NuriaChinchilla.com
La imagen del sabio de antaño ha desaparecido. El experto se centra en cosas cada vez más específicas y complejas. Nos encerramos a mirar aspectos tan concretos que olvidamos la visión global del mundo. Cada cual se aísla en su célula y cree conocer el universo entero por haber profundizado mucho en algo.
Se dice que centrándonos en estudiar muy a fondo una mosca, comprenderemos el universo entero. Yo no estoy del todo de acuerdo. Sí que es verdad que conocer cosas tan detalladas y precisas nos permite enfrascarnos en la magnificencia de la Creación, pero sólo con esos detalles microscópicos no vislumbramos el mundo o, al menos, no lo hacemos desde la perspectiva correcta.
Amplitud de miras: eso es lo que necesita nuestro entorno, ya que podemos olvidarnos de lo que escapa al asunto que tenemos entre manos. Sin una mente abierta y generalizada, perdemos la capacidad de comunicarnos. ¿Cómo hablar con el prójimo si los dos nos expresamos con lenguajes técnicos diferentes? Es necesario que cada uno capte la realidad desde su punto de mira, pero sin olvidar que existen muchos otros desde los cuales debemos comprender la misma y única realidad.
Todos ansiamos llegar a la verdad aunque no seamos plenamente conscientes de ello. Y la Verdad es una, y uno no se la encuentra obcecado en una realidad minúscula. Hay que salir de allí y contemplar la cantidad de cosas bellas que nos rodean. Es cierto que cada uno encontrará la verdad desde su camino concreto, no lo haremos todos de igual modo, ya que entonces no nos daríamos cuenta de haberla hallado. Es un encuentro casual en que se nos aparece clara y distinta, no si antes no le hemos preparado un lugar en nuestro yo donde pueda morar.
Por otro lado, bien es cierto que no podemos contentarnos con el encuentro de cada uno con la verdad en algún momento, sino que debemos continuar creando ciencia, como afirma Peirce. Y es por ello necesaria la repartición de los campos del saber, además de las esferas que todos debemos conocer y defender. Los primeros son muy específicos y somos incapaces de abarcarlos por completo, así que nos los repartimos. Es un compromiso que aceptamos inconscientemente y por el que luchamos como humanidad.
Todos vamos en el mismo barco, pero cada uno se encarga de tareas diferentes y conoce cosas más o menos técnicas para que siga navegando la nave. Todos confían en el resto, en que estén cumpliendo su deber: alimentar las calderas, llevar el timón, prevenir de posibles amenazas, preparar la comida, coger lo necesario en cada puerto para sobrevivir… Si alguno deja de cumplir, traiciona a los demás. Lo mismo pasa hoy en día con el gran barco del saber, también los que no investigan propiamente se encargan de que flote: los bibliotecarios, los que limpian, los que contestan las estadísticas de Salud Pública, los que crean redes como Internet para facilitar la tarea… Todos colaboramos de algún modo o nos estamos preparando para ello.
Volviendo al ámbito de aquello que todos debemos conocer: la filosofía, en su versión reducida y aplicada al hombre, la antropología. No todo el mundo puede profundizar en la filosofía, ya que hay que subsistir también materialmente y cubrir las necesidades más básicas; se necesita gente dedicada a la agricultura, a la medicina, a la arquitectura…
Pero una forma concreta de fomentar el conocimiento del ser humano como tal es con la asignatura de Antropología, como se hace en las diversas facultades de la Universidad de Navarra. Es un saber tan básico como necesario. ¿Cómo vas a construir hogares para personas, si no entiendes lo que es una persona en sí? ¿Cómo vas a tratar a un paciente olvidando que es un ser humano?
La gente más técnica y materialista opina que el cubrir estas necesidades hará que nos descentremos del propósito mismo de curar o construir. ¡Qué obcecados están! En el caso de la medicina, somos incapaces de curar a alguien si no le sanamos también psíquica y espiritualmente por no entenderle o por despreocuparnos de él como persona y verlo como una simple enfermedad que curar.
El ser humano ha sido creado para vivir en comunidad. Cada cual tiene unos intereses distintos con los que podrá servir al resto. Es preciso que sepamos para qué valemos y cuál es nuestro lugar en ese barco. De este modo llegaremos seguro al océano de la verdad, donde podremos reposar para siempre en sus fantásticas islas según nuestras preferencias.
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |
El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |