Entrevista a Silvia Sesé, médico internista en el Hospital Monkole de Kinshasa (R.D. del Congo)
Catalunya Cristiana (Entrevista de Samuel Gutiérrez)
Esta médico internista especializada en Medicina Tropical lleva casi nueve años en la República Democrática del Congo como profesional y docente en el Hospital de Monkolo, en Kinshasa. La Dra. Silvia Sesé (Barcelona, 1961) es, además. licenciada en Teología, por lo que en su vida medicina y fe van íntimamente unidas. Tras cinco años sin visitar a su familia, este verano la Dra. Sesé ha estado en Barcelona, donde ha podido compartir con los suyos la alegría que provoca en ella el poner su vida y su profesión al servicio de los más necesitados.
¿Qué la llevó hace ya nueve años a la República Democrática del Congo?
En el año 2001 me propusieron trasladarme a Kinshasa para trabajar en el Hospital Monkole, una obra impulsada por el Opus Dei que poco a poco se ha convertido en centro médico referencia para todo el país. En aquellos momentos el hospital vivía un momento de expansión y necesitaban médicos, no sólo para la atención a los pacientes, sino también para poder impartir formación a los estudiantes autóctonos. A mí me propusieron, además, poner en marcha el servicio de medicina interna en este hospital.
Tengo entendido que cuando usted decidió trasladarse a África estaba muy bien situada en un hospital privado de Tenerife...
Sí, estaba muy bien, pero al mismo tiempo tenía ganas de poder ayudar a otro nivel, en un lugar donde no hubiera tantos recursos, y sobre todo teniendo en cuenta las enormes necesidades que hay en África. Me animó mucho a dar ese paso la dimensión docente que iba a tener mi trabajo, ya que creo que es de las mejores inversiones que se pueden en estos países. La República Democrática del Congo sufre todavía hoy las terribles consecuencias de la guerra, sobre todo en el ámbito educativo y de sanidad. Precisamente la propuesta que me hicieron combinaba estos dos componentes tan importantes para el desarrollo de cualquier país.
¿Qué papel juega la fe en esta «aventura» africana?
Si no fuese por la fe y por la vida cristiana que intento llevar, quizás no me habría atraído tanto esta propuesta de ayudar con mi profesión y con mi vida a los que más lo necesitan. Por eso, a lo largo de estos nueves años, he intentado hacerme una más entre los congoleños y confieso que estoy muy a gusto. Son gente muy acogedora, el ambiente es más propenso a las relaciones humanas, menos tecnificado, con menos prisas, con menos competitividad...
Tras casi nueve años en el Congo, ¿no piensa ya en volver?
De momento, no. Allí hay muchas necesidades y más ahora, con la ampliación prevista del hospital Monkole, que inicialmente nació en 1991 como un pequeño dispensario en el barrio de Mongafula, en Kinshasa.
Aunque al principio se centró sobre todo en los niños y en las mujeres embarazadas, poco a poco fue ampliando sus servicios: pediatría, medicina interna, cirugía... También se ha invertido mucho en la docencia y en la formación, y se han impulsado programas de prevención en los centros escolares más distantes del hospital. Actualmente estamos a la espera de una gran ampliación que dotará al hospital de 150 camas.
Otros proyectos importantes son el impulso que queremos dar al banco de sangre, absolutamente imprescindible debido al tipo de enfermedades que se producen sobre todo en la población infantil, y el diagnóstico precoz del virus del VIH. En el hospital Monkole tenemos muy claro que no se trata sólo de resolver problemas médicos puntuales, sino que es muy importante el acompañamiento personal, es decir, estar con ellos y que sientan que no están solos.
¿Cómo vive su fe una miembro del Opus Dei, con una espiritualidad más bien reservada, en medio de una Iglesia tan gestual y expresiva como la africana?
Te acabas adaptando. Su manera de manifestar la fe es muy externa, a través de la música y el baile, y eso es bueno, siempre y cuando no se descuide la dimensión más interior. Por eso, yo creo que nos enriquecemos mutuamente y el intercambio de tradiciones y sensibilidades nos ayuda a crecer en la fe.