Una extraordinaria invitación a seguir trabajando por la defensa de la vida
AnalisisDigital.com
El aborto se aprobó por 184 votos a favor y 158 en contra. Los abrazos y sonrisas compinchadas de los promotores de esta ley en el Congreso fueron difundidas como signo victorioso por los medios. Los parlamentarios han dado su voto, pero los grandes artífices de esta terrorífica ley no estaban presentes, son los ideólogos del aborto que han defendido los intereses de las clínicas abortistas y de las multinacionales con sus productos farmacéuticos antivida.
A muchos de ellos los he conocido en sus aulas, en los platós de las televisiones y en mundos académicos diversos. Sus sonrisas no las vi, pero las imaginé. Todo un Estado se ha doblegado a sus intereses. Sentí pena por lo que se podría haber hecho y no hemos hecho, por el silencio de los buenos, por los indecisos, por los prisioneros del qué dirán, por los que han renunciado a pensar por sí mismos y por esta sociedad nuestra que va a la deriva por el homicidio legal de sus propios hijos.
Recordé ante esta ley del aborto unas palabras de Juan Pablo II y a Benedicto XVI proclamando alto y fuerte que el mal no tiene nunca la última palabra. Sus palabras son la invitación a trabajar por el respeto a la vida con renovado ahínco. Muchos hechos positivos han pasado en estos últimos meses: la manifestación del 17 de octubre en Madrid, multitudinaria manifestación a favor de la familia y de la vida, de gente convencida que dará al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, autor de la vida de cada hombre; las declaraciones de Martínez Camino recordando a los cristianos que sacramentos y vida van unidos, que no se puede decir que soy católico y posicionarse a favor del aborto, acercándose a recibir la Eucaristía como si nada pasara; las películas y canciones que cambian el corazón de la gente uno a uno; y los Manifiestos y Declaraciones de gente de bien que han surgido de estancias académicas y populares decididamente defensoras de la vida de los no nacidos.
El aborto ya no es lo mismo. Nadie puede pasar de puntillas ante este hecho, como si esto no fuera con él. Es la hora de más y mejor siembra para llegar a muchos, de confiar en las mujeres jóvenes y su capacidad de amar a sus hijos y esposos, de esperar en los médicos y en su vocación específica para sanar y no matar, de apostar por la proclamación de la verdad sobre la maternidad capaz de amar siempre al hijo, por encima del estúpido concepto de hijo deseado que siempre se convierte en hijo amado, si lo deja nacer. Todo esto es trabajo en distintos campos, especialmente en la educación y la ayuda a las mujeres embarazadas. Nada ha acabado con esta nueva ley, al contrario, es el momento de llevar a todos la verdad, sin menospreciar las grandes dificultades que la ley va a imponer.
En Navidad celebramos el nacimiento de Jesús, el único que puede cambiar los corazones e iluminar la inteligencia de los hombres para reconocer en cada no nacido un hombre o una mujer con destino eterno. Juan Pablo II manifestó en la encíclica Evangelium Vitae que el evangelio del amor de Dios al hombre, el evangelio de la dignidad de la persona y el evangelio de la vida son un único e indivisible Evangelio (n.2) ¿No es acaso una extraordinaria invitación a seguir trabajando por la defensa de la vida?
Isabel Viladomiu Olivé. Master en Bioética y Derecho, Asociación Catalana de Estudios Bioéticos (ACEB)