Una lección para los que trabajamos en la comunicación de la JMJ
Alfa y Omega
La sonrisa de Jaime lo dice todo: tiene una alegría que no puede disimular. Acaba de volver de Roma entusiasta, después de participar en el primer congreso para estudiar cómo mejorar la atención pastoral a los sordos, y conseguir que también ellos se sientan en la Iglesia como en casa.
El hecho de que lo haya organizado el Consejo Pontificio para la Salud no empaña su gozo. Nosotros no somos enfermos, dice con convicción. Pero si ése era el único modo de lograr que personas con esta discapacidad, procedentes de todo el globo se miraran a los ojos, intercambiaran experiencias (las best practices, que dicen en las escuelas de dirección de empresas) y se animaran a seguir en la brecha, no le importa demasiado.
Uno de los temas de trabajo fue la JMJ. Siempre han asistido grupos de sordos, pero el 2011 vendrán a Madrid en mayor número. «De Italia ya se han apuntado cien», nos dice.
Jaime ha venido a la sede del Comité organizador de la JMJ para ayudarnos. Queremos que los sordos también se encuentren en la JMJ como en su casa, pero no sabemos cómo. Como casi siempre, necesitamos que nos expliquen cómo ayudar, antes de poder hacer nada útil. Cuando nos lanzamos a la faena sin informarnos antes, los esfuerzos suelen ser baldíos, por muy bienintencionados que sean.
La página de Internet de la JMJ tiene mucho contenido audiovisual, pero ciertamente mucha información está por escrito. Mi ignorancia me hacía pensar que esos textos serían suficientes, pero estaba equivocado: muchos sordos tienen dificultad para leer textos largos.
Jaime nos propuso incorporar a la página una serie de vídeos que transmitan los contenidos básicos el programa, las catequesis, el modo de inscribirse con el lenguaje de signos. Jaime y sus amigos se encargarían de todo. Aceptamos encantados.
En la conversación, también planeamos cómo organizarnos para tener un buen sistema de intérpretes para cuando venga el Papa. Cosa nada fácil, porque el lenguaje de los signos no es universal, e incluso cambia de país a país: los signos usados en España son distintos de los que se emplean en Hispanoamérica...
Jaime nos explica que tendrán que prepararles bien, porque en las escuelas de intérpretes ya no enseñan los signos religiosos. También nos hace preguntas, lee nuestros labios y toma notas en su cuaderno. «No me habléis mientras escribo, porque no os oigo». No sé si Jaime oye bien, pero lo que es seguro es que sabe escuchar. Una lección para los que trabajamos en la comunicación de la JMJ.
Yago de la Cierva. Director de Comunicación de la JMJ