El comportamiento espontáneo de los hijos no es suficiente para que maduren
ABC
Muchos adolescentes que aterrorizan hoy a sus padres y profesores iniciaron su «currículum» antes de los seis años. Algunos de ellos daban ya patadas consentidas en la espinilla de sus progenitores cuando estos últimos se atrevían alguna vez a cerrarles el tarro de la mermelada.
Estos padres consentidores siguen estando de moda y presumen de ser «liberales» con sus hijos. Se han «liberado» de ponerles normas y límites, de corregirlos y castigarlos, por miedo a ser autoritarios y herir así su autoestima. Ignoran que el comportamiento espontáneo de los hijos no es suficiente para que maduren como personas, que hay que intervenir en sus vidas.
¿Cómo suelen ser los hijos adolescentes que desde los primeros años se sintieron muy tolerados y poco o nada exigidos? Acostumbrados a actuar sólo en función del capricho y del «me apetece o no me apetece», carecen de hábitos de autocontrol y de autodisciplina. No tienen voluntad. Acostumbrados a recibir «síes», cada vez que reciben un «no» a sus gustos en el hogar o en la escuela se frustran, se irritan, se enfurecen y reaccionan de forma agresiva.
Nunca como ahora se criticó tan sin motivo a los padres autoritarios, porque, como es bien sabido, apenas existen. Sí existen a miles los padres «liberales», eufemismo utilizado para designar a los padres débiles, los que carecen de fortaleza para exigir, los que por no ejercer la autoridad han dimitido como padres. «Hijos huérfanos de padres vivos», en palabras de Juan Pablo II.
Hemos pasado del extremo de concebir la autoridad como un fin en sí misma a desterrarla casi por completo de los hogares y de las aulas. El nuevo modelo es el del permisivismo educativo. Los profesores tienen que sufrir a los niños consentidos que les «facturan» los padres «liberales» para que los eduquen sin atentar contra su sagrada autoestima.
Pero el mayor sufrimiento es el que les proporcionan los padres, que actúan como abogados de sus hijos cada vez que estos últimos se quejan de que los profesores les tienen manía.
La raíz y la solución del problema de los adolescentes agresivos está en la familia. Se necesitan padres responsables con dedicación en la tarea de crear autodominio, obediencia y respeto en sus hijos desde las primeras edades.