Diario Vasco
Quienes han objetado que en su Viaje Benedicto XVI “arremetió contra” (verbo recurrente en numerosos titulares que parecían clonados por 'copy paste'), pasaron por alto el tono de voz pacífico, humilde, sabio y cercano al pronunciar homilías y discursos.
Después de seguir en tiempo real a través de la televisión el último viaje papal a España he releído sus homilías y discursos con el placer intelectual que proporciona a cualquier profesor universitario la altura de un personaje mundialmente escuchado y reconocido en los foros del pensamiento contemporáneo. Desde entonces, al repasar los artículos en varios medios he podido contrastar muchas de las afirmaciones críticas contra Benedicto XVI con datos que —sin prejuzgar intenciones— las desmienten.
En algunos análisis se ha llegado a considerar exiguo el número de peregrinos presenciales en las dos visitas. Sin embargo el interés de su visita pastoral lo confirman las más de 500.000 personas que en total acudieron a Santiago y a Barcelona, con presencia mayoritaria de jóvenes, y los altos índices de audiencia a través de las cadenas de televisión. El 34,8% de los españoles, unos 16,4 millones espectadores mayores de cuatro años, contactaron al menos un minuto con la programación especial que prepararon las cadenas de televisión con motivo de la visita del Papa a Santiago de Compostela y Barcelona (Fuente: Kantar Media).
Quienes han objetado que en su Viaje Benedicto XVI “arremetió contra” (verbo recurrente en numerosos titulares que parecían clonados por 'copy paste'), pasaron por alto el tono de voz pacífico, humilde, sabio y cercano al pronunciar homilías y discursos.
El Papa Ratzinger no viajó para imponer, sino que ha ofrecido una propuesta razonada del mensaje cristiano de gran actualidad y que resumiré en siete puntos:
— Una visión de Dios Amor amigo de la persona humana y garante de su libertad y de los derechos del hombre y de la mujer.
— Su apuesta valiente y liberadora por la verdad que junto al amor garantiza también el respeto a la persona.
— Un reconocimiento de la belleza como revelación de Dios y agradecido homenaje a los artistas que crearon la catedral de Santiago, la Plaza del Obradoiro y de manera eminente a la figura única de Gaudí.
— Más allá de cualquier reduccionismo estético-intimista, su propuesta a que los católicos continúen en España la reconocida aportación a la caridad efectiva tan presente en la grave crisis económica y el acento de la inexcusable dimensión de servicio para los cristianos, no como mera opción, sino como actitud inherente a la fe.
— También me parece necesaria y actual su propuesta de familia (según la ley natural) y de los derechos de la mujer que permitan a ésta la conciliación efectiva y su desarrollo integral.
— Resultó conmovedora su cercanía hacia los que sufren al visitar y apoyo al centro educativo para niños discapacitados ('Nen Déu') en Barcelona.
— Su manifiesto reconocimiento del desarrollo y progreso de la sociedad española, y las agradecidas palabras a todas las autoridades estatales autonómicas y locales en la colaboración para la buena marcha de este viaje, agradecimiento a las autoridades que reiteró en la audiencia general del miércoles ya en el Vaticano pocos días después. ¿Por qué no se han resaltado de su primer discurso los párrafos que expresan el reconocimiento a la sociedad española actual?: «(...) la que en el siglo XX ha suscitado nuevas instituciones, grupos y comunidades de vida cristiana y de acción apostólica y, en los últimos decenios, camina en concordia y unidad, en libertad y paz, mirando al futuro con esperanza y responsabilidad. Movida por su rico patrimonio de valores humanos y espirituales, busca asimismo superarse en medio de las dificultades y ofrecer su solidaridad a la comunidad internacional».
¿Cómo se entiende, entonces, que tantos medios se hayan centrado únicamente en algunas de las palabras que Benedicto XVI pronunció en la rueda de prensa durante el vuelo? ¿Por qué se dejaron en imagen fija aquellas frases que sólo constituyen una analogía respecto a los tratamientos de la religión cristiana tantas veces zafios y frecuentemente reductivistas por parte de los medios de comunicación? ¿No han coincidido en este mismo diagnóstico de virulencia anticlerical intelectuales europeos laicos?
Las palabras de la rueda de prensa improvisada en el avión iban dirigidas no a un Gobierno ni a los dirigentes de partidos políticos, sino al ambiente y situación cultural; es más, el Papa más bien lanzaba un llamamiento al diálogo, si se leen detenidamente estas frases: «esta disputa, más aún, este enfrentamiento entre fe y modernidad, ambos muy vivaces, se realiza hoy nuevamente en España: por eso, para el futuro de la fe y del encuentro —¡no el desencuentro!, sino encuentro— entre fe y laicidad, tiene un foco central también en la cultura española».
Por eso, no me parecen objetivas, o al menos rigurosas, la mayoría de las críticas que he leído, que llegan a asegurar que los católicos son minoría (¿minoria 92,5% son según la Oficina Estadística de la Secretaría de Estado del Vaticano, o 72,7% según el CIS?); califican a la Iglesia Católica definiendo a los fieles: «la minoría más privilegiada de todos los grupos de carácter sectario que hay en nuestra sociedad»; afirman que las ayudas del Estado ascienden a 6.000 millones de euros (son 250 millones los que los católicos aportan a través de la recaudación estatal a la Iglesia) y omiten los 35.000 millones de euros que la comunidad católica ahorra al Estado español a través de sus iniciativas educativas, asistenciales y sociales.
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