Entrevista a Mario Mauro, europarlamentario
PáginasDigital.es (*)
En su intervención en el último Congreso Católicos y Vida Pública, usted quiso relacionar la política con el deseo. ¿Por qué?
La política es una forma de cultura. Una aproximación a la realidad que tiene la función de sostener el esfuerzo que cada persona hace para responder a sus deseos. La política es fruto de un pacto de libertad. Los ciudadanos cedemos parte de nuestra soberanía personal para que estén garantizados unos servicios. El Estado es el garante de los servicios, no es el dueño de nuestra vida. Si el Estado no es el dueño de nuestra vida, el centro de la política no es el poder, es el corazón del hombre: su deseo de verdad, de justicia, de belleza. Todos queremos lo mejor para nosotros y nuestros hijos. Nos ponemos juntos y nos organizamos para encontrar respuestas. Eso es hacer política.
Resurge entre algunos la sensación de que la construcción europea puede convertirse en una amenaza para su identidad.
La construcción europea es la única plataforma política consistente, es decir, capaz de dar respuesta a nuestras necesidades. Malta no puede, por ejemplo, resolver sola el problema de la inmigración. Tampoco España o Italia. Es el proyecto europeo el que permite afrontar el corazón de los problemas. Por eso es gravísimo que Europa no tenga las ideas claras. Este proyecto que es Europa nos ha dado más de 50 años de paz, pero ahora no encuentra el camino para realizar su propósito. ¿Cómo se garantiza que este proyecto pueda ser fiel a las intenciones de los padres fundadores? Debemos volver a su pensamiento. Cuando hablamos de raíces cristianas no les estamos diciendo a los europeos que se metan en un debate eclesiástico, estamos diciéndoles que el método que nos ha hecho fuertes en los últimos 50 años, el método que ponía a la persona en el centro, es la garantía para el futuro. Y si el centro de todo debe ser la persona, debemos preguntarnos qué es el hombre. ¿Qué es el hombre? Es decir, ¿cómo tiene que ser organizado un sistema educativo, un sistema de pensiones o un sistema sanitario? Para responder a estas preguntas hay que traducir en términos políticos lo que significa la dignidad de la persona. Si es así Europa será un proyecto para la paz, respetuoso con la intención de los padres fundadores.
¿Cuál es el enemigo de esa construcción europea?
El enemigo verdadero es la ideología. El proyecto europeo ha puesto freno a las ideologías del siglo XX: al fascismo, al nazismo y al comunismo. La aproximación no ideológica de la construcción europea nos ha permitido superar la pretensión que tenían esas ideologías de utilizar al pueblo como pretexto para un proyecto de poder. ¿Cuáles son las ideologías hoy? Hay una ideología terrible, el fundamentalismo, sobre todo el de matriz islamista, que no utiliza al pueblo como pretexto para su plan de poder, utiliza a Dios. Hay otra ideología, el relativismo: la idea de que la verdad no existe, la idea de que todas las opiniones están en el mismo plano. Una construcción política, según esta ideología, debe prescindir de todo lo que está bien y está mal. Pero cuando se realiza una acción política el objetivo debe ser apoyar al hombre en sus esfuerzos por responder a la pregunta sobre qué está bien y que está mal. Europa no debe tener una aproximación ideológica a la verdad. La sentencia de la Corte de Estrasburgo sobre los crucifijos es, por ejemplo, un pronunciamiento ideológico. Dice algo abstracto. Dice que el símbolo cristiano no debe estar en los lugares públicos porque limita la libertad religiosa. Si lleváramos hasta el final este razonamiento deberíamos prohibir todas las banderas de los países que tienen la cruz en el centro. Y son más de la mitad. La bandera del Reino Unido tiene tres cruces. La cruz no es sólo un símbolo religioso, es un símbolo cultural e identitario. Y como símbolo religioso es el símbolo que muestra nuestra laicidad, la voluntad que han tenido los europeos, a través de una historia de sufrimiento, de distinguir política y religión. Es un símbolo de amor, símbolo de pertenencia de los ciudadanos a una historia en la que podían defender su libertad.
¿Por qué dice que tras la caída del Muro de Berlín Europa sufre síndrome de Estocolmo?
Cuando cayó el Muro de Berlín, los partidos comunistas que estaban a los dos lados de él se convirtieron en partidos socialistas y europeístas. Antes estaban contra Europa. Veinte años después de la caída del Muro, a lo que antes le llamaban marxismo ahora le llaman europeísmo, le han cambiado el nombre con la etiqueta de lo políticamente correcto. Todavía es difícil en el debate político juzgar el gran drama histórico y político que supuso el marxismo. El Parlamento Europeo condena con más facilidad a la Santa Sede que a China o a Cuba.
¿Domina en el Parlamento Europeo una actitud laicista?
El Parlamento Europeo es la institución más criticable y la más comprensible. Criticable porque es muchas veces ideológica. Comprensible porque nace del sufragio universal. ¿Cuál es la responsabilidad de los ciudadanos? Ejercer el derecho de control a los representantes para que el debate político no sea un teatro y se vaya al fondo de las cuestiones. Que se descubran, por ejemplo, las maniobras de los poderes económicos o de grupos organizados de poder. Dicen que la política es inmoral. El fin de la política no es dar sentido a la vida. Su fin es defender un valor presente en la sociedad: defender al que hace escuelas, obras, al que desarrolla la economía dando fuerza a la propia empresa. Si hay una crisis de valores hay que tener el coraje para saber identificar el origen de la crisis de valores. Esa crisis nace más arriba de la política. Una política que quiera echar una mano en una situación de crisis de los valores tiene que tener el gusto por la verdad. No es algo retórico o filosófico. La política es compromiso. Podemos realizar un compromiso que sea un desastre para la próxima generación. Pero hay otro tipo de compromisos. Dialogar verdaderamente es dar un paso adelante hacia la verdad. Yo no tengo la verdad en el bolsillo y tú probablemente tampoco. La verdad está fuera de nosotros.
¿Para los cristianos la presencia en la política es más una cuestión de fuerza en la sociedad civil que la creación de partidos católicos?
Sí. Pero sobre todo la cuestión central es el primado de la persona. El cristianismo es fruto de la libertad. De la experiencia de un cambio de vida por el milagro de la Presencia de Cristo que te lleva a sostener todo lo que es verdadero en la humanidad. Para hacer esto el cristiano le pide a Dios que le dé fuerza. Si es periodista crea relaciones para que la verdad sea conocida. Si es maestro hace todo lo posible para que la verdad sea conocida a través del conocimiento. Y si es político católico apoya la sociedad civil. Lo que hacen los católicos es apoyar las iniciativas sociales, no para apoyar a los suyos sino para apoyar la libertad de todos.
(*) Entrevista realizada por Fernando de Haro para el programa La Lupa de las Noticias, de Popular TV