¿Es posible una economía basada en el don?
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En la comprensión de la crisis actual estamos viendo explicaciones que van más allá de los aspectos puramente técnicos de los que hablamos los economistas. Hay quienes han subrayado los problemas éticos de la sociedad actual, culpando a la avaricia y la codicia de parte de los males actuales. También hay teorías que vinculan los fenómenos económicos a factores psicológicos, como muestra el reciente libro de Akerlof y Schiller sobre los Animal spirits.
En este contexto, donde la ética y la psicología parecen explicar muchas cosas, Benedicto XVI establece, en su encíclica Caritas in Veritate, una perspectiva diferente y muy provocativa. La cuestión de fondo trasciende los ámbitos psicológicos o éticos: "La cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica". Y en otro lugar: "La cuestión fundamental es si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios".
El problema, tal como aparece en la encíclica, no es que la sociedad actual haya perdido ciertas referencias morales. El problema reside en no construir desde la verdad y en la pérdida de autoconciencia una cultura del don. La crisis ha puesto de manifiesto numerosas dimensiones de la mentira: desde los préstamos que no tenían nunca que haberse prestado hasta las estafas más flagrantes, pasando por la irresponsabilidad de los gobiernos y de los reguladores conniventes, y por los autoengaños colectivos típicos de las burbujas financieras, inmobiliarias o económicas que se han desarrollado al margen de lo que luego la realidad se ha encargado de poner en su sitio.
La mentira primera de la que brotan las demás es la del hombre que cree hacerse a sí mismo, el hombre que niega su dependencia estructural, la evidencia básica de que uno no se hace, de que uno no se da la vida, de que la vida es un don recibido. La negación consciente o inconsciente de esta realidad vital es la que genera la pervivencia o connivencia con las diversas culturas de la mentira.
Frente a ello, Benedicto XVI afirma que "la caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don. La gratuidad está en su vida de muchas maneras, aunque frecuentemente pasa desapercibida debido a una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad".
Por ello, el Papa puede hablar de una Caritas in Veritate, una caridad en la verdad, no solamente para los creyentes, sino para cualquier persona. La verdad de que yo soy hecho es origen último de la caridad verdadera, "sin la verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor es un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente". Es la verdad de las cosas, de las personas, de uno mismo, la que conduce una economía capaz de traspasar la lógica de la mentira.
En Benedicto XVI la verdad se sitúa en el origen del desarrollo humano. "El tema del desarrollo de los pueblos está íntimamente unido al del desarrollo de cada hombre. La persona humana tiende por naturaleza a su propio desarrollo. Éste no está garantizado por una serie de mecanismos naturales, sino que cada uno de nosotros es consciente de su capacidad de decidir libre y responsablemente. Tampoco se trata de un desarrollo a merced de nuestro capricho, ya que todos sabemos que somos un don y no el resultado de una autogeneración".
Estas palabras parecieran contradecir la lógica de un mundo movido por el afán del beneficio inmediato, el utilitarismo y el egoísmo. Sin embargo, cuando se dice que el verdadero desarrollo nace del don, se hace referencia también a los desarrollos que combinan formas de verdad y de mentira.
Los hombres, cuando van a trabajar, aunque tengan una finalidad lo más egoísta del mundo, lo cierto es que están entregando su vida, como la entrega también el hombre o la mujer a su pareja con la que convive y comparte un destino. La economía del don y de la gratuidad no debe circunscribirse únicamente al mundo de las ONG, la cooperación al desarrollo o la responsabilidad social corporativa. El don, la entrega, es un hecho presente en toda acción verdadera, es el motor verdadero del mundo.
Lo que sucede es que el hombre no es autoconsciente de esa verdad de entrega en la que vive, porque no responde una experiencia real de gratuidad. Lo que pasa es que los hombres no hacemos experiencia de las cosas que vivimos: en economía, no hacemos experiencia del desarrollo como don de sí y don hacia los demás. No existe una conciencia acorde con la realidad.
Y por ello termina predominando la mentira sobre la verdad. Luigi Guissani dice que "en toda experiencia auténtica se ven comprometidas la autoconciencia y la capacidad crítica del hombre". La falta de experiencia o la reducción de experiencia a impresiones o impactos que se acumulan está en el origen de la re-negación de la cultura del don.
Sin embargo, Julián Carrón dice que "la experiencia no se caracteriza por tanto por una acumulación de impactos, de impresiones, de emociones, sino por una adquisición de conciencia, por un descubrimiento, por una comprensión del sentido". Éste es el desafío.
Tras el impacto dramático de la crisis todo el mundo necesita hacer experiencia de lo que está pasando, conocer mejor lo que estamos llamados a realizar y tener la agudeza para construir un desarrollo más auténtico y más completo. La conciencia del propio límite y del don recibido nos abre a una nueva racionalidad económica, que es la que reclama el Santo Padre con su encíclica social, Caritas in Veritate.