros es sobre todo el de hacer visible la misericordia que Dios tiene con nosotros a través del servicio a los más pobres, a los enfermos, a quien ha abandonado su tierra para buscar un futuro mejor para sí y para sus seres queridos. Al ponernos al servicio de los más necesitados experimentamos estar ya unidos: es la misericordia de Dios la que nos une.
Queridos jóvenes, os animo a ser testigos de misericordia. Mientras los teólogos llevan adelante el diálogo en el campo doctrinal, vosotros seguid buscando con insistencia ocasiones para encontraros, conoceros mejor, rezar juntos y ofrecer vuestra ayuda los unos a los otros y a todos los que lo necesiten. Así, libres de todo prejuicio y fiándoos solo del Evangelio de Jesucristo, que anuncia la paz y la reconciliación, seréis auténticos protagonistas de una nueva estación de este camino, que, con la ayuda de Dios, conducirá a la plena comunión. Yo os aseguro mi oración, y vosotros, por favor, rezad por mí, que lo necesito tanto. Gracias.