Es peor repicar y estar en la antiprocesión
Las Provincias
Aunque no sé con qué aprovechamiento personal, hace tiempo que trato de vivir el espíritu contenido en estas frases de San Josemaría: «Tenéis que difundir por todas partes una verdadera mentalidad laical, que ha de llevar a tres conclusiones: a ser lo suficientemente honrados, para pechar con la propia responsabilidad personal; / a ser lo suficientemente cristianos, para respetar a los hermanos en la fe, que proponen en materias opinables soluciones diversas a las que cada uno de nosotros sostiene; / y a ser lo suficientemente católicos, para no servirse de nuestra Madre la Iglesia, mezclándola en banderías humanas». Era 1967.
Lo contrario es nacionalcatolicismo, clericalismo, catolicismo oficial. Nunca he deseado ningún confesionalismo, que acaba dañando a la Iglesia y repugna al buen espíritu laical. El cardenal Ratzinger lo expresó reiteradamente. Los católicos no tienen que sentirse menos libres y responsables que los demás al desempeñar sus tareas, sin confesionalizarse o que otros intenten hacerlo con ellos. Se les considera menores de edad o se les trata abusivamente cuando se involucra a la Iglesia en el ejercicio de la libertad.
Pero existe otro clericalismo. Consiste en autodeclararse católico a bombo y platillo, para situarse a continuación en las antípodas del Papa, de la jerarquía católica y de los fieles. Es el caso del aborto, asunto no exclusivamente católico, aunque no exista duda de la oposición de la Iglesia a la muerte de esos inocentes.
Un alto cargo institucional ha declarado que él no podrá comulgar mientras Pinochet lo hacía. Una bofetada a la Iglesia a la que dice pertenecer. Él podrá comulgar si no vota esa ley o cuando acuda arrepentido a la confesión. La Iglesia siempre defiende al hombre, también al advertirle del pecado. Confío en que Pinochet se confesara también. Otra cosa es la excomunión, que impide recibir los sacramentos, hasta que el excomulgado muestra su compunción.
No se puede repicar y estar en la procesión, pero es peor repicar y estar en la anti-procesión. Y, además, pretendiendo dictar normas a la Iglesia o a la naturaleza. Si uno tiene problemas de conciencia no es solución convertir la propia subjetividad o ideología en elemento formador de una conciencia cristiana.
También es clericalismo la militancia impositiva del laicismo que ataca a la Iglesia. Tan clerical es el que marcha con un cirio detrás del cura para aprovecharse de la Iglesia, como el que le sigue con un palo. En los mismos ambientes abortistas y supresores de los crucifijos en las escuelas, se ha censurado la decisión suiza de suprimir los minaretes de las mezquitas. ¿Qué coherencia es ésta?
Los cristianos no podemos imponer nada, ni queremos. Pero aceptamos con ingenuidad tanta imposición con la engañosa frase de que no se obliga a nadie a abortar, ni a divorciarse, ni a cambiarse de género con independencia del sexo, ni a investigar con embriones, ni a la hipócrita financiación de los partidos, etc.
El hecho es que manda una cultura extremadamente laicista y anticatólica que nos afecta a todos. Por cierto, la nueva ley del aborto también impone la educación en lo que llaman salud reproductiva.