La real existencia de diferencias específicas en los sexos no es un hecho cultural, ni un pretexto ideológico ni tampoco responde a una creencia religiosa
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Leo en El Plural que los colegios concertados no podrán separar a los alumnos por razón de sexo y que el Ministerio de Educación pondrá todas las "herramientas para que estas prácticas no se lleven a cabo". Partiendo de que todo lo que es ley debe ser respetado y que sólo puede derogarse mediante vías democráticas, no sorprende que el gobierno del señor Zapatero considere discriminatoria la enseñanza diferenciada cuando hasta no hace mucho gozábamos de la presencia de una ministra que consideraba que regalar una pelota y un coche dirigido a un niño varón suponía forjar desde pequeño a un maltratador o violador de mujeres y a un machista redomado.
De los beneficios de la educación diferenciada he hablado en muchas ocasiones, como cuando señalé que de las 50 escuelas británicas con mejores resultados académicos 36 de ellas eran sólo de chicos o solo de chicas, o cuando mostraba que es una realidad que crece a pasos agigantados en Europa y en los EEUU y no sólo en la educación concertada o privada, sino también en la enseñanza pública. Y es que está demostrado que en las aulas es preferible para la formación personal y académica que los niños y niñas estén separados pero que coincidan en el recreo.
Por otro lado, la educación diferenciada no responde a criterios religiosos o ideológicos. En cambio, la educación mixta sirvió, sobre todo en España, para situar a las niñas en el mismo nivel de exigencia que los niños, no obstante este modelo educativo genera grandes problemas: aumento de violencia, desentendimiento de la diferencia sexual y fracaso escolar. Estudios, estadísticas e informes de sectores ideológicos bien distintos reconocen la necesidad de tener en cuenta las diferencias sexuales en las metodologías para solventar la crisis educativa.
Como ya hemos dicho en otras ocasiones en Opus Prima, la real existencia de diferencias específicas en los sexos no es un hecho cultural, ni un pretexto ideológico ni tampoco responde a una creencia religiosa; la neurociencia demuestra que los cerebros del hombre y de la mujer, incluso antes del nacimiento, son diferentes, que hay unas diferenciaciones innatas que no se pueden obviar aunque parezca más moderno ser asexual.
Es sabido que las mujeres utilizan las neuronas de ambos hemisferios cerebrales cuando leen, mientras que los hombres sólo utilizan las del hemisferio izquierdo, o que hombres y mujeres con el mismo coeficiente intelectual emplean distintas proporciones de materia gris y blanca cuando resuelven tests de inteligencia. Y aún es más sorprendente el estudio realizado por la neurocientífica Sandra Witelson (que estudió el cerebro de Eisntein en 1990) que asegura con total rotundidad que el cerebro es un órgano sexual con distinta estructura si se es hombre o se es mujer desde el momento de la concepción hasta la muerte.
La sexualidad no es cultural, es decir, no aprendemos a ser hombres o mujeres, sino que nacemos hombres o mujeres por lo que somos diferentes aunque tengamos la misma dignidad por el hecho de ser personas humanas. Las diferencias sexuales no se deben a roles o estereotipos, sino que responden a diferencias innatas. Por tanto, aunque la educación mixta tuvo importancia para favorecer la igualdad de oportunidades entre niños y niñas no ha evitado los problemas que suscita el cambio radical de la sociedad actual que ya no respeta como fundamentales valores como la familia, la autoridad (no confundir con el autoritarismo) de padres y maestros, el esfuerzo personal, o el reconocimiento de que a veces hay que sufrir para ser feliz. Es una evidencia empírica que estos valores están reemplazados hoy por la simple tolerancia ilimitada y por el sentimiento de que todo vale (nihilismo, relativismo).
El cerebro de un hombre y el de una mujer no se igualan en madurez hasta los 30 años. Esto certifica la diferente velocidad con que maduran los niños y las niñas. El desarrollo cognitivo del niño es mucho más lento que el de la niña, que rinde intelectualmente mucho más entre los 7 y los 16 años. Las niñas son mejores en destrezas verbales, desde que empiezan a hablar articulan mejor las palabras, crean estructuras oracionales más complejas y tienen mayor facilidad para la lectura y la escritura lo que genera un agravio comparativo muy fuerte para los niños. La diferencia también es real en los juegos, en las aficiones y las inquietudes, así como las formas de socialización o el modo de exteriorizar los sentimientos, todo esto hace que se requiera un modo particular para educar a los niños y a las niñas que no atiende la educación mixta.
Pero España no deja de ser un país fascinante donde se riegan los principios morales y los resultados científicos con napalm. Si regalar un simple balón supone forjar a un machista que maltratará a su pareja es lógico que se interprete la educación diferenciada de discriminatoria. Parece preferible que los niños y niñas se reconviertan conjuntamente al ideario socialista, que sus ositos entonen La Internacional como hacía el de la señora o señorita Pajín y que lean juntos cuentos como la Tarzana o Ceniciento.