Quedan muchos en todo el mundo, más difíciles de derribar que el muro de Berlín
El Mundo Castellón
Se han cumplido 20 años de la caída del muro de Berlín. Escribo estas líneas tras haber escuchado, visto o leído multitud de comentarios, imágenes y análisis sobre el acontecimiento.
Como todos, viví ese acontecimiento con intensidad y con asombro. Parecía imposible que un muro basado en la violencia, la muerte y el totalitarismo, cayera sin violencia, sin muertes y con la única bandera de la libertad.
Fue un triunfo de la libertad de los ciudadanos, no de los políticos: en todo caso, a Gorbachov le cabe el mérito de haberse dado cuenta de que no había otra salida, que era la mejor salida, y que hubiera sido una barbaridad intentar detener el final de 28 años de vergüenza y opresión.
Fue asombroso, emocionante. Como una baraja de naipes se desmoronaba lo que era una señal visible de una ideología ya desmoronada hacía tiempo, el comunismo.
Antes de 1989, muy pocas personas apostaban por un desmoronamiento pacífico.
Gorbachov se atrevió a poner un nombre como causante principal de la caída del muro de Berlín y del comunismo: el Papa Juan Pablo II. Alguno intuía ese final, comparándolo a los muros de Jericó, que tampoco cayeron fruto de la violencia.
Es una gran lección: la violencia se supera, sobre todo, con dignidad, con confianza en las personas, revitalizando los íntimos deseos humanos de trabajo y libertad y ayudando a quienes sufren la violencia. Como ha dicho Angela Merkel, la libertad es una victoria que se gana cada día.
Fue una gran noticia la del 9 de noviembre de 1989, pero también éramos conscientes de que había mucho trabajo pendiente. Eran países con déficit de libertad y del trabajo bien hecho, porque eran países que sólo conocían un estatalismo atrofiante.
Quedan muchos muros, de otra índole, en todo el mundo. Irán cayendo si apostamos más por el desarrollo solidario y el fomento de la cultura y la libertad, pues ahora predomina el muro del egoísmo, la comodidad y la ignorancia, que son mucho más difíciles de derribar que el muro de Berlín.
Son líneas de optimismo realista. Cayeron muros como la esclavitud y como el muro de Berlín. Quedan muchos muros que cada uno hemos de derribar a nuestro alrededor, a base de ofrecer opciones mejores: el relativismo y el nihilismo son, tal vez, los muros más duros ahora, precisamente con una capa falsa de libertad.