Gaztelueta al día
La Fundación Gaztelueta organizó, junto con la Asociación Además Proyectos Solidarios, un congreso de valores con gran éxito de asistencia. Cuatro ponentes contaron sus experiencias en situaciones límite.
La sala número 1 del Euskalduna estaba llena. Más de 600 personas habían venido a escuchar unas conferencias que se prometían emocionantes, y que no defraudaron a nadie. La mayor parte de los asistentes eran estudiantes jóvenes, procedentes de diversos colegios. Algunos incluso venían desde fuera del País Vasco. Y no era para menos. Por delante quedaban cuatro testimonios de personas muy diferentes entre sí, pero con un rasgo en común: todos ellos habían vivido experiencias difíciles, gracias a las cuales habían descubierto qué es lo que de verdad importa. Todos ellos habían sufrido un punto de inflexión en sus vidas, algo que les cambió por dentro.
A las 9 de la mañana, empezó el acto. Una música marchosa fue la señal. Dos grafiteros subieron al escenario, y comenzaron a pintar algo en un panel blanco. Era un dibujo con un lema: fidelidad, confianza y superación. Después llegaron las presentaciones, los agradecimientos (con uno muy especial para la Fundación Gaztelueta) y, por fin, los testimonios.
Desde Barcelona a Bombay
Jaume Sanllorente era periodista económico. Llevaba una vida cómoda, sin demasiadas preocupaciones. Cuando llegaron las vacaciones, decidió ir a una agencia de viajes. Su idea era marcharse a Turquía. Desde la agencia le recomendaron Bombay, y decidió probar. Lo que iban a ser unos simples días de vacaciones, acabaron por cambiarle la vida.
Cuando llegué a Bombay, pude ver desde el taxi una zona de chabolas enorme. Y pensé que, como periodista, no podía marcharme de allí sin haber conocido aquello. Lo que vio en esa zona le impactó profundamente. Montones de personas que vivían en la pobreza más absoluta, despreciados por el resto de la sociedad, faltos de higiene, de comida y sin posibilidad de ser curados de las enfermedades que padecían muchos de ellos.
Allí conoció la historia de un orfanato con cuarenta niños. Una vez más, mi conciencia de periodista me hizo pensar que no podía irme de allí sin escribir una historia para darla a conocer. Gracias a eso supo que el orfanato estaba a punto de irse a la quiebra, y que todos aquellos niños se quedarían sin tener a dónde ir. Entonces me pregunté qué sería de todos ellos. Y me lo explicaron. Puede sonar inverosímil, pero fuera del orfanato había una furgoneta negra, esperando para llevarse a los niños en cuanto el orfanato quebrara. Eran de una mafia que quería llevárselos para explotarlos en la mendicidad y en toda clase de cosas horribles.
Jaume no se lo pensó dos veces. Dejó su trabajo, vendió su piso y se volvió a Bombay para quedarse. La gente me decía que estaba loco, que aquello era un calentón que me había dado, y que con el tiempo se me pasaría. Yo estaba seguro de que, efectivamente, aquello se me podía pasar con el tiempo. Pero también pensaba en lo que les pasaría a esos niños.
Con el dinero que obtuvo por su piso, rescató al orfanato de la quiebra, y fundó la ONG Sonrisas de Bombay. Lleva allí cinco años. Empezó con cuarenta niños, y ahora son más de cinco mil los beneficiados.
¿Es duro estar allí? Obviamente uno tiene sus momentos difíciles La gente me pregunta si nunca he pensado en volver. Puede sonar exagerado, pero en todo este tiempo no he tenido ni un minuto para pensar. Hay demasiadas cosas que hacer. Y para acabar, da un consejo a los jóvenes: Que no hagan problemas de dónde no los hay. La mayoría de los problemas que tenemos nos los hemos fabricado nosotros mismos.
Historia de un secuestro
Bosco Gutiérrez es un arquitecto mexicano. Una mañana, hace ya diez años, un grupo de hombres encapuchados lo golpearon y lo metieron en un coche para secuestrarlo. Durante nueve meses estuvo desnudo, encerrado en un zulo de tres metros cuadrados con un camastro y un cubo a modo de orinal, y con una música que le retumbaba los oídos las veinticuatro horas del día.
Los primeros tres meses, Bosco estuvo sumergido en una especie de depresión. Los secuestradores le habían obligado a dar información acerca de su familia, y él sentía que los había traicionado. No se movía, no comía, se quedaba tirado en el suelo sin hacer nada El día de la independencia de México, los secuestradores le dejaron pedir lo que quisiera. Pidió un whisky, y se lo trajeron. Bosco estaba dispuesto a saborearlo como si fuera el último placer de su vida. Fue entonces cuando escuché una voz en mi cabeza que decía: ofrécelo. Y yo pensaba: no voy a ofrecer esto, es lo único bueno que tengo. Ofrezco el estar secuestrado. Eso no depende de ti, decía la voz de mi cabeza.
Tras una fuerte discusión con su conciencia, Bosco decidió arrojar el whisky, no sin pensar que había hecho la mayor tontería de su vida. Pero lo cierto es que, la mañana siguiente, me desperté más contento que nunca. Había ganado mi primera batalla. Podían quitarme la libertad externa, pero yo seguía siendo dueño de mis propias decisiones. A partir de ahí, Bosco se hizo un horario, en el que había tiempo para todo: rezar el rosario, hacer un rato de oración, hacer deporte, dormir Me guiaba por las casettes de música. Cada cassette era media hora aproximadamente. Tenía organizado todo mi tiempo en torno a esa música.
Recuerda con cariño las navidades que pasó en aquella época: Fueron las más felices de mi vida. De algún modo sentía que tenía que hacer proselitismo con mis secuestradores, y aproveché el día de Nochebuena. Ellos se sentaron junto a la ventana de mi zulo, pararon la música, y yo les hablé de Dios, de que tenían que arrepentirse .
Un tiempo después, Bosco encontró una ocasión para escapar: Estaba probando una herramienta que había fabricado para abrir la puerta. Conseguí abrirla, pero no quería arriesgar, así que volví a cerrar la puerta. Pero solo podía cerrarse desde fuera. Así que me vi obligado a escapar. Una serie de circunstancias milagrosas le permitieron la huida sin que los secuestradores se dieran cuenta. Bosco hace un balance positivo de toda aquella experiencia: Aquella época fue como si Dios me dijera: no puedo volver a meterte en el vientre de tu madre, así que te voy a meter nueve meses en este zulo, para que nazcas de nuevo.
Mañana lo dejo
Pedro García Aguado es un ex-jugador de waterpolo. Fue campeón olímpico y campeón del mundo. Y también fue adicto al alcohol y otras sustancias: Yo triunfé fracasando.
Él achaca su adicción a una adolescencia demasiado permisiva: Mis padres me dejaban hacer absolutamente todo lo que quería. Y en casa tenía una situación complicada. Durante mucho tiempo, Pedro se creía el rey del mundo. Creía que controlaba, que el alcohol no me afectaba Era todo fruto de un autoengaño que me había creado.
Una serie de circunstancias le hicieron darse de bruces con la realidad: Mi mujer me dejó, un amigo con el mismo problema que yo se suicidó, me echaron de la Selección Española de Waterpolo . A partir de ese momento, Pedro decidió someterse a un tratamiento de desintoxicación. Fueron años difíciles, pero afortunadamente todo salió bien.
Ahora se dedica a dar conferencias para que los jóvenes se den cuenta de lo peligroso que puede llegar a ser el alcohol. Y les da un consejo: La juventud es la edad de la rebeldía. Y parece que desde fuera nos venden una rebeldía que consiste en hacer precisamente lo que ellos quieren: que consumamos, etc. Por eso yo digo: rebélate, pero de otra manera. No hagas lo que todos hacen, esto es, emborracharse cada fin de semana. Sé tú mismo.
Milagro en los Andes
Nando Parrado era un joven de 18 años, jugador de un equipo de rugby uruguayo. Él y sus compañeros viajaban a Chile para jugar un partido de rugby, cuando el avión en el que iban sufrió un accidente. Perdió a su madre y a su hermana, y comenzó entonces una odisea de más de dos meses en los Andes, a cuarenta grados bajo cero. El peor momento fue cuando escuchamos por la radio que nos daban por perdidos, y que se paraba la búsqueda.
Él y otro amigo tomaron una decisión: Teníamos dos opciones: o morir en el avión, o morir intentando que nos rescataran. Optamos por la segunda. Durante varios días se dedicaron a recorrer los Andes. Nando perdió cuarenta kilos de peso. Finalmente consiguieron encontrar a alguien que los ayudó: Cuando vinieron a rescatarnos no se creían que hubiéramos recorrido toda esa distancia a pie.
Gracias a esa experiencia, Nando descubrió lo importante que es la familia, y lo poco que somos: Uno siempre piensa que, cuando muera, el mundo no va a poder seguir adelante. Pero no es así. Y, de alguna manera, me morí, y no pasó nada. Mi padre había donado mis cosas, y mi vecino seguía cortando el césped como cada día. Yo me había muerto, ¡y el mundo seguía adelante!.
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |