El ambiente de un encuentro que nos ha dado la prensa manifiesta deseos de abrazos, de perdón, de convivir en libertad
No sé si recibirán algún premio, o algún otro tipo de reconocimiento público, los periodistas que han promovido el encuentro de hijos y nietos de 10 generales de nuestra Guerra Civil: 5 de un bando, y 5 de otro. No sé si lo recibirán, pero no tengo duda de que se lo merecen.
Ese encuentro relajado y amistosos, es una iniciativa que vale la pena resaltar; y no sólo por el hecho en sí, sino, y especialmente, por el clima en que se ha vivido, y por las declaraciones de cada uno de los participantes.
80 años es tiempo más que suficiente para colocar las cosas en su sitio; para tener la valentía y serenidad de morar los acontecimientos de frente, sin prejuicios ni soportes ideológicos que impidan reconocer con claridad que ha habido, de un lado y del otro, que han hecho que todo precipitara aquel 18 de julio de 1936. Y eso, para el bien de todos los españoles, para el bien de la convivencia pacífica y respetuosa de todos.
“Una cosa de la que no cabe la menor duda es que si las generaciones que siguen no aprenden de esto, esto se vuelve a repetir. Por eso, efectivamente, hay que hacer historia. No política, ni ideológica: investigación histórica. Hay que hablar, hay que tratar el tema y hay que poner al corriente. Ahora, que no sirva eso de pretexto para atizar las pasiones y las venganzas”.
Esta clara sugerencia de Enrique Lister, nieto del general, vale la pena tenerla en cuenta, y no echarla sencillamente en el olvido.
Hace ya algunos años propuse a un conocido historiador una reunión de personas expertas en las cuestiones de la Guerra Civil −uno de los acontecimientos históricos sobre los que más páginas, y más variadas y diversas se han escrito− para tratar de llegar a una verdadera historia, verdadera y objetiva, sobre esos años y su entorno. Tener, en definitiva, una visión de la historia que pueda ser aceptada por todos, aunque a algunos les pueda costar sangre rectificar sus puntos de vista. La reacción del profesor fue al principio un poco dubitativa, después muy clara: Imposible.
Y yo me sigo preguntando: ¿Por qué es imposible? Cuando se analiza una realidad, y el análisis se hace a base de prejuicios, entonces sí que es imposible poner de acuerdo dos, tres, cuatro análisis diferentes. Pero, cuatro, cinco, seis, siete, ocho hombres intelectuales, historiadores serios, ¿no pueden dejar aparte sus propias ideologías, sus “prejuicios” tan perjudiciales para conocer la historia, y enfrentarse a la realidad de los hechos con serenidad y paz, reconocer errores propios y ajenos, aciertos de unos y de otros, llamar a las cosas por su nombre, y llegar así al núcleo de la verdad histórica?
Ciertamente la malhadada ley de la Memoria histórica ha venido a estropear el buen caminar hacia la paz, la comprensión, el perdón entre los dos bandos. ¿Había solamente dos bandos, me pregunto? ¡Lástima que esa Ley no haya sido abrogada inmediatamente que fue posible!
A propósito de esa Ley, José Luis Moscardó, general y nieto del general, señala con mucho acierto: “En mi opinión va a remover cosas que estaban olvidadas. Yo vivo en mi calle, en la calle general Moscardó, y si le tienen que cambiar el nombre que se lo cambien, pero con odio y revanchismo, no”
Sin duda alguna, esa reunión que sugerí yo, esos análisis que anhela Lister, no serán posibles mientras la Ley siga vigente. Y no por la Ley en sí, sino porque no tendría apoyo el buen ánimo de comenzar a ver la Guerra Civil con otros ojos.
Y es una lástima. El ambiente de ese encuentro que nos ha dado la prensa manifiesta deseos de abrazos, de perdón, de convivir en libertad. Para que ese ambiente llegue a toda la nación, y empape el corazón de todos, hay que conocer la verdad histórica objetiva. ¿Conseguirán “mirarla y analizarla” los historiadores?