Una visita muy esperada por su valor simbólico
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Una visita con un acento más puesto en el futuro que en el pasado: este podría ser uno de los rasgos que caracterizaron la presencia de Benedicto XVI en la sinagoga de Roma, la tarde del 17 de enero. Durante las más dos horas de que el Papa pasó allí no faltaron referencias a los conflictos del pasado y a los puntos polémicos del presente, pero el énfasis estuvo más en lo que cristianos y hebreos pueden hacer unidos por el bien de la humanidad.
La visita era muy esperada por su valor simbólico. La comunidad judía de Roma, con más de dos mil años de presencia ininterrumpida, es una de las más antiguas de la diáspora occidental. A pesar de que la sinagoga está situada a poco más de un kilómetro de la basílica de San Pedro, la distancia psicológica se ha mostrado en muchas ocasiones inmensamente mayor. En este caso, además, se unía que el protagonista fuera precisamente un Papa de nacionalidad e inconfundible acento alemán: un dato de fuertes connotaciones emotivas en las generaciones que vivieron la II Guerra Mundial.
A pesar del éxito del encuentro (como en ocasiones precedentes), me parece claro que no le seguirán faltando al Papa las críticas de unos y otros. Las sufrió Juan Pablo II, "gran amigo de los hebreos", del que a veces se habla (también ayer, durante la visita a la sinagoga de Benedicto XVI) como si todo el mundo le hubiera aplaudido constantemente al pasar...
Aquí hago una breve crónica de encuentro y aquí está el discurso del Papa (en italiano e inglés).
Discurso, en castellano, de Benedicto XVI a la Comunidad Judía de Roma, en ZENIT
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