El Cristianismo es clave para entender la personalidad histórica de España
El Mundo - Castellón
El viaje del Papa a Santiago de Compostela y a Barcelona es un "hasta pronto", pues volverá a España en verano de 2011, a la Jornada Mundial de la Juventud.
Sobre todo desde instancias catalanas, se reclamaba sin rodeos la presencia de Zapatero en la Misa de dedicación de la Sagrada Familia. Habrá pensado que no le interesaba por motivos electorales o de imagen, o temía abucheos a la entrada o salida de la Sagrada Familia. Se ha equivocado. Opino como Duran Lleida, quien ha recordado la presencia de Zapatero en una oración protestante en 2009, invitado por Obama. ¿Obama bien vale una oración protestante y Barcelona no una Misa?
Si Zapatero se aferra a que España es un Estado aconfesional —como ha recordado a Benedicto XVI—, alguien debería decirle que no distingue planos. Ni el Papa ni la Iglesia Católica ni los católicos piden un Estado confesional, sino simplemente un reconocimiento real y con hechos del peso del catolicismo en nuestra sociedad, historia y cultura, en línea con las palabras del Rey, al afirmar que el Cristianismo es clave para entender la personalidad histórica de España.
En Santiago, el Papa se ha centrado en la nueva evangelización de Europa, y de España en particular. Una nueva evangelización que se realice estableciendo un diálogo eficaz, sin componendas ni prejuicios, ente fe y razón: es insistente la repetición de este mensaje por parte de Benedicto XVI, porque ve que el laicismo de nuestros días arrincona la fe como algo opuesto a la razón y al progreso, cuando se apoyan mutuamente. De ahí su petición de que el cielo europeo se abra a Dios, a la trascendencia, en contra del relativismo actual. Y alerta sobre el ateísmo, que no es necesariamente inofensivo.
En Barcelona, se ha centrado en la familia, basada en la unión indisoluble de un hombre y una mujer, abierta a la vida. Llama la atención leer que el Papa "ataca" el divorcio, el matrimonio gay y el aborto. Simplemente, recuerda realidades naturales, racionales, que la fe refuerza, y los ofrece como tesoro para la sociedad. ¿Eso es atacar? o ¿más bien intentar callar al Papa, en un tono beligerante? Particularmente, me rechina escuchar que el Papa defiende el matrimonio "tradicional", como si fuera una pieza de anticuario opuesta al progreso y a la modernidad. ¿Y si empezamos a dialogar, y resulta que el progreso es reforzar lo que da vigor y dignidad a una sociedad?