Admiro a todo aquel que tenga el valor de decir una verdad incómoda y de defenderla, sin cuestionarle ese mérito por otras cuestiones
Debo dos al catedrático Francisco José Contreras. Porque me ha señalado, para que no se me pierda entre la avalancha informativa nuestra de cada día, las declaraciones a favor de la vida −contra el aborto− del presentador Iker Jiménez. Y porque lo hizo, de paso, provocándome una sonrisa: "Iker Jiménez se dedica a la investigación de prodigios paranormales. Y ha protagonizado uno. Porque que un presentador cargue contra el aborto en antena es prodigioso".
¡Y bien que carga! Tomando pie en una investigación de la Universidad de Northwestern de Chicago, en la que han detectado una explosión de luz cuando el espermatozoide se funde con el óvulo, el presentador de Cuarto milenio también explota: "Nos quieren hacer creer que somos un saco de células, poco menos que desechable, cuando hay una industria de millones y millones de fetos humanos que vive de eso".
"¿Qué ha pasado en el mundo −se pregunta− para que nos creamos la milonga de que algo no está vivo realmente, de que algo no tiene luz en el seno materno? Yo no me meto en aspectos religiosos, que es un tema muy complicado, pero nos preocupa todo mucho, menos la vida inocente de alguien que ya es alguien. Nos han comido el tarro para que sigan pasando cosas y que aquí nadie diga nada".
Y concluye: "El Estado, debería proteger de alguna forma la unicidad y la identidad de esas personas que tienen derecho a desarrollarse. Me gustaría que hubiera una conciencia humana de que eso hay que respetarlo, que es algo sagrado, pero no en el aspecto religioso, sino de la cantidad de conjunciones que han tenido que darse para esa cosa que todavía los científicos observan con asombro".
"¡Amén!" replicaría yo, si no me diese reparo que le pareciese a Iker un aplauso demasiado religioso. Diré: "¡Oh!". Sus palabras merecen el máximo eco; y por eso las recojo en el rincón de mi columna. Claro que alguien podría afearme mi admiración repentina e interesada por Iker Jiménez, del que apenas conocía su existencia por algunos chistes y cuyo programa no he visto nunca. Pero yo admiro a todo aquel que tenga el valor de decir una verdad incómoda y de defenderla, sin cuestionarle ese mérito por otras cuestiones. Si Iker Jiménez a veces dispara al aire y dice cosas extrañas, habrá que reconocerle también que eso le ha otorgado una admirable virtud, de la que tenemos que aprender mucho. No le importa lo que piense el resto del mundo de él.