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Benedicto XVI ha dicho a los católicos de Irlanda cosas muy claras y fuertes. Por eso es digno de general elogio. Y aunque lo ha hecho "urbi et orbe", es patente que no recibirá el más mínimo asomo de elogio desde unos cuantos horizontes mediáticos y políticos, bien conocidos por su extraño y sistemático afán de acoso a la Iglesia. Como si los abusos sexuales que asolan nuestro mundo de cabo a rabo tuvieran exclusivo origen y existencia en su seno, y como si por poner una muestra no existiera un tal Philip Jenkins y lo que dice a este respecto en su "Pedophiles and Priest, Anatomy of a Contemporary Crisis" (Oxford University Press).
Entiendo que buena parte del universal elogio que merece la carta enviada a los católicos irlandeses tiene que ver con la veracidad de Benedicto XVI. Con su modo de mirar de frente la realidad, inteligente y sin complicaciones, prejuicios o complejos. Un modo de mirar que resulta dolorido y desde luego lleno de la compunción causada por el dolor ajeno: el de Dios y el de las víctimas de los abusos sexuales en cuestión.
Porque más allá de la sinceridad de quien dice lo que piensa y sabe, se ve en Benedicto XVI también la veracidad, la tensión a seguir estudiando la realidad, en este caso, las razones y los remedios para esa realidad perversa. Se deja ver que Benedicto XVI es pastor y es intelectual: ama profundamente la verdad y procura hacerla amable a los demás. La verdad con caridad, pero entera, sin sofisterías, concesiones o trapicheos político-mediáticos acostumbrados.
De ahí que sea genuina su libertad diciendo lo que dice sin tapujos ni retóricas banales acerca del análisis de las causas y motivos de esos abusos. Y que sea genuina su petición de medidas adecuadas, respecto al pasado, al presente y al futuro de la realidad en cuestión. De ahí que, aunque dirigida a los católicos de Irlanda, la carta es universal en su alcance.
Ni habla forzado por las circunstancias ni para quedar bien ante la opinión pública. Ni desde luego lo hace para quedar bien en la "opinión publicada" por esos medios empeñados en enfangar a Benedicto XVI, y así difamar mejor a la Iglesia católica.
Habla exponiendo públicamente la verdad de la realidad sometida a examen en ciencia y conciencia, que es lo que según la doctrina de la Iglesia resulta ser liberador. De ahí que sirve como un ejemplo que exhorta al dolor arrepentido en la confesión de los pecados, luego la penitencia y sin lugar a dudas las reparaciones debidas a Dios y a las víctimas de esos actos que violan vergonzosa y muy gravemente la dignidad de las personas, de la naturaleza humana, como hijos de Dios y también como ciudadanos.
Por esto resulta algo blanda una frase clave en la versión oficiosa en castellano, en la que parece no haber una explícita "petición de perdón". Así empieza el número 6 de la carta: "Habéis sufrido inmensamente y me apesadumbra tanto"; el original inglés dice "You have suffered grievously and I am truly sorry", y la versión francesa, "Vous avez terriblement souffert et j'en suis profondément désolé". No es lo mismo. Como observa un corresponsal en el Vaticano, la versión en castellano queda mejor diciendo: "Habéis sufrido atrozmente y yo lo siento de verdad".
Lo digo, porque también o sobre todo en estas minucias se juega la cuestión de la verdad. De otro modo, alguien podría entender muy mal lo dicho por Benedicto XVI, incluso dentro de la Iglesia, tomándolo por una declaración de circunstancias, forzada por la reciente saña de algunos.
Hace cinco años Benedicto XVI había pedido a los obispos irlandeses "establecer la verdad de lo sucedido en el pasado ( ) y, sobre todo, curar a las víctimas y a todos aquellos que están afectados por estos crímenes atroces".
Esto es lo que ahora tenemos delante, asumido por Benedicto XVI. No las monsergas de esos "fabricantes de la verdad" con sus verdades a medias, insinuaciones y juegos de palabras equívocos.
Benedicto XVI ha recomendado leer su carta por entero. Yo recomendaría también no hablar ni escribir del asunto hasta haberlo hecho, con un mínimo de atención.
Juan José García-Noblejas. Prof. Ordinario di T.G. della Comunicazione e di Sceneggiatura. Università della Santa Croce
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