El sacrificio del fuerte debe ser a favor del más débil
TemesDaVui.org
El tiempo de crisis para la bioética que predijo Edmund Pellegrino, profesor emérito de Medicina y Ética Médica y Profesor Adjunto de Filosofía en la Universidad de Georgetown, ha llegado. La bioética ha entrado en una profunda crisis después de pasar por unas etapas de rápido desarrollo y aceptación.
En los años 80 se difunden y crean los Comités de ética asistencial y de investigación. Paralelamente surgen las Comisiones y Comités a nivel nacional y local de expertos en bioética, nombrados por los propios gobiernos, para asesorar a los políticos en cuestiones bio, que indica lo que está en juego, la vida humana.
También han proliferado Institutos, Observatorios y Asociaciones de Bioéticas que trabajan y elaboran informes con criterios muy dispares en lo que es núcleo central de la bioética: los derechos fundamentales y la dignidad humana.
La propuesta de despenalización del aborto ha reabierto un debate de profundo calado bioético que deja al descubierto la crisis a la que hacía referencia Pellegrino. Los informes elaborados por el Comité de Bioética de España, de la Generalitat de Cataluña y el Instituto Borja corroboran con sus dictámenes la voluntad bioética de apoyar al Gobierno en sacar el aborto del Código Penal, de hacer de un delito un derecho de la mujer.
La bioética ya no defiende la vida del hombre, le van más y mejor las nuevas libertades y los nuevos derechos. El comité de Bioética de España, en su reciente informe sobre el aborto, ha reconocido por primera vez que la vida humana se inicia en la fecundación, pero ante esta declaración científica, le sigue la ceguera de corazón para no conceder ni valor, ni derechos al ser humano concebido y no nacido.
La bioética nació para defender al hombre con las armas de la razón, el diálogo y la búsqueda de la verdad. El aborto no tiene nada de razonable, eliminar a un hijo es irracional. El diálogo se ha convertido en un enfrentamiento y en descalificación del contrario. La búsqueda de la verdad se ha quedado atrapada en una red de verdaderas mentiras.
La bioética, siento decirlo, es ahora ideología al servicio de intereses políticos o científicos. No tiene un ápice de verdadera, ha perdido su esencia por el camino. Nació para defender al hombre y se ha vuelto contra él.
Aunque las nuevas tecnologías han ayudado a identificar en el no nacido a un ser humano son muchos los que utilizan los nuevos conocimientos para discriminar a los fetos enfermos, para seleccionar embriones, en pocas palabras para ejercer la eugenesia en los más débiles y ejercer un dominio extremo con la fecundación in vitro en los laboratorios.
La biotecnología ha ayudado a enfermar más nuestras mentes, pues ya Hipócrates, sin biotecnología a su servicio, se comprometió a no dar veneno abortivo reconociendo la humanidad del no nacido, algo que hoy pocos bioéticos quieren hacer.
No existe una bioética cristiana, existen distintas maneras de interpretar quién es sujeto de derechos humanos fundamentales, siendo primordial el derecho a la vida. Con la despenalización del aborto unos seres humanos no serán protegidos por la ley rompiendo el principio de igualdad y de justicia, será el criterio arbitrario por semanas de desarrollo 12, 14 ó 22 lo que hará del no nacido un ser merecedor de respeto. Esto es relativismo, no cristianismo.
La bioética que fundamenta su postura en la existencia real de una vida distinta de la de la madre, merecedora de respeto desde la fecundación, sería una bioética personalista, que reconoce a un sujeto poseedor de derechos por ser humano, que pertenece a nuestra especie y debe ser respetado, no matado. Esta es una evidencia científica y razonable, que la nueva ley del aborto oscurecerá más.
El cristianismo enseña siempre que el sacrificio del fuerte debe ser a favor del más débil, de la madre por la vida de su hijo, del sano a favor del enfermo. Nos enseña que hay actos que nos ennoblecen y otros que siempre nos denigran, se apoya en los deberes más que en los derechos, que siempre reconoce en el otro.
El aborto, la eliminación deliberada de un ser humano inocente, no cabe bajo una orientación cristiana, es una postura antagonista y pagana. El límite de la libertad cristiana siempre está en el reconocimiento del no nacido como un prójimo merecedor de todos los respetos y cuidados, nunca entrará en el peligroso juego de los criterios de temporalidad, ni de viabilidad. El cristiano conoce la realidad y la respeta, no se vale del cristianismo para sus propios intereses ideológicos.