El Magisterio de la Iglesia es actualmente el mejor garante de la razón
Levante-Emv
No es infrecuente la oposición entre los dos conceptos que dan título a estas líneas. No son ajenos en las causas de esa contraposición ni la actitud de algunos creyentes ni la de ateos o laicistas militantes.
Y, sin embargo, un cristiano ha de saber que no existe tal antítesis, es más, pienso que no puede existir al menos para el que cree en Dios, porque la fe y la razón son dones suyos que no pueden oponerse.
Una reciente película ha arremetido contra los cristianos porque algunos de ellos asesinaron bárbaramente a Hipatia de Alejandría, y no precisamente por ser pagana, sino porque algunos la consideraron partidaria de una de dos facciones en lucha, ambas cristianas.
No voy a relatar la historia de esta mujer admirable tan vilmente asesinada por unos cristianos que, precisamente por no vivir cabalmente su fe, cometieron esa barbaridad. Pero es obvio que la fe de la Iglesia no está hecha por la conducta de los cristianos sea buena o mala, sino por la revelación de Dios, cuya culminación es la Encarnación del Verbo, es Cristo.
Se puede creer o no en tal revelación, pero no es justo achacar a la fe, o a los cristianos en general, la especie de que esa fe o esos cristianos constituyen un peligro para la paz, la democracia, la ciencia o la libertad del hombre. Eso ya lo hizo el imperio romano o, más recientemente, los intelectuales marxistas, que han derivado después hacia el pensamiento débil, el laicismo o relativismo.
No deja de ser sorprendente de que, no hace muchos años, el pensamiento marxista tan rotundamente derrumbado por la realidad era lo políticamente correcto de modo un tanto acrítico. Ahora parecen seguirlo esos epígonos que cito, quienes ven imposible que el creyente no irradie odios, violencia o amarguras a su alrededor.
Un verdadero creyente no sólo no teme ni se opone al progreso. Podría oponerse al mal uso del progreso que dicho sea de paso ha sucedido en todas las épocas de la historia. Cuando el progreso sirve para matar o para envilecer al hombre, su mala utilización lo convierte en regreso a la caverna.
No existe ninguna supuesta incompatibilidad entre fe y razón. Ésta sólo puede encontrarla quien practique algún tipo de fundamentalismo, sea religioso o laicista. «El cristiano ha de tener hambre se saber», escribió el fundador del Opus Dei, quien también afirmaba que «no podemos admitir el miedo a la ciencia, porque cualquier labor, si es verdaderamente científica, tiende a la verdad».
Un judío norteamericano Joseph Weiler ha escrito que las sociedades democráticas, liberales, pluralistas y tolerantes han de garantizar la religión y la libertad de religión, porque representan un patrimonio que no debe debilitarse. Sin embargo sigue Weiler, la pretensión laicista contiene algo que no cuadra, algo totalitario al definir una esfera pública que no sólo es protegida y garantizada por el Estado, sino que se la confunde con el Estado.
Un cristiano no debe asustarse ni encogerse antes esas actitudes, sino que ha de trabajar seriamente para conseguir que la fe porque no se opone a la razón sea tenida en cuenta como un interlocutor cultural serio. Es más, para mostrar que el Magisterio de la Iglesia es actualmente el mejor garante de la razón.
Enlace relacionado
Hipatia de Alejandría, de Pablo Cabellos, en Las Provincias