Una Carta de indudable valor religioso, y también periodístico, cultural
El Mundo - Castellón
Me permito aconsejar al lector de estas líneas que se lea la Carta del Papa a los católicos de Irlanda, del pasado 19 de marzo. Una Carta de indudable valor religioso, y también periodístico, cultural.
Cualquier lector, sobre todo si es católico, pero también si no lo es, encontrará párrafos, expresiones y enfoques que logran casi lo imposible: junto al dolor y al sentimiento de traición por los abusos a niños cometidos por sacerdotes y religiosos, se palpa el desgarro que sufre el Papa en primer lugar y, sobre todo, se termina con una sensación de esperanza en la Iglesia, en su mensaje y en sus medios.
No en vano la misericordia explica el optimismo cristiano, a pesar de unos hechos escandalosos, criminales, gravísimos. La Iglesia, en toda su historia, ha conocido traiciones dolorosas, y se ha renovado. Ni las persecuciones sangrientas ni las sectarias de cualquier índole han debilitado a los católicos, tanto al clero como a los laicos: con frecuencia, les han reforzado la fe.
Los grandes males entre los católicos han procedido siempre de dentro, de traiciones de quienes deberían ser ejemplo y luz, y de otros muchos que se debilitan interiormente hasta llegar al abandono práctico y de las exigencias de su conciencia. Siempre me resultarán enigmáticas, y a la vez clarividentes, las palabras de Pablo VI, a comienzos de los años 70, de que el humo de Satanás había entrado dentro de la Iglesia.
Este Papa pasará a la historia, entre otras cosas, por el valor de sus escritos. En una época de cambios profundos, profusión de informaciones de muy diversa índole y de unos católicos decepcionados y encolerizados ante escándalos como el de los abusos cometidos en Irlanda durante décadas, Benedicto XVI ha escrito, probablemente, una Carta que pasará a la historia por su valentía y claridad.
No deje que le cuenten lo que el Papa ha escrito en esta Carta. Léala, si es posible con detenimiento, y difúndala. Algunos pretenden extender a la mayoría de los sacerdotes y religiosos la duda del escándalo que se ha vivido en Irlanda y en otros países. Sólo reconociendo a fondo la magnitud del escándalo, por qué se ha producido y los remedios que el Papa menciona, se está en condiciones de superar el dolor con los medios que garantizan una renovación espiritual de los católicos, sin paños calientes, sin complejos. Con justicia y con misericordia, que no son incompatibles.