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La actitud de los pastores, qué nos enseña el Dios-Niño, no olvidarnos de hacer el verdadero regalo…, son algunas pistas que te damos para rezar despacio estos días, y no perder de vista lo importante estas navidades. Son extractos de homilías del Papa, en las misas de Gallo de su pontificado.
1. El Creador que tiene todo se hace necesitado del amor humano
«El inclinarse de Dios ha asumido un realismo inaudito y antes inimaginable. Él se inclina: viene abajo, precisamente Él, como un niño, incluso hasta la miseria del establo, símbolo de toda necesidad y estado de abandono de los hombres. Dios baja realmente. Se hace un niño y pone en la condición de dependencia total propia de un ser humano recién nacido. El Creador que tiene todo en sus manos, del que todos nosotros dependemos, se hace pequeño y necesitado del amor humano». (Homilía de Benedicto XVI. Misa de Nochebuena, 24 de diciembre de 2008)
2. ¿Tenemos posada hoy para Dios?
«“Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” Esto se refiere también a nosotros, a cada persona y a la sociedad en su conjunto. ¿Tenemos tiempo para el prójimo que tiene necesidad de nuestra palabra, de mi palabra, de mi afecto? ¿Para aquel que sufre y necesita ayuda? ¿Para el prófugo o el refugiado que busca asilo? ¿Tenemos tiempo y espacio para Dios? ¿Puede entrar Él en nuestra vida? ¿Encuentra un lugar en nosotros o tenemos ocupado todo nuestro pensamiento, nuestro quehacer, nuestra vida, con nosotros mismos?». (Homilía de Benedicto XVI. Misa de Nochebuena, 24 de diciembre de 2007)
3. Los pastores, ejemplo para nosotros
«En su ambiente, los pastores eran despreciados; se les consideraba poco de fiar y en los tribunales no se les admitía como testigos. Ciertamente no eran grandes santos, si con este término se alude a personas de virtudes heroicas. El evangelio destaca una característica: eran personas vigilantes. Esto vale ante todo en su sentido exterior: por la noche velaban cercanos a sus ovejas. Pero también tiene un sentido más profundo. Su vida no estaba cerrada en sí misma; tenían un corazón abierto. De algún modo, en lo más íntimo de su ser, estaban esperando algo. Su vigilancia era disponibilidad; disponibilidad para escuchar, disponibilidad para ponerse en camino; era espera de la luz que les indicara el camino». (Homilía de Benedicto XVI. Misa de Nochebuena, 24 de diciembre de 2005)
4. La sencillez de Dios
«La señal de Dios es la sencillez. La señal de Dios es el niño. Éste es su modo de reinar. Él no viene con poderío y grandiosidad externas. Viene como niño inerme y necesitado de nuestra ayuda. No quiere abrumarnos con la fuerza. Nos evita el temor ante su grandeza. Pide nuestro amor: por eso se hace niño. No quiere de nosotros más que nuestro amor, a través del cual aprendemos espontáneamente a entrar en sus sentimientos, en su pensamiento y en su voluntad: aprendamos a vivir con Él y a practicar también con Él la humildad de la renuncia que es parte esencial del amor. Dios se ha hecho pequeño para que nosotros pudiéramos comprenderlo, acogerlo, amarlo». (Homilía de Benedicto XVI. Misa de Nochebuena, 24 de diciembre de 2006)
5. Dios con nosotros
«Desde este momento (el Nacimiento), Dios es realmente un “Dios con nosotros”. Ya no es el Dios lejano que, mediante la creación y a través de la conciencia, se puede intuir en cierto modo desde lejos. Él ha entrado en el mundo. Es quien está a nuestro lado. Cristo resucitado lo dijo a los suyos, nos lo dice a nosotros: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Por vosotros ha nacido el Salvador. Esta es una noticia que no puede dejarnos indiferentes. Si es verdadera, todo cambia. Si es cierta, también me afecta a mí. Y, entonces, también yo debo decir como los pastores: Vayamos, quiero ir derecho a Belén y ver la Palabra que ha sucedido allí». (Homilía de Benedicto XVI. Misa de Nochebuena, 24 de diciembre de 2009)
6. No dejarse llevar por las urgencias cotidianas
«Nos dice que los pastores, después de haber escuchado el mensaje del Ángel, se dijeron uno a otro: “Vamos derechos a Belén... Fueron corriendo” (Lc 2,15s.). En nuestra vida ordinaria las cosas no son así. La mayoría de los hombres no considera una prioridad las cosas de Dios. Esto —se piensa— siempre se podrá hacer. Pero el Evangelio nos dice: Dios tiene la máxima prioridad. Así, pues, si algo en nuestra vida merece premura sin tardanza, es solamente la causa de Dios. Dios es importante, lo más importante en absoluto en nuestra vida. Ésta es la prioridad que nos enseñan precisamente los pastores. Aprendamos de ellos a no dejarnos subyugar por todas las urgencias de la vida cotidiana». (Homilía de Benedicto XVI. Misa de Nochebuena, 24 de diciembre de 2009)
7. Es Cristo quien vive en mí
«¿Para qué te serviría que Cristo haya venido hecho carne una vez, si Él no llega hasta tu alma? Oremos para venga a nosotros cotidianamente y podamos decir: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí (Ga 2,20)». (Homilía de Benedicto XVI. Misa de Nochebuena, 24 de diciembre de 2009)
8. El verdadero regalo
«Entre tantos regalos que compramos y recibimos no olvidemos el verdadero regalo: darnos mutuamente algo de nosotros mismos. Darnos mutuamente nuestro tiempo. Abrir nuestro tiempo a Dios. Así la agitación se apacigua. Así nace la alegría, surge la fiesta. Y en las comidas de estos días de fiesta recordemos la palabra del Señor: “Cuando des una comida o una cena, no invites a quienes corresponderán invitándote, sino a los que nadie invita ni pueden invitarte” (cf. Lc 14,12-14). Precisamente, esto significa también: Cuando tú haces regalos en Navidad, no has de regalar algo sólo a quienes, a su vez, te regalan, sino también a los que nadie hace regalos ni pueden darte nada a cambio. Así ha actuado Dios mismo: Él nos invita a su banquete de bodas al que no podemos corresponder, sino que sólo podemos aceptar con alegría». (Homilía de Benedicto XVI. Misa de Nochebuena, 24 de diciembre de 2006)
9. Pedid paz para todos los países
«Hablando del Niño de Belén pensemos también en el pueblo que lleva el nombre de Belén; pensemos en aquel país en el que Jesús ha vivido y que tanto ha amado. Y roguemos para que allí se haga la paz. Que cesen el odio y la violencia. Que se abra el camino de la comprensión recíproca, se produzca una apertura de los corazones que abra las fronteras. Qué venga la paz que cantaron los ángeles en aquella noche». (Homilía de Benedicto XVI. Misa de Nochebuena, 24 de diciembre de 2008)
10. La estela de luz de los santos
«Donde ha brotado la fe en aquel Niño, ha florecido también la caridad: la bondad hacia los demás, la atención solícita a los débiles y los que sufren, la gracia del perdón. Desde Belén una estela de luz, de amor y de verdad impregna los siglos. Si nos fijamos en los santos —desde san Pablo y san Agustín a san Francisco y santo Domingo, desde san Francisco Javier a santa Teresa de Ávila y a la madre Teresa de Calcuta—, vemos esta corriente de bondad, este camino de luz que se inflama siempre de nuevo en el misterio de Belén, en el Dios que se ha hecho Niño. Contra la violencia de este mundo Dios opone, en ese Niño, su bondad y nos llama a seguir al Niño». (Homilía de Benedicto XVI. Misa de Nochebuena, 24 de diciembre de 2005)
11. El Señor nos ayuda a encontrar el camino
«Algunos comentaristas subrayan que los pastores, las almas sencillas, han sido los primeros en ir a ver a Jesús. Los sabios de Oriente, los representantes de quienes tienen renombre y alcurnia, llegaron mucho más tarde. Pues bien, también hoy hay almas sencillas y humildes que viven muy cerca del Señor. Pero la mayor parte, hombres modernos, vive lejos de Jesucristo. Pero hay sendas para todos. El Señor va poniendo hitos adecuados a cada uno. Él nos llama a todos, para que también nosotros podamos decir: ¡Ea!, emprendamos la marcha, vayamos a Belén, hacia ese Dios que ha venido a nuestro encuentro». (Homilía de Benedicto XVI. Misa de Nochebuena, 24 de diciembre de 2009)
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