Levante-Emv
Ninguna ley del aborto es buena, porque siempre es una licencia para matar. La que se aprobará ahora es peor, porque otorga el derecho de hacerlo libremente.
Pero no voy a fijarme ahora en esto, ni siquiera en la educación sobre la llamada salud reproductiva que se pretende impartir, ni en que semejantes cosas sólo ocurrían en los países del Este de Europa, implantadas durante las dictaduras marxistas.
Pondré mi atención en algo secundario respecto a los niños muertos, pero de capital importancia: las madres abortistas, que siempre serán madres del hijo muerto por su propia voluntad.
El padre no cuenta ni para pedirle responsabilidades, ni para exigir derechos, ni para sufrir el futuro drama, consiguiente a la eliminación del fruto de sus entrañas.
En una página de Internet he hallado esta parte de una poesía: «Da más, te sobrará todo, / al final es lo que cuenta. / Da más, te sobrará todo, / nuestra interdependencia / es tal, que dando / es como recibimos».
Hemos de pensar más en esta actitud generosa para mirar todo a través de ese prisma. El aborto es el fracaso de una sociedad, que nos hace incapaces de darnos, ni siquiera a un hijo, deseado o no.
Nos incapacitamos para esperar nueve meses, no matar y otorgar después el hijo en adopción o quizá, pasado ese tiempo, lo ame quien lo engendró, esa mujer ya madre para siempre desde la concepción.
Cuando falta esa capacidad de darse y el brutal ejercicio de tal egoísmo se convierte en un derecho admitido como normal, es la terrible constatación de que nuestro mundo está muy infectado. Todos hemos de pensar en la culpa propia de ese contagio de egoísmo que llega hasta las madres con respecto a sus hijos.
En la misma Web leo: «¿Es verdad que vivimos para amar? / Convencido estoy de ello, / con tal solo mirar / en la profundidad ocular de un niño, / la risa de un bebé / brotando / de lo más recóndito del ser, / la belleza / de un rostro enamorado. / ¡Qué más prueba necesita el ser humano!»
He visto la mirada de un bebé en una ecografía de menos semanas de las que permitirá el aborto libre. Se distinguía, efectivamente, un ojo. Si, como dice el poeta, esa es la prueba de ser humanos, el aborto supone la más atroz deshumanización posible.
Puede no ser humano pensar en la cárcel para la madre abortista, pero ¿quién la pide? ¿Alguien recuerda cuándo fue encarcelada una mujer por esta causa? Dejar madres huérfanas del hijo matado, ¿no es más bien el desamor de poner por encima de todo las horrendas ganancias de las clínicas anti-vida?
Sigo con la Web Poetas del Pueblo que ahora dice con sencillez: «La vida, / sólo tiene un propósito, / vivir».
Dejadlos vivir, sed madres amadoras de la vida de vuestros hijos, tal vez fruto del despropósito, pero con el mismo derecho a la existencia que cualquier otro humano, porque la ciencia ha avanzado, dejando bien claro que ese ser vivo es un ser humano.
En otra Web: «Tanto lastre que soltar / y qué lejos la orilla / Te olvidaste de respirar / por dar aire a una vida».
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