Los cristianos iraquíes no se merecen el clamoroso silencio del mundo occidental
ReligionConfidencial.com
No faltan quienes defienden la imagen de un Islam moderado y critican las tesis sobre el choque de civilizaciones que difundió a finales del siglo pasado el consultor norteamericano Samuel P. Huntington. En su día se invocó la presencia cristiana en Irak, donde se había dado una relativa concordia de religiones, quebrada con la invasión de las tropas occidentales y la caída del régimen de Sadam Husein. La situación comienza a ser cada día más alarmante, especialmente en la zona de Mosul, donde se suceden los actos violentos contra iglesias, personas y casas de cristianos. Mosul se ha vuelto un cementerio para los cristianos, es terrible, dice con amargura un sacerdote caldeo a la agencia Fides.
Hace poco más de un mes se difundía el extenso informe del Pew Forum sobre las restricciones a la libertad religiosa que padece la mayoría de la población mundial, especialmente en países musulmanes. Pero no se trata sólo de cuestiones más o menos teóricas, o accidentales, como pueda ser el debate suizo sobre la construcción de alminares junto a las mezquitas urbanas. Basta pensar en Turquía, que combina la promoción de la alianza de civilizaciones con la habitual violación del derecho a la libertad religiosa, según sucesivas sentencias del Tribunal Europeo de derechos humanos con sede en Estrasburgo.
La triste realidad es que las limitaciones a esa libertad básica se dan en países islámicos y comunistas, y la violencia física contra los cristianos crece en esos lugares, en detrimento de la historia. Se trata de situaciones muy graves, que están en las antípodas de tantos debates europeos sobre libertad religiosa o laicismo.
En Egipto, los coptos han tenido que salir a la calle en defensa de sus derechos. Son una minoría, ciertamente, pero alcanza al 10% de la población. Tuvo mucho eco la matanza de fieles que celebraban la Navidad, según el calendario oriental, en el pueblo de Naya Hamadi, en la provincia de Quena, 600 kilómetros al sur de El Cairo. Ha sido el incidente más sangriento desde los graves disturbios de los años noventa.
Más problemática fue siempre la situación en Pakistán, especialmente desde la promulgación de los artículos del Código penal que se conocen como ley sobre la blasfemia. Fueron introducidos entre 1980 y 1986 por el entonces presidente Zia-ul-Haq, para garantizar el respeto de Mahoma y del Corán. Desde entonces, un millar de personas han sido imputadas y, al menos 33 personas fueron víctimas de homicidio tras la acusación, de ellas 15 cristianos, aunque también los musulmanes sufren la opresión de otros grupos islámicos. En lo que va de años ha habido violaciones, asesinatos e incendios de casas en la zona de Lahore.
También los ataques a iglesias cristianas en Malasia acabarán desmintiendo la imagen de practicar un Islam moderado. En muy pocos días, nueve lugares de culto ardieron en enero, atacados con cócteles Molotov, a raíz de la polémica desatada por la decisión del Tribunal de Supremo de autorizar a un diario católico que utilice la palabra árabe Alá para referirse a Dios en sus ediciones en lengua malaya. Malasia es un Estado confesional, con el 62% de población musulmana, y un 10% de cristianos (850.000 católicos).
Pero, repito, lo más grave se viene produciendo en Irak, donde acaban de perder la vida cuatro cristianos estos últimos días. A partir del 2008 los homicidios han sido al menos unos 40. En Mosul los fieles católicos caldeos eran más de 18.000 y los siro-católicos cerca de 40.000. Pero en los últimos años al menos 12.000 han dejado la ciudad.
El Papa Benedicto XVI ha ido lamentando estragos y muertes en sus audiencias de miércoles y domingos. Durante las Navidades se produjeron tres muertos y varios heridos en atentados contra iglesias de Mosul. Y el 11 de enero, en su tradicional discurso de comienzo de año al Cuerpo Diplomático, se refirió en particular, a los cristianos de Oriente Medio. Amenazados de muchos modos, incluso en el ejercicio de su libertad religiosa, dejan la tierra de sus padres, donde creció la Iglesia de los primeros siglos. Con el fin de darles apoyo y hacerles sentir la cercanía de sus hermanos en la fe, he convocado para el próximo otoño una Asamblea especial del Sínodo de Obispos sobre Oriente Medio".
Los cristianos iraquíes no se merecen el clamoroso silencio del mundo occidental.