Sus preguntas, sobre todo al principio, estaban hechas con la peor intención
El periodista alemán Peter Seewald, autor del libro “Luz del mundo. El Papa, la iglesia y los signos de los tiempos”, manifestó recientemente su sorpresa por la calidad y disponibilidad de Benedicto XVI, que le dedicó una semana de tiempo y respondió a todo tipo de preguntas. El volumen, que en principio se podrá comprar a partir del 24 de noviembre en las librerías, trata, entre otras cosas, de argumentos que han originado críticas muy duras y polémicas a lo largo de estos cinco años y medio de pontificado.
«Al Papa le encanta España, no hay otro país que haya visitado tanto. Le resulta apasionante su pasado y le interesa muchísimo su presente, que percibe como una encrucijada dramática entre el laicismo radical y la decisiva fe».
Esto es lo que nos cuenta el periodista alemán Peter Seewald, que ya entrevistó en dos ocasiones al Cardenal Ratzinger, para sus libros “La sal de la Tierra” (1996), y “Dios y el Mundo” (2002), y que ahora ha entrevistado al ya Papa Benedicto XVI para un nuevo libro que aparecerá el próximo el 24 de noviembre, simultáneamente en 12 países. Promete ser un éxito editorial mayor aún que los dos anteriores y aborda asuntos tan difíciles como los escándalos por abusos.
«El Papa está convencido de que la Iglesia está atravesando una grave crisis», dice Seewald, que anota además que «su prioridad, tras pedir perdón, es ocuparse de ayudar y sanar a las víctimas, después ocuparse de que algo así no pueda volver a ocurrir, por medio de una correcta selección de los candidatos al sacerdocio, y en tercer lugar, que los autores sean castigados y excluidos de cualquier posibilidad de repetir acciones a las que el Pontífice vuelve a referirse como crímenes monstruosos».
A Seewald le sigue sorprendiendo que Benedicto XVI hable tan abiertamente sobre las cuestiones más difíciles, como esta. Le asombra que jamás le haya pedido las preguntas de las entrevistas por anticipado ni haya rechazado contestar a ninguna de ellas, a pesar de que, sobre todo al principio, estaban hechas con la peor intención.
Y es que Peter Seewald fue durante décadas ateo y militante de la izquierda radical. De hecho, cuando le encargaron su primera semblanza sobre el entonces Cardenal Ratzinger, trabajaba para varias publicaciones hostiles con la Iglesia Católica. Su historia personal de conversión es hoy testimonio para muchas otras personas que, como él, emprendieron «la búsqueda de la libertad por el camino equivocado», según él mismo reconoce.
Seewald atribuye un papel fundamental en esa conversión a los encuentros con el Papa. Nacido en Baviera en 1954, de niño era un “entusiasta monaguillo”, según recuerda, que disfrutaba especialmente en las Misas Rorate, pero en su juventud abrazó el comunismo y abandonó la Iglesia “como quien se quita un abrigo”.
«Me vi envuelto en una búsqueda de un mundo mejor a través de la justicia social en la que nos resultaba más cómodo librarnos de aquellas normas morales, de una religión que nos decía cómo teníamos que vivir. Para nosotros, el Papa era parte del imperialismo internacional, un servidor del capital», reconoce, y cuando le encargaron un trabajo sobre el Cardenal que llevaba 10 años al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, descubrió con sorpresa que «el tiempo, criterio indiscutible, había dado la razón a los análisis de la sociedad que Ratzinger había hecho en el pasado, como Obispo de Munich y el hecho me inquietó».
El contacto con el Papa lo enfrentó a la evidencia de que sus ideales revolucionarios no convertían el mundo en un lugar más justo y a su sentimiento de vacío. «Primero, sin poder explicármelo a mí mismo, sentí la necesidad de bautizar a mis hijos. Me resultaba muy desagradable pensar que les estaba negando eso. Yo me mantuve a distancia, porque me sentía ajeno a la Iglesia. Pero cuando crecieron, tenía que llevarlos, y poco a poco me atreví a entrar. Lo primero que sentí fue todo aquel amor, otra vez. Aquellas canciones que seguían cantándose, aquel calor espiritual que llenaba un vacío que ni siquiera había percibido en mi interior», relata sobre el proceso, que encontró su más duro escollo en los dogmas doctrinales.
Hoy en día, asegura que sólo el Papa colma sus ansias revolucionarias: «Sus posiciones sobre el estilo de vida son un desafío a las tendencias baratas, sus advertencias contra la pérdida de identidad y el nuevo paganismo del pensamiento son proféticas, provocadoras, y la precisión de su pensamiento junto a la fuerza y la esperanza de su fe transmiten una gran fuerza».
Después de la relación privilegiada que, como periodista, le han permitido las tres entrevistas realizadas, llega a la conclusión de que «el gran valor del Papa es su pensamiento, que se estructura en un sólido, preciso y coherente sistema en torno a la fe, a las cuestiones fundamentales de la existencia humana, al sentido de la vida, y que aborda de forma irrefutable la definición del progreso, la educación en valores y el peligro de la relativización».
«No a todas las preguntas da respuesta. Muchas cosas de ese Dios, siguen siendo, también para él, un enigma. Tiene el carisma de un hombre sabio, pero lo que verdaderamente toca el alma de él es su bondad», dice Seewald, sin temor a resultar, en los piropos a Benedicto XVI, más papista que el Papa.