El término ‘familia’ se deconstruye, llamando con ese nombre a cualquier relación sexual o reproductiva
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El feminismo radical no busca la igualdad o equidad entre los sexos, sino una confrontación lo más exacerbada posible. El método es atacar la familia de todas las formas posibles. La base intelectual de esta ideología es el marxismo más antiguo, pues aunque económica y políticamente ha sido vencido, no ocurre igual en la tardomodernidad que lo usa de un modo muy consciente.
Cito del libro Del sexo al género de Isabel Llanes, publicado recientemente en la editorial Eunsa, lo siguiente.
«Para Marx toda la historia es una lucha de clases, de opresor contra oprimido; es una batalla que sólo podrá resolverse cuando los oprimidos se percaten de su situación, se alcen en revolución e impongan una dictadura de los oprimidos. En su visión de futuro creía que la sociedad debía ser totalmente reconstruida para emerger una sociedad sin clases, libre de conflictos, que aseguraría para todos una paz y una prosperidad plenas, utópicas…».
Engels relata la historia de la mujer y dice que la primera opresión se dio contra ella por el matrimonio, el hombre se hace propietario de la mujer. La liberación de la mujer pasa por la destrucción de la familia.
En esta línea, la feminista Sulamith Firestone, declara que eso se consigue cuando la mujer se apodera del control de la reproducción, el control sobre su propio cuerpo. Incluyendo, claro está, la anticoncepción y el aborto.
El uso sexual será indiferente y polimorfo, heterosexual, homosexual, bisexual, travestido, lo importante es la igualdad total entre hombre y mujer y se debe superar la barrera reproductiva como sea. Son muchas mujeres, desde Simone de Bauvoir hasta las más recientes, las que aborrecen la maternidad.
El fin de esos feminismos no es una vida mejor de la mujer sino deconstruir la sociedad, usando el famosos verbo del posmoderno Derrida. Esto se consigue a través del lenguaje, de la educación, de la propaganda, de los cambios de leyes. El enemigo ya no es la discriminación (no defendida hoy por nadie) sino la misma distinción de sexos, pues si no hubiera hombres y mujeres no existiría la subordinación.
Como lo biológico se puede cambiar muy poco, se tiende a cambiar lo cultural que rodea al sexo. Así se tratará de desmaternizar a las mujeres, pues la maternidad sería una alienación y una esclavitud femenina. El término ‘familia’ se deconstruye, llamando con ese nombre a cualquier relación sexual o reproductiva.
Es posible seguir, pero sugiero leer el libro de Llanes que detalla este feminismo radical.
Los marxismos económico y político fueron vencidos en su mismo terreno al generar pobreza y miseria y destruir la vida social. El feminismo radical seguirá desgraciadamente el mismo camino: frustración de la mujer, esterilidad, enfermedades mentales crecientes, suicidios, pobreza.
Cabe decir, que si fueron suficientes setenta años para desvelar la mentira económica y política del marxismo, es muy posible que dure menos este engaño renovado, pues la familia es mucho más fuerte que los problemas económicos, y el amor interpersonal entre hombre y mujer más poderoso que la separación entre amor y sexo.