A veces nos cuesta ser conscientes de toda la maldad humano-diabólica, que encierran las acciones de algunos hombres
ReligionConfidencial.com
La sangre de los cristianos no clama venganza: alza su silenciosa voz al Cielo en ruego de perdón y de misericordia. Y siembra la tierra que maltratan los odiadores de la vida y del hombre; los odiadores de la familia y de los niños; los odiadores del Amor y de la Verdad
Ciento cincuenta mil. Escrito así, en letras, quizá impresiona menos que cuando lo expresamos en números: 150.000. En casos semejantes, las cifras parecen reflejar mejor, y con más contundencia, la realidad. 150.000 cristianos asesinados en actos de violencia en todo el mundo. Asaltos y quemas de Iglesias; irrupciones a mano armada en casas de familias cristianas; asesinatos de sacerdotes, de religiosas, de misioneros en diferentes rincones del mundo.
¿Motivos? A veces nos cuesta ser conscientes de toda la maldad humano-diabólica, que encierran las acciones de algunos hombres. Y quizá, se nos hace más difícil en estos tiempos de Navidad, que anhelamos sean, para todos, tiempos de paz, de alegría, de serenidad.
¿Motivos? Odio. No ya sólo corrientes fundamentalistas —de carácter religioso y de carácter laicista, que hoy son, quizá, las más radicalmente fundamentalistas— destructoras, que quieren arrancar de la faz de la tierra la presencia del Dios que habló con Moisés en el Sinaí, y que nos manifestó todo su amor en la Muerte en la Cruz y en la Resurrección de su Hijo, Jesucristo. A quienes les molesta la Cruz y el Belén; la Virgen María y su Hijo Jesucristo; y no soportan a la Iglesia en su constante tarea de anunciar la realidad de la Virgen Madre y de su Hijo, Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre.
Benedicto XVI, en la homilía de la Misa del Gallo, eleva el corazón a Dios niños, en plegaria y en petición: «Demos gracias porque el Dios Niños se pone en nuestras manos, mendiga, por decirlo así, nuestro amor, infunde paz en nuestro corazón. Esta alegría es también una oración: Señor, cumple por entero tu promesa. Quiebra las varas de los opresores. Quema las botas resonantes. Haz que termine el tiempo de las túnicas ensangrentadas».
1ª de Enero. Mensaje de Paz. La sangre de los cristianos no clama venganza. Unida a la Sangre de Jesucristo anhela extender la paz y la comprensión entre los hombres de todo el mundo, de todas las culturas, de todas las civilizaciones.
«Cumple la promesa: “la paz no tendrá fin”. Te damos gracias por tu bondad, y también te pedimos: Muestra tu poder. Erige en el mundo el dominio de tu Verdad, de tu Amor, el “reino de justicia, de amor y de paz”».
Benedicto XVI sabe que al diablo —y a muchos hombres y mujeres, por desgracia— le hacen temblar el solo vislumbrar la cercanía de la Verdad y el Amor. Y plantea la cuestión cara a cara:
«Si la verdad fuera sólo una fórmula matemática, en cierto sentido se impondría por sí misma. Pero la Verdad es Amor, y pide la fe, el “si” de nuestro corazón. ¿Qué busca nuestro corazón sino una Verdad que sea Amor? La busca el niño, con sus preguntas tan desarmantes y estimulantes; la busca el joven, necesitado de encontrar el sentido profundo de la propia vida; la busca el hombre y la mujer en su madurez, para orientar y apoyar el compromiso en la familia y en el trabajo; la busca la persona anciana, para dar cumplimiento a la existencia terrenal».
150.000 cristianos —la gran mayoría, católicos—, asesinados en el año 2010. ¿Por qué? Familias sencillas; cuidadores de leproserías; jóvenes, niños, ancianos; médicos trabajando en hospitales donde luchan por la vida enfermos de sida; sacerdotes y fieles en oración a Dios;…
La sangre de los cristianos no clama venganza: alza su silenciosa voz al Cielo en ruego de perdón y de misericordia. Y siembra la tierra que maltratan los odiadores de la vida y del hombre; los odiadores de la familia y de los niños; los odiadores del Amor y de la Verdad, en la esperanza de que:
«Todos los hombres y las sociedades, en todos los ámbitos y ángulos de la Tierra, puedan experimentar pronto que la Libertad religiosa es verdaderamente camino para la paz» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz).