El Periódico (Entrevista de Nuria Navarro)
Regina Medrano (Cartagena, 1969) es madre de 10 hijos —¡ DIEZ !—, cinco de ellos menores de 12 años. Pero es que, además, trabaja como experta en estimulación temprana en la escuela La Farga de Valldoreix. Y, pásmense, está entera y feliz.
Diez hijos. ¿Un plan, el azar, el mandato de Dios?
Conocí a mi marido en Menorca, nos enamoramos, me vino a ver a Madrid todos los fines de semana durante un año y medio y nos casamos. Nos queríamos tanto que al año tuvimos un hijo, y nos seguimos queriendo tanto que tuvimos el segundo...
¡Ha pasado desde los 24 a los 43 años embarazada!
Y les he dado el pecho a todos durante unos seis meses. Pero he tenido la suerte de recuperarme sin siquiera pasar por el gimnasio.
¿Y psicológicamente? ¿Cuál es el secreto para no desfallecer?
Tener un gran compañero de equipo y ser una muy buena empresaria. Gestionar la familia con amor, formación, entrega, alegría. El primero fue el que abrió el camino. El tercero y el cuarto fueron mil veces más fáciles que el primero. Con la experiencia, sabes por qué etapas van pasando.
Mucha renuncia habrá hecho.
Yo he tenido hijos y he hecho la carrera de Magisterio, me he sacado el título de patrón de embarcaciones de recreo, he acompañado a mi marido en viajes, he completado un máster en Matrimonio y Familia y otro en Masaje Infantil, y me he especializado en estimulación temprana. Como decía mi madre: «En la vida te da tiempo a hacer de todo».
Insisto, en principio hay renuncia.
Desde que me casé hasta que el pequeño tuvo un año, me dediqué muy gustosamente a la familia. En ese tiempo, cuando los pequeños se acostaban a las 7, fui estudiando. Hace 10 años empecé a dar cursos de estimulación de bebés y niños, y desde hace tres años, trabajo tres días por semana, media jornada.
Intelectualmente los niños dan poco juego.
Intelectualmente estás mucho más activa que cuando estás en un trabajo. El de 21 años estudia ADE; las de 20 y 19, periodismo y comunicación; el de segundo de bachillerato está haciendo un trabajo sobre el edificio más grande del mundo; el de primero de bachillerato me habla de filosofía y latín; la de primero de ESO ha cogido francés, el de P3 está aprendiendo los países europeos. ¡Es una riqueza enorme!
Cada uno tendrá su complicación.
Ellos van a ti cuando lo necesitan. El otro día pensaba que el baño empezaría a las 7, pero a la de 11 años le dolía el dedo tras jugar a voley. Le puse hielo, seguía llorando y supe que lo que estaba reclamando era «házme caso y llévame al médico». Así que monté a los pequeños en el coche y fuimos al CAP. Ese día no hubo baño, se limpiaron con una toallita y a cenar. Hay que ser flexible.
¿Cómo administra los caprichos?
En cada etapa hay unas necesidades que intentas satisfacer en fechas especiales. Pero la austeridad en la familia numerosa viene de serie.
Hablemos de intendencia. ¿Cómo se desplazan?
En un Volkswagen Caravelle de nueve plazas. Los mayores van en bici a la escuela, que está cerca de casa.
La compra ya no cabe...
La encargo a un súper que ofrece una buena relación calidad-precio y me la llevan a casa. Y cada 10 días voy al mercado de Cornellà con una amiga que tiene siete hijos y cargamos.
No imagino un desayuno.
Pues uno hace zumo en la thermomix, otros hacen las tostadas, otros ponen la mesa. Todos tienen interiorizados unos hábitos, unos valores, una responsabilidad. Su capacidad de aprendizaje es brutal y si lo haces con amor, aún más.
¿Las vacaciones?
A Menorca en Trasmediterránea, que nos hace el 50% de descuento.
Tendrá una legión de ayuda, ¿no?
Tengo a una santa llamada Paulina que lleva al día la ropa, pero no se queda a dormir. En algunas etapas he estado sola.
Los abuelos huyen, claro.
Mis padres fallecieron y mis suegros, que son maravillosos y están en el momento en que hacen falta, tienen cuarenta y tantos nietos.
¿No teme por el futuro de tantos hijos? El cambio climático, la crisis...
De lo que hay que preocuparse es de qué hijos vamos a dejar en este mundo, no en qué mundo se van a quedar. Fomentar valores como el esfuerzo, la generosidad, la entrega, la alegría, la paciencia, el compartir. Eso es algo propio de la familia numerosa, por definición.
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