Incluso de los embarazos no deseados pueden salir cosas buenas
Las Provincias
El aborto se encuentra en un proceso parlamentario que, si se aprueba, lo va a convertir en un derecho. Sin duda, el cambio legal es profundo. La decisión de detener voluntariamente un embarazo se va a hacer en un marco social nuevo. Sin embargo, las consecuencias de tal decisión seguirán siendo igualmente profundas.
Un derecho conlleva un reconocimiento social. Cuando una sociedad reconoce algo como un derecho, significa que todos desean cooperar para proporcionar esa posibilidad a quien opte por ella. De este modo, si se reconoce el aborto como un derecho, la sociedad proporcionará a cualquier ciudadana los medios necesarios para practicarlo. De acuerdo con los criterios establecidos por la ley, no se podrá negar el aborto a quien lo solicite.
No obstante, hay una diferencia entre el supuesto derecho al aborto y los derechos que tenemos reconocidos en España, como pueden ser la educación o el voto. Estos son necesarios para el desarrollo de todo ciudadano y el bien de la sociedad. En cambio, el aborto suele presentarse, más bien, como un remedio ante una situación extrema.
¿Cuál es el problema que el aborto pretende solucionar? El embarazo no deseado. Este es el verdadero dilema en el que el aborto se erige frecuentemente como único arreglo. La perspectiva puede ser todavía más dramática si la mujer embarazada no tiene trabajo o no está casada, o incluso es menor de edad. El embarazo no deseado es una contrariedad grave que puede desestabilizar el proyecto de una persona, y cuya solución más eficaz e inmediata es, sin duda, el aborto provocado.
Pero esta solución tiene un inconveniente. En cualquier embarazo, sea esperado con ilusión o sea no deseado, hay alguien más que el padre y la madre: el niño que se encuentra en las entrañas de la madre. Toda madre sabe esto. Y todos sabemos que ese alguien es inocente. La nueva criatura engendrada no ha hecho nada. Él no ha pedido nacer. No tiene la culpa del embarazo, y, sin embargo, es el que paga el precio más alto. Da la impresión de que la solución del aborto provocado para el problema del embarazo no deseado parece un tanto injusta con alguien.
El verdadero daño de una injusticia es que hiere el alma de quien la comete. Se produce una profunda herida interior. Esta aflora precisamente en la actividad más genuina del alma: amar. No se puede amar en plenitud si se guarda una injusticia en el interior. La dificultad para amar será mayor cuanto más grave haya sido la injusticia cometida. Darse cuenta de esto no es tan difícil, ni tampoco se trata de una cuestión de carácter religioso: ya Sócrates enseñó que es mejor sufrir la injusticia que cometer una injusticia.
Sólo hay un modo de curar esa herida del alma. Dostoievski la expresó muy bien en la novela de 'El idiota'. La historia gira en torno a un personaje que tiene una capacidad inusual para conocer a las personas. En un momento dado, cuando el protagonista explica su preferencia por el trato con los niños, hace la siguiente apreciación: «Los niños curan el alma». A renglón seguido nos proporciona el motivo: «Cuando uno mira a un niño, confiado y feliz, da vergüenza engañarle».
Lo que más daño hace al alma, y por lo tanto lo que más nos hiere, es precisamente la falta de verdad que conlleva engañar a otro, o, lo que sería todavía peor, engañarnos a nosotros mismos. El engaño del aborto se pone de manifiesto justamente en el núcleo del problema que desea remediar: en el embarazo no deseado.
Tener relaciones sexuales lleva consigo se quiera o no se quiera la posibilidad de que la mujer se quede embarazada. Puede haber técnicas muy sofisticadas para evitar esta posibilidad. Pero, a medida que se usan esas técnicas, se desliza la visión de que el embarazo es un peligro y una amenaza a esas relaciones.
Aceptar este planteamiento de la sexualidad que deslinda completamente la relación sexual de la capacidad de engendrar a una nueva persona supone engañarse. Las relaciones sexuales son algo más que un ejercicio físico: tienen la capacidad de ser un encuentro de personas. Y lo propio de las personas es que se entregan, a diferencia de los animales. Esta donación personal entre el hombre y la mujer proporciona el contexto digno para traer hijos, pues son recibidos como un regalo único de uno de los cónyuges al otro.
Cuando una mujer acepta un embarazo no deseado, aunque se quede sola en su decisión, nos está enseñando algo muy valioso para la convivencia social. Esa mujer nos muestra con su gesto que ese alguien que ha acogido en su interior es digno de vivir, independientemente de si está enfermo o de si tiene una discapacidad grave, de si ha venido como consecuencia de un acto violento o de un error, o, incluso, de si no ha sido deseado por la madre. La madre que sigue adelante con el embarazo aporta a la sociedad algo que sólo ella puede hacer: aceptar al otro como es, sin condiciones.
Como se ve, incluso de los embarazos no deseados pueden salir cosas buenas. ¿Por qué no poner todos los medios para ayudar a pesar de las dificultades que haya a la mujer embarazada a acoger y cuidar de su hijo?
Tomás Baviera Puig. Director del Colegio Mayor La Alameda