Eduardo es un apasionado de la música y el cine. Detrás de ese pelo alborotado y una barba de varios días hay un ser en constante ebullición, que encontró la clave que necesitaba su vida después de un viaje a Roma
Desde pequeño no encajaba en el molde de hermano mayor responsable. Su padre probó con todos los deportes, pero nada llamaba su atención. Hasta que a los quince viendo la peli de Blues Brothers decidió que la música iba a ser lo suyo.
No es postureo. Eduardo necesitaba unir la creatividad a la armonía y el método. Al piano y a la guitarra era capaz de interpretar las notas a su estilo pero lo establecido se le escapaba. Y en la vida como en la música buscó la clave para marcar el compás.
Familia cristiana, práctica religiosa de siempre: ¿por qué? Tiempos turbulentos, rebeldía, ganas de vivir al límite, de tirarlo todo por la borda… hasta primero de carrera.
Un viaje a Roma y un buen amigo −“Eduardo, estás enfangado”−, el contacto con el Papa y con otros jóvenes, el heroísmo de los primeros mártires, y largos ratos de oración fueron su Damasco. “Roma fue mi momento de reconversión. A partir de ahí me planteé ser supernumerario del Opus Dei”.
“OK al replanteamiento de vida, pero… ¿del Opus Dei?, ¿cómo podía Dios pedirme esto si soy un desastre, si para nada soy el prototipo de cristiano”. De nuevo un cambio de ritmo o, mejor, un auténtico midpoint.
La clave y la resolución del conflicto: “Dios me conoce. Al fin y al cabo, los apóstoles no eran tíos sobresalientes, y Dios los eligió como pilares de la Iglesia”.
Han pasado unos años. Hoy Eduardo tiene 22, ha terminado Comunicación Audiovisual y ADE bilingüe, trabaja en una empresa de aplicaciones móviles, hace voluntariado, es amigo de sus amigos y sigue tocando la guitarra con su grupo. Todo es igual pero todo es distinto.
Aún se define como un desastre, aunque un poco menos. Y también como un tío feliz, “porque hay alguien que sabe lo que vales; vivir con Dios te hace esforzarte por sacar la mejor versión de ti mismo y eso te da una gran paz y alegría. Ser santo tiene mucho que ver con ser feliz”.