Alfa y Omega
Ni el subsidio por desempleo, ni los cursos del INEM, ni los ahorros que quedan en la cuenta corriente: el mejor seguro para pasar la crisis es la familia. Matrimonios que crecen en la adversidad; padres que pagan los recibos de sus hijos; hijos que financian los gastos de sus padres?
Y, a pesar de que las políticas familiares en España son prácticamente nulas, los expertos avisan: para recuperar moral y económicamente a nuestro país, las Administraciones tienen que empezar, sí o sí, por ayudar a la familia. No es una opción, ni un lujo. Es una necesidad para garantizar nuestro futuro
Álvaro tiene 32 años, y llevaba varios años trabajando y emancipado. Hace unos meses, un recorte en la empresa lo dejó en la calle, sin sueldo, pero con las letras del coche y de la hipoteca aún por pagar. «Menos mal que mis padres están pagando el coche y me ayudan con la casa, que si no, no llegaba a fin de mes. Y eso que mi casa es un minipiso, y mi coche, de lo más normalito», dice.
Los señores Pérez rondan los cincuenta años cada uno. En los noventa, cuando sus tres hijos eran pequeños, su familia fue una de las afectadas por las enormes tasas de paro que azotaban España (casi el 25% de la población estaba en paro en el primer trimestre de 1994). Los padres de la esposa les echaron entonces una mano, prestándoles sus ahorros y ocupándose de las deudas. Quince años después, ambos se han vuelto a quedar en el paro, y como los abuelos han fallecido, han sido sus hijos, ya en edad de trabajar, los que han salido en auxilio del matrimonio.
Ella reconoce que «hemos educado a nuestros hijos con mucho amor, y desde pequeños han visto que en casa siempre nos ayudamos unos a otros. Ahora nos están ayudando muchísimo, y eso que el mayor también está en paro, pero como su mujer es funcionaria, mantiene su sueldo, aunque ya le han bajado un 5%». Así que del sueldo de dos matrimonios y del cónyuge de un tercero, «están viviendo ellos, sus hijos y nosotros. Si no llega a ser por mis hijos y mis nueras, no sé qué habría sido de mi marido y de mí», dice.
Historias como éstas se repiten por doquier, y raro es el español que no conoce un caso similar en su entorno: padres que pagan la hipoteca de sus hijos; hijos que sostienen los gastos de sus padres; matrimonios que cierran filas ante el paro? No hace falta ser catedrático de economía para comprobar que cuando la crisis golpea y el subsidio por desempleo se convierte en el único ingreso para miles de hogares, el auxilio verdaderamente eficaz es el que presta la familia.
De hecho, el último Informe FOESSA para Cáritas muestra que, en 2009, la crisis ha incrementado en un 3,4% la pobreza en España, y que los más afectados han sido, precisamente, quienes no tienen el colchón de su familia: inmigrantes desarraigados, jóvenes, y hogares encabezados no por un matrimonio, sino sólo por la mujer.
¿Más temor, menos hijos?
Cuando, hace unas semanas, el Instituto Nacional de Estadística daba a conocer que la tasa de natalidad había descendido en España por primera vez en diez años, el diario El País resumía en un titular los cientos de comentarios que se vertieron en los medios: Miedo a la economía, miedo a tener hijos.
En efecto, las escasas ayudas para los hogares -España ocupa el puesto 22 de 25 en ayudas a la familia en Europa-, así como las consecuencias de la crisis -inestabilidad laboral, menos ingresos, etc.-, parecen haber disuadido a muchas parejas de lanzarse a la maravillosa aventura de la paternidad.
Sin embargo, lo que ningún medio se atrevió a vincular con esta noticia es que, el mismo día en que el INE daba a conocer estos datos, también confirmaba que el número de matrimonios ha caído un 11% respecto a hace un año, y que, también por primera vez, las bodas civiles superan a las religiosas.
Esto es, que las parejas españolas dan la espalda al compromiso conyugal y, sobre todo, a un modelo familiar que, entre otras cosas, concibe las relaciones sexuales en el matrimonio desde una triple e indisoluble perspectiva: unión de la pareja, disfrute de la sexualidad y apertura a la vida. Dicho de otro modo: alarma la caída de la natalidad, pero la sociedad asume y fomenta que el matrimonio, si se da, no supone abrirse a la vida.
En efecto, esta caída de la natalidad registrada por el INE no es sino la síntesis de varias décadas en las que España se ha mantenido por debajo del índice de reemplazo generacional.
Nada para evitar el desastre
Por si fuera poco, el último informe del Instituto de Política Familiar recoge, con datos del INE, que, en el primer trimestre de 2010, se ha producido un 5% más de rupturas matrimoniales que en el mismo período de 2009. Vamos, que, de enero a marzo, 368 matrimonios se han roto cada día: uno cada 4 minutos.
Con un agravante: más del 40% son rupturas conflictivas. «Los datos confirman un panorama desolador para los matrimonios, y el fracaso evidente de la Ley del divorcio exprés: trimestre tras trimestre, las rupturas en España siguen aumentando, sin que las Administraciones hagan nada para evitarlo o, al menos, amortiguarlo», lamenta el informe.
Por sorprendente que parezca, y a pesar de que el Gobierno ya ha anunciado su retirada, esta caída de natalidad y nupcialidad coincide con el mismo período (2009) en que ha estado vigente la ayuda del cheque-bebé. Si se introducen estos datos en el contexto de la crisis económica, la ecuación es clara: ni los incentivos monetarios para tener hijos impiden que cada vez haya menos niños por pareja; ni las dificultades materiales disuaden a las parejas que quieren separarse, a pesar de los gastos administrativos que supone una ruptura, y de la consiguiente división de ahorros e ingresos. No hay duda: el desprecio por la familia en España es mucho más que un baile de cifras; es algo que ha calado en nuestro tejido social y cultural, y cuyas duras consecuencias han aflorado con la crisis.
Un soporte total
Sin embargo, esta realidad tiene una cara positiva: cuando la familia nos respalda en los malos momentos, las adversidades económicas son menos costosas de sobrellevar. La Presidenta de la Federación Española de Familias Numerosas, doña Eva Holgado, le pone palabras: «La familia es la primera red de solidaridad social».
Y no sólo en lo económico. El desempleo que afecta a cuatro millones de españoles inflinge consecuencias muy dolorosas en el ánimo de quien lo sufre: estrés, depresión, ansiedad, aislamiento? Y la familia no escapa de estos perniciosos efectos.
Don Eduardo lleva más de un año sin trabajo. Un año en el que, además, su mujer, doña Susana, se quedó embarazada y en el que ha nacido su quinta hija, Marta. Y aunque pasar de ser el responsable de Recursos Humanos de una importante empresa a la inactividad laboral no ha sido fácil, don Eduardo reconoce que «mi familia ha sido, y es, un soporte total, porque me apoyan en todo. Mi mujer ha estado de baja por maternidad, así que he podido pasar todo esto a su lado; y vivir estos meses con ella, con tanto tiempo los dos solos, ha sido impresionante. Cuando estás en casa, con tu mujer y tus hijos, que te quieren y te lo demuestran, todos tus agobios cambian radicalmente».
...y en la adversidad
De las palabras de don Eduardo parece que el matrimonio crece aún más en la adversidad que en la prosperidad: «Si Susana se hubiese puesto nerviosa, o de mal humor, o no me hubiese apoyado ante las entrevistas, o me hubiese culpado del despido, no sé cómo habría podido llevar esto. Pero mi mujer nunca me ha recriminado nada. Al contrario, me apoya siempre y hablamos mucho de cómo estamos viviendo esto. Eso es lo que yo entiendo que debe ocurrir en cualquier matrimonio que se lleve bien, se quiera, se respete y que sepa qué significa de verdad estar casados».
Además, la crisis brinda una oportunidad de oro para educar a los hijos. Primero, porque da pie a hablar con ellos y a educarlos en la austeridad, la responsabilidad y el respeto. Y segundo, porque el ejemplo de una familia unida en la dificultad puede acompañarlos de por vida.
Don Eduardo lo resume así: «Desde que empezó la crisis, antes de quedarme en paro, al bendecir la mesa, mis hijos pedían por los parados. Ahora me incluyen en esa petición. Mis hijos mayores han aprendido que, cuando se atraviesan crisis, la familia que se quiere, cierra filas. Yo he alucinado con mis hijos mayores, Edu, de 14 años, y Paula, de 13, porque han echado el resto con sus hermanos pequeños, y han demostrado ser más responsables en sus estudios y en las cosas de casa».
Más expuestos a los riesgos
Con todo, una familia, especialmente una numerosa, puede parecer el blanco perfecto para sufrir dificultades económicas. Cualquier agorero antinatalista puede preguntar si no es mejor ahorrar no teniendo hijos, que gastar dinero en ellos.
Doña Eva Holgado desmonta el argumento: «Las familias numerosas sufren más la crisis, porque cuando más personas dependen de ti, el impacto de problemas como el paro es mayor que en hogares sin hijos; pero, por otra parte, la crisis es algo habitual para ellas, que con frecuencia tienen que apretarse el cinturón, prescindir de caprichos, hacer compras sensatas, ahorrar energía, agua...»
Por eso, «son expertas en economía, en formatos de ahorro, en promociones y ofertas, y tienen más recursos para enfrentarse a la actual coyuntura. La austeridad es habitual en una casa con hijos; si no, no se llega a fin de mes, y así se forma a los niños en la cultura del reciclaje, el compartir y repartir...», explica Holgado.
La única garantía eficaz
El lector que haya llegado hasta aquí quizá se desespere al comprobar que nuestros políticos parecen ignorar por completo a la familia para salir de la crisis, y que, para garantizar el futuro y el reemplazo generacional de España, necesitamos un cambio de 180 grados en las medidas de ayuda a la familia, más allá de las económicas.
Por eso, doña Eva Holgado hace un llamamiento, otro más: «Hay que invertir en familia, porque es la que construye el futuro. Las familias, sobre todo las numerosas, son el único colectivo que, de manera objetiva, aporta soluciones a la crisis, al tener un número de hijos que garantiza el relevo generacional, el empuje económico del país y la transmisión de valores». Esperemos que alguien, esta vez, haga caso a los expertos en superar crisis.
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