Incluimos un artículo –publicado en el diario ‘Deia’ el 30 de julio de 1999– de Jutta Burggraf, profesora de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, que falleció en Pamplona el pasado día 5 de noviembre. Autora de más de 20 libros y coautora de 70, investigó sobre ecumenismo y teología de la mujer, entre otros temas.
Tengo que confesar que conocí el Opus Dei por una apuesta. Recuerdo muy bien el día, en que un grupo de amigos estábamos reunidos en un bar universitario en Colonia, lleno de humo y olor a cerveza. Hablábamos, como tantas veces, de la necesidad de cambiar de mundo, de las marchas estudiantes por la paz, las discriminaciones en los Estados Unidos, la miseria de África, la crueldad contra los negros, contra los niños, las mujeres y los animales, quizá también de la gran revolución mundial en que estábamos empeñados.
De pronto llegó Heike, un poco excitada y con cara de tener algo importante que contarnos «¡A que no adivináis lo que he visto! —prorrumpió—. Estuve en una residencia, en la que las chicas rezan juntas». Nosotros no podíamos imaginar semejante rareza. No la tomamos muy en serio pues queríamos seguir conversando de los temas acostumbrados.
Pero Heike insistió en la verdad de lo dicho: en nuestra ciudad, existía realmente una residencia, llamada "Müngersdorf", con un oratorio, donde las estudiantes rezaban. «¿Y qué rezan? —Por ejemplo, el rosario» - «¿Cuántos años tienen? —Tantos como nosotros». -«¿Son normales? —Parece que sí, y además muy majas».
Sonaba como un cuento de hadas, y gastamos bromas sobre un posible resurgir de la piedad en la juventud de nuestro país secularizado. «Pero si esto es verdad —pensé yo— quiero conocer a estas chicas». Así lo dije al final de las discusiones y, bajo el asombroso beneplácito de Ralf y Thomas —jefes del partido marxista de la Universidad— hice una apuesta con Heike: me comprometí a conocer aquella residencia; y si, por si acaso, viera allí a unas chicas rezando, me costaría dos botellas de vino tinto; en caso contrario, las botellas las compraría Heike.
Así llegué a "Müngersdorf". Encontré allí a unas chicas abiertas y simpáticas, que mostraron auténtica alegría por mi interés. Me enseñaron toda la casa, con detalles y explicaciones, respondieron pacientemente a mis preguntas, y después de pasar un buen rato juntas, me invitaron —¡para colmo!— a rezar con ellas en un oratorio.
Sobra decir que me sentía un poco hipócrita en aquel escenario. Pero como ya había cogido confianza, les conté la razón de mi visita. Entonces, me respondieron con buen humor:«puedes decir a tus compañeros, que no sólo has visto a unas chicas rezando, sino que tú también eres una de las chicas que reza en nuestro oratorio».
Enlace relacionado:
Muere Jutta Burggraf, una teóloga abierta a los demás, de Juan Meseguer, en Aceprensa
¡Gracias, Jutta!, de Elisa Luque Alcaide