ZENIT.org (Entrevista de Giovanni Patriarca)
Lo original de Benedicto XVI... es que el don y la gratuidad no se limitan a la sociedad civil, sino que también deben desarrollarse en el ámbito comercial y el político, afirma Jean-Yves Naudet en la siguiente entrevista, concedida a ZENIT, sobre la encíclica Caritas in veritate.
Jean-Yves Naudet es profesor de economía en la Universidad Paul Cézanne (Aix-Marsella III), presidente de la Asociación de economistas católicos de Francia y vicepresidente de la Asociación internacional para la enseñanza social cristiana.
Incluso antes de su publicación, la encíclica Caritas in veritate de Benedicto XVI suscitó comentarios equívocos e interpretaciones fantasiosas. ¿Cuáles son, en su opinión, los puntos fundamentales desarrollados en la línea fiel a la tradición de la Doctrina Social de la Iglesia?
Es cierto que se escribieron muchas cosas falsas antes de la aparición de la encíclica, ¡algunas anunciando un nuevo manifiesto parecido al de Marx!
Todo eso es ridículo y Benedicto XVI se sitúa explícitamente en la línea de todos sus predecesores en materia de doctrina social, de León XIII a Juan Pablo II.
En ella se encuentran todos los grandes principios doctrinales, desde la dignidad de la persona humana al respeto a la vida, pasando por la subsidiariedad o la solidaridad.
Pero, igual que sus predecesores, Benedicto XVI se interesa por cosas nuevas, como la globalización, la crisis financiera, el medio ambiente, el desarrollo...
Lo más novedoso es la idea de que la cuestión social se ha convertido en una cuestión radicalmente antropológica, es decir, que afecta a todo el hombre. Esto es el desarrollo integral.
Desde ahora, la economía, lo social, pero también el medio ambiente, la familia, el respeto a la vida , forman parte de la doctrina social de la Iglesia; ya no se podrá dividir la enseñanza de la Iglesia para rechazar una parte: si se quiere ser fiel a la doctrina social de la Iglesia, hay que defender la dignidad del hombre en la economía al mismo tiempo que la vida humana. Todo ello se convierte en inseparable y unificado.
Eso ya era así con sus predecesores, pero de ahora en adelante está unificado en la doctrina social de la Iglesia. Defender la vida y rechazar la instrumentalización del embrión también forma parte de la promoción del desarrollo de las poblaciones.
En el mensaje del Papa, la globalización se presenta, sin duda, con sus fuerzas y sus debilidades pero la cuestión central se sitúa en torno a la moral y la ética en las relaciones económicas. ¿Cómo podría definirse la idea de mercado según Benedicto XVI?
Sí, esta encíclica es también una gran lección de ética económica, y el Papa repasa los grandes temas económicos (mercado, empresas productivas, etc.) para mostrarlos poniendo la ética en el corazón de la economía.
En lo que respecta al mercado, Benedicto XVI explica, como Juan Pablo II, la utilidad, y su carácter esencial de permitir a las personas intercambiar bienes y servicios.
Pero explica que el mercado necesita justicia conmutativa, tema presente ya con Tomás de Aquino (precio justo, salario justo, igualdad en los intercambios), y también justicia distributiva, porque sin ella no se puede producir la cohesión social.
Se necesita, pues, un mercado de formas internas de solidaridad para crear la confianza mutua. Esto es lo que ha faltado en la crisis actual.
Pero tras el mercado hay personas, y son ellas las que tienen un comportamiento moral o inmoral. Por eso, dice el Papa, no se deben hacer reproches al medio o instrumento sino al hombre, a su conciencia moral y a su responsabilidad personal y social (§36)
En una imagen muy querida por el Papa, el mercado, el Estado y la sociedad civil forman una unión osmótica en la que la persona, libre y responsable, puede expresarse en términos de desarrollo integral. ¿De qué manera se puede una persona comprometer para realizar el bien común según la enseñanza social de la Iglesia?
Esta cuestión de las relaciones entre mercado, Estado y sociedad civil es central. El mercado pasa por el contrato, el Estado por las leyes justas y la sociedad civil por el don y la gratuidad.
La sociedad civil es esencial para no encerrar al hombre entre el mercado y el Estado. La sociedad civil son los órganos intermediarios o la personalidad de la sociedad, como decía Juan Pablo II.
Pero, más allá del elogio de la sociedad civil, lo que es más original con Benedicto XVI es que une esos tres órdenes tomando como objetivo el bien común.
Es decir, que el don y la gratuidad no se limitan a la sociedad civil, sino que deben también desarrollarse en el ámbito del mercado y en el ámbito político; introducir ahí también los espacios de gratuidad y de don, hasta el don de sí mismo.
Esto tendrá una influencia sobre todo el mundo comercial y sobre toda la política, para promover mejor el bien común; e insertar en estos dos mundos la gratuidad, es insertar la sal que da sabor al conjunto.
Una persona se puede comprometer de múltiples formas en la sociedad civil, mercantil o política, pero don y gratuidad dan un verdadero sentido a este compromiso, al colocar en el centro el amor en la verdad, que es el hilo conductor de la encíclica.
También hay una crítica radical a la ideología tecnocrática y una visión nueva de la importancia de la iniciativa empresarial como compromiso personal al servicio de la comunidad. ¿Podría usted desarrollar este aspecto tan particular e importante?
Es esencial el aspecto relacionado con la ideología tecnocrática, porque nuestro mundo cree que todo está permitido desde el momento en que es eficaz, que funciona. Pero esto es lo contrario de la ética y significa creer que el fin justifica los medios.
Así también se utilizan los embriones como un simple material. Esto es puro utilitarismo y sólo la ética puede permitir tomar buenas decisiones: el uso de la técnica en sí misma debe ser sometido a la ética.
Respecto a la iniciativa empresarial, Benedicto XVI habla de ella en primer lugar en el sentido del empresario, mostrando que sin ética la empresa está condenada, sobre todo cuando está obsesionada por el corto plazo; todo, todo en seguida, a cualquier precio, ésta es la causa de la crisis actual.
Y rinde homenaje a los empresarios que tienen análisis clarividentes. Pero lo que es más original, es la idea de que cada uno de nosotros, cada trabajador, es un creador, y no sólo el empresario en sentido estricto.
Así pues, cada uno debe ser tratado en la empresa como si trabajara por cuenta propia, con el sentido de responsabilidad y de autonomía necesarios: cuestión de dignidad, pero también de eficacia.
Al respetar a las personas, éstas darán lo mejor de sí mismas y cada uno debe entonces ser tratado en la empresa como si fuera un verdadero empresario, es decir, un creador al servicio de los demás.
En un artículo publicado en L'Osservatore Romano - Edición Francesa, usted afirma que la encíclica abre formidables pistas de reflexión y un verdadero programa de investigación. ¿Hacia qué perspectivas y direcciones están, los católicos y las personas de buena voluntad, llamadas a mirar?
Cada nueva lectura de la encíclica abre nuevas pistas. Cada uno debe encontrar las razones para modificar su vida y un camino de conversión, también en su comportamiento económico.
Pero para los investigadores, los universitarios, se abre un campo considerable para encontrar las aplicaciones concretas de las ideas del Papa.
Así, esta noción de don y de gratuidad en el mundo del mercado y en el de la política debe hacer reflexionar, más allá de los comportamientos individuales, a las nuevas formas institucionales.
Igualmente, cuando se aborde el tema, aparentemente muy de moda, de la responsabilidad social de la empresa, de le ética de los asuntos, él trastorna en esas frases nuestras concepciones, mostrando que aquí se abusa del adjetivo ético y que, convertida en instrumento de marketing, la ética podría conducir a su contrario.
Él recuerda que la verdadera ética se basa en la dignidad inviolable de la persona humana y en el valor trascendente de las normas morales naturales (§45): de aquí, modificar todas nuestras concepciones de gestión de empresa y reconducir al buen camino la moda ética en los asuntos.
Lo mismo sucede con la ganancia, que es útil si, como medio, se orienta a un fin que le dé un sentido, tanto en el modo de adquirirla como de utilizarla (§ 21): volver a plantear el sentido de ganancia, saber discernir la buena ganancia, conforme a la moral, de la ganancia inmoral, eso también requiere una nueva dirección a explorar.
Pero cada uno podrá encontrar en esta encíclica las cuestiones que le afecten directamente y le conduzcan a modificar su vida.
La doctrina social, con Benedicto XVI, se hace, como ya destacó Juan Pablo II, camino de conversión y camino de evangelización.
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