Durante la audiencia general de este miércoles, el Papa comenzó un nuevo ciclo de catequesis sobre los milagros de Jesús
Queridos hermanos y hermanas:
En las bodas de Caná, Jesús comienza sus signos, revelando el amor del Padre y la profundidad de su relación con los hombres. Se manifiesta como esposo del Pueblo de Dios, y nos une a él con una nueva alianza de amor, que nosotros, su familia, tenemos que custodiar y extender a todos.
En este contexto de la alianza, es importante la observación que María hace a Jesús de que falta el vino, este es un elemento típico del banquete mesiánico y simboliza la abundancia del banquete y la alegría de la fiesta. Por eso Jesús, al convertir el agua de las purificaciones rituales en vino nuevo, realiza un gesto elocuente: transforma la ley de Moisés en Evangelio portador de alegría.
Por otra parte, las palabras de María: "hagan todo lo que él les diga”, confían una nueva misión a la Iglesia, y configuran el programa de vida cristiano, que se concreta en servir al Señor, escuchando su Palabra y poniéndola en práctica, acercándose siempre a tomar de esta fuente el vino bueno de la salvación, que nunca deja de brotar del costado traspasado de Cristo.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que recibiendo del corazón de Jesús la gracia que nos salva, hagamos de nuestra vida cristiana una continua respuesta de amor a Dios, nutriéndonos de su palabra de vida y compartiendo con todos el vino nuevo de la nueva alianza. Muchas gracias".
Antes de comenzar la catequesis, quisiera saludar a un grupo de parejas que celebran el cincuentenario de matrimonio. ¡Eso sí que es “el vino bueno” de la familia! El vuestro es un testimonio que los esposos recientes −a los que saludaré después− y los jóvenes deben aprender. Es un hermoso testimonio. Gracias por vuestro ejemplo.
Después de haber comentado algunas parábolas de la misericordia, hoy nos detenemos en el primero de los milagros de Jesús, que el evangelista Juan llama “signos”, porque Jesús no los hizo para provocar admiración, sino para revelar el amor del Padre. El primero de esos signos prodigiosos lo cuenta precisamente Juan (2,1-11) y se realiza en Caná de Galilea. Se trata de una especie de “portal de entrada”, donde están esculpidas palabras y expresiones que iluminan todo el misterio de Cristo y abren el corazón de los discípulos a la fe. Veamos algunas.
En la introducción hallamos la expresión «Jesús con sus discípulos» (v. 2). A los que Jesús llamó a seguirle les ha unido a Él en una comunidad y ahora, como una única familia, todos son invitados a la boda. Dando inicio a su ministerio público en las bodas de Caná, Jesús se manifiesta como el esposo del pueblo de Dios, anunciado por los profetas, y nos revela la profundidad de la relación que nos une a Él: una nueva Alianza de amor. ¿Qué es lo que fundamenta nuestra fe? Un acto de misericordia con el que Jesús nos ha ligado a Él. La vida cristiana es la respuesta a ese amor, es como la historia de dos enamorados. Dios y el hombre se encuentran, se buscan, se hallan, se celebran y se aman: precisamente como el amado y la amada en el Cantar de los Cantares. Todo lo demás viene como consecuencia de esta relación. La Iglesia es la familia de Jesús donde se derrama su amor; ese amor es el que la Iglesia custodia y quiere dar a todos.
En el contexto de la Alianza se comprende también la observación de la Virgen: «No tienen vino» (v. 3). ¿Cómo es posible celebrar las bodas y dar una fiesta si falta lo que los profetas indicaban como un elemento típico del banquete mesiánico (cfr. Am 9,13-14[1]; Jl 2,24[2]; Is 25,6[3])? El agua es necesaria para vivir, pero el vino expresa la abundancia del banquete y la alegría de la fiesta. Es una fiesta de bodas en la que falta el vino; los recién casados sienten vergüenza por eso. ¡Imaginaos acabar una fiesta de bodas bebiendo té!; sería una vergüenza. El vino es necesario para la fiesta. Transformando en vino el agua de las ánforas utilizadas «para la purificación ritual de los judíos» (v. 6), Jesús realiza un signo elocuente: transforma la Ley de Moisés en Evangelio, portador de alegría. Como dice en otro lugar el mismo Juan: «La Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo» (1,17).
Las palabras que María dirige a los siervos vienen a coronar el cuadro esponsal de Caná: «Haced lo que él os diga» (v. 5). Es curioso: son las últimas palabras suyas recogidas en los Evangelios: son su herencia que nos entrega a todos nosotros. También hoy la Virgen nos dice a todos: “Haced lo que él −Jesús− os diga”. Es la herencia que nos ha dejado: ¡es bonito! Se trata de una expresión que reclama la fórmula de fe utilizada por el pueblo de Israel en el Sinaí en respuesta a las promesas de la alianza: «¡Todo lo que Jehová ha dicho, haremos!» (Ex 19,8). Y en efecto, en Caná los siervos obedecen. «Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron» (vv. 7-8). En esas bodas, de verdad que queda estipulada una Nueva Alianza y a los siervos del Señor, es decir a toda la Iglesia, se le confía la nueva misión: «Haced lo que él os diga». Servir al Señor significa escuchar y poner en práctica su Palabra. Es la recomendación sencilla pero esencial de la Madre de Jesús y es el programa de vida del cristiano. Para cada uno de nosotros, sacar del ánfora equivale a fiarse de la Palabra de Dios para experimentar su eficacia en la vida. Entonces, junto al maestresala que ha probado el agua convertida en vino, también nosotros podemos exclamar: “Tú has reservado el buen vino hasta ahora” (v. 10). Sí, el Señor sigue reservando aquel vino bueno para nuestra salvación, igual que sigue manando del costado traspasado del Señor.
La conclusión del relato suena como una sentencia: «Este es el primer signo que hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él» (v. 11). Las bodas de Caná son mucho más que el simpe relato del primer milagro de Jesús. Como un cofre, Él guarda el secreto de su persona y la finalidad de su venida: el esperado Esposo de comienzo a las bodas que se realizarán en el Misterio pascual. En esas bodas Jesús une consigo a sus discípulos con una Alianza nueva y definitiva. En Caná los discípulos de Jesús se convirtieron en su familia y en Caná nace la fe de la Iglesia. ¡A esas bodas todos estamos invitados, porque el vino nuevo nunca faltará!
Exhorto a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados a rezar con particular intensidad a los Sagrados Corazones de Jesús y de María para que nos enseñen a amar con plena dedicación a Dios y al prójimo.
Fuente: romereports.com / vatican.va.
Traducción de Luis Montoya.
[1] Amós 9,13-14: He aquí vienen días, dice Jehová, en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán. Y traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán huertos, y comerán el fruto de ellos.
[2] Joel 2,24: Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite.
[3] Isaías 25,6: Y Jehová de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos banquete de manjares suculentos, banquete de vinos refinados, de gruesos tuétanos y de vinos purificados.
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