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Si el ateísmo desaparece alguna vez de la faz de la tierra, la reacción en el mundo no será una alegría irreprimida sino más bien una indiferencia lánguida.
Llegué a esta conclusión después de ver a Edwin Kagin, director a nivel nacional de la American Atheists Inc, en el programa "Nightline" de la cadena ABC. Por lo que allí apareció, ofrece la posibilidad de practicar "desbautismos" en la convención anual de American Atheists que debe celebrarse en Newark, New Jersey.
El proceso consiste en la aplicación de un secador de cabellos etiquetado como "Razón y Verdad" a los ateos que desean secar los restos de agua usada en su bautismo. Le dijo al entrevistador que la ceremonia tiene "el mismo valor que el bautismo original".
Quizá esto pueda intranquilizar a algunas personas, pero lo que a mí me vino a la cabeza fue, "¿Es que no pueden hacer algo mejor?" ¿Sin pensamiento clarividente? ¿Sin argumentos de lógica férrea? ¿Sin evidencia empírica? ¿Sin intentos de actuar racionalmente? ¿Dónde están aquellos escépticos de otros tiempos, que buscaban sinceramente a Dios, para llegar al final a la convicción de que no lo habían encontrado? El estudio honesto e inteligente de las motivos tan apreciados por los creyentes no les conducían a las mismas conclusiones que a estos.
Para los ahora demasiado jóvenes para recordarlo, la American Atheists Inc. es la organización fundada por la intrigante, traicionera y vengativa Madalyn O'Hair, que fue asesinada por uno de los muchos empleados ateos disgustados que tenía.
Prefiero aquí hacer una distinción entre los ateos razonables y los del estilo fundamentalista. Ciertamente, existen muchas razones para ser ateo. Uno puede haber nacido en una familia en la que no se habló nunca de religión, o haber crecido en un país en el que se penalizaba con encarcelación o muerte cualquier signo de convicción religiosa, tal como fue común en los regímenes ateos del siglo XX. Quizá la muerte de un ser querido o cualquier tragedia personal le ha distanciado de su Creador, o tal vez ocurra que no haya lugar para Dios en su estilo de vida. En cualquier caso estas personas no creen en Dios porque no pueden.
Los ateos fundamentalistas en cambio no creen en Dios porque no quieren. Además, no están satisfechos con simplemente no creer, sino que quieren asegurarse de que no haya nadie en desacuerdo con ellos.
La verdad es que desde hace años estamos siendo testigos de la agonía del ateísmo fundamentalista. Cuando Christopher Hitchens insistía, contra toda evidencia que la Madre Teresa era "una fanática, una fundamentalista, y una embaucadora", uno se daba cuenta de que algo iba mal. Resultaba un tanto extraño que no incluyera algo que diera base para su afirmación, aunque sólo fuera como una nota a pié de página.
Cuando Sam Harris afirmaba que el 90 por ciento de los suecos son ateos y que, en consecuencia, el resto del mundo debería acomodarse a esta tendencia, la gente más racional quedó totalmente desconcertada, al igual que ocurrió cuando Stephen Fry insistió en que los polacos aprovecharon la invasión nazi de su país como excusa para construir campos de concentración y matar así a sus compatriotas judíos.
El clavo más reciente en el ataúd del ateísmo moderno fue el descubrimiento de Dios por parte de Anthony Flew (1923-2010), el afamado filosofo ateo británico. Flew era la última pluma educada e inteligente de aquel colectivo. Y ahora, incluso muerto, ha quedado completamente de nuestro lado.
Kagin debería hacer un parón antes de proseguir en su ataque al cristianismo y someter a estudio el comportamiento de su propia comunidad con ayuda del microscopio.
Aparte del dolor con que las filosofías ateas han afligido al mundo —a través del objetivismo, del comunismo totalitario, darwinismo social, eugenesia, positivismo, individualismo, cientificismo, pseudo-ciencia freudiana y materialismo— la clase de gente que atraen a su comunidad cuando se burlan de la religión, debería ser causa de preocupación para ellos. Ciertamente no es la gente amable y misericordiosa la que puede sentirse atraída por un grupo que se dedica a escarnecer a los demás.
Llevo largo tiempo siendo católico y nunca he escuchado las palabras "ateísmo" y "ateo" en la iglesia. Como ateo antes de convertirme al catolicismo, puedo asegurar que aquella comunidad está obsesionada con la Iglesia y es incapaz de discutir nada que no sea el motivo más reciente para odiarnos.
Nunca hablan acerca de las maravillas y glorias del ateísmo. Nunca presentan ateos virtuosos como modelos para ellos mismos o para sus hijos. Nunca se organizan para ayudar al sometido al infortunio. Francamente, tras un par de años no aguanté más.
Dejé el ateísmo porque lo encontraba impertinente, perverso y moribundo, gozándose en su propia amargura y visión negativa. Resulta sorprendente que haya quien sobreviva el rechazo total de la lógica y de la realidad, no importa con que esperanza, mientras se picotean datos que den soporte a las propias opiniones.
Si los fundamentalistas ateos desean promover una actitud de ridiculización y condena de los otros, deben dejar de lado su pretensión de que son más compasivos que los cristianos, algo que constituye una de sus fantasías más queridas.
Para su ufana inteligencia, ninguno de ellos ha considerado qué significa la regla de oro. A pesar de esta laguna, se creen ellos "tolerantes" y los teístas intolerantes, cosa bien curiosa cuando se tiene en cuenta que los católicos no se encuentran semanalmente para increpar a los ateos o aunar esfuerzos para limitar los derechos de los ateos.
Kagin pretende incluso que los padres que enseñan cualquier valor religioso a sus hijos están cometiendo un abuso de la infancia: "Es la enseñanza de los niños lo que hace que el mundo vaya de manera distinta a como debería. Esto puede ser extraordinariamente peligroso".
Por si esto fuera poco, también cree que la gente religiosa es violenta: "En mi opinión, son aliados del terrorismo al debilitar nuestra nación y nuestra comprensión de la ciencia y de aquellas cosas con las que podemos defendernos y progresar. Si no fuera por estos imbéciles podríamos estar en la estrellas desde hace 2.000 años".
Llevados por su misma lógica, podríamos pedir responsabilidades a Kagin y sus aliados de todos los crímenes de la infame historia del ateísmo, incluyendo a Ho Chi Minh, Yet Samrin, Pol Pot, Josip Broz Tito, Kim Il-Sung, Benito Mussolini, Fidel Castro, Che Guevara, Nicolae Ceauçescu, Mao Zedong, Mengistu Haile Mariam, Béla Kun, Joseph Stalin, Vladimir Lenin y Mátyás Rákosi. Monstruos genocidas y ateos todos ellos (Aunque Mussolini se convirtió al catolicismo, lo hizo tan solo después de alcanzar el poder y claramente como una maniobra política para consolidarse en el poder. Sus padres eran ateos, fue educado como ateo y murió siendo ateo).
Si los ateos pudieran vivir vidas virtuosas, llenas de compasión y generosidad, que les llevara a edificar hospitales, universidades, centros de atención social (tres invenciones católicas, por cierto), comedores para necesitados, centros de atención a los ancianos y escuelas para niños pobres —todo esto sin ninguna inspiración por el amor de Dios como ayuda— entonces nos encontraríamos en una situación más débil.
Pero resulta que la mejor e irrefutable prueba de la existencia de Dios es que los ateos parecen incapaces de este tipo de generosidad. Si Dios no existe en realidad, y no puede inspirar por tanto a los que creen en Él, ¿cómo es posible que los cristianos sean capaces de hacer aquello que la comunidad atea elude?
Como nos recuerda Teilhard de Chardin, "La alegría es la señal infalible de la presencia de Dios" Escarnecer es el resultado de la amargura y falta de caridad. O, en otras palabras, quien pierde es el que odia.
No es extraño en absoluto que los ateos fundamentalistas tomaran como opción atacar a los que están en desacuerdo con ellos, ya que carecen de la racionalidad como soporte para mantenerse en pie. Serán bienvenidos si pueden aportar pruebas de que Dios no existe.
Sin embargo, resulta extraño que una gente que alardea de "racional" insista en este punto, si se tiene en cuenta que es imposible probar una proposición negativa (la no-existencia de Dios). Parece como si los ateos vivieran de una fe, creyendo en cosas que no pueden ser vistas, y mucho menos probadas. En este aspecto los ateos tienen ciertamente mucho en común con nosotros. Pero lo que les falta es descubrir el amor de Dios en sus vidas
Angelo Stagnaro es periodista y colabora en el “Catholic News Service (USCCB)” y en varios periódicos católicos de Estados Unidos y en Europa.
(*) Publicado originariamente en Mercatornet
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