Tuvo una personalidad fuerte que hacía patente sus convicciones, ligadas estrechamente a su santidad.
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Estoy disfrutando estos días con la lectura del libro Recuerdos y reflexiones de mi admirado colega Joaquín Navarro Valls. El informador de Juan Pablo II es a la vez el mejor informado sobre aquel gran Papa que le tuvo tanta confianza.
En cierto momento, refiriéndose a Gorbachov, cuenta que el pontífice comentó: Es un hombre de principios y qué él preguntó entonces ¿Qué es un hombre de principios?, a lo que el Papa respondió: El que cree en sus valores hasta el punto de estar dispuesto a aceptar todas las consecuencias que se derivan de ellos, aunque puedan serle desagradables.
Quizá sin darse cuenta acababa de definirse a sí mismo. El papa Wojtyla tuvo una personalidad fuerte que hacía patente sus convicciones, ligadas estrechamente a su santidad.
En una conversación que tuve con monseñor Ramon Torrella, el entonces arzobispo de Tarragona me refirió un encuentro suyo con el cardenal Marty, de París, el año 1979, apenas comenzado el pontificado de Juan Pablo II. El arzobispo le dijo al cardenal: Tengo la impresión de que este Papa durará mucho. Cuando he hablado con él he advertido que no se agobia con preocupaciones; tiene un temperamento tranquilo, sereno. Su interlocutor contestó: No le dé interpretaciones psico-somáticas a esto; es un hombre de profunda vida interior. La plegaria le da esta paz que manifiesta.
Torrella acertó en que sería un pontificado duradero. Marty, en que Juan Pablo II tenía una intensa vida de relación con Dios. Pronto se reconocerá en declaración solemne y por todo el mundo.