Cuando domina el relativismo y la intolerancia ante el cristianismo
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Publico estas líneas y sobre todo los enlaces correspondientes, movido por el panorama de silencio que ha seguido a unas palabras de Charles J. Chaput, Arzobispo de Denver, pronunciadas el pasado 24 de agosto de 2010 en una conferencia en Spisske Podhradie, invitado por la asociación de estudiosos de derecho canónico de Eslovaquia.
En pocas palabras, Chaput ha venido a decir algo bastante conocido: que «sólo la verdad puede hacer libre al hombre».
Y el caso es que —en buena parte del mundo en que vivimos— casi todo vale y es tolerable, excepto las personas que pretendan buscar y vivir según la verdad acerca de los seres humanos como personas.
Y conviene recordar el estatuto al tiempo individual y social de las "personas" (no meros "individuos") porque Chaput pone el dedo en la llaga de no pocos poderes públicos. Los que pretenden y hacen todo lo que pueden —por ejemplo— de modo que las manifestaciones de naturaleza trascendente y religiosa de las personas se limite a su "privacidad" (sea ello lo que fuere), pero que en cualquier caso no tengan lugar ni menos relevancia en la esfera pública, social, cívica, de la misma sociedad.
Chaput recuerda la necesidad de buscar y hablar acerca de la verdad de los seres humanos y desde luego de las consecuencias que esto tiene respecto del respeto a la vida, o al matrimonio, en los clásicos aerópagos europeos, en los que —de un modo u otro, más o menos violento— se impide tal cosa.
Chaput no tiene el mínimo inconveniente en señalar como gran enemigo al relativismo asumido como ideología de Estado, que de modo intolerante y oficial plantea el cristianismo como algo repugnante, dada su pasión por la verdad del destino trascendente de todas las personas y por la vida vivida según la dignidad de tal verdad, y el consiguiente cuidado de la naturaleza.
No es de extrañar que las consecuencias de esta manera de ver las cosas sean "verdades subversivas" en un mundo que quiere negar a la vida humana una naturaleza y un fin intrínsecos.
Y por lo tanto, la Iglesia "debe ser públicamente castigada" (ahora ya no se lleva hablar de persecución, como en contextos marxistas o nazis) porque al reafirmar tales verdades se convierte en "la más irreductible y peligrosa hereje del nuevo orden del mundo".
Esto explica, imagino, el ensordecedor silencio público que ha acogido este planteamiento claro y diáfano, en vez de ser convenientemente dialogado y discutido —si fuera el caso— desde los ámbitos del poder, incluidos los medios de comunicación.
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Hay referencias en castellano en: Sandro Magister, Cuando el tribunal del mundo condena a la Iglesia por herejía: ahí aparecen extensos párrafos selectos en castellano (y el texto completo de la conferencia en inglés en Living Within the Truth).
También, en Hazte Oir, Libertad religiosa y misión católica en el nuevo orden mundial.