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Estamos moralmente convencidos, que desde el mismo momento de su fallecimiento, Juan Pablo II subió a la casa del Padre. Permanece imborrable esta misma e improvisada alusión del Cardenal Ratzinger durante la Misa de exequias en la Plaza de San Pedro.
Han pasado ya casi cinco años y su fama de santidad ha ido en aumento. Corren rumores del inminente anuncio de su próxima beatificación. Los rumores, de momento, no nos inquietan. La vida sigue y el Papa desde el Cielo sigue interpelando en las conciencias de todos a tomar decisiones de entrega generosas, de que los jóvenes especialmente tomen la opción del seguimiento a Cristo.
En esta colaboración de hoy vamos a hacer unas preguntas ficticias a Juan Pablo II y a escuchar sus respuestas, respuestas que ya diera en su día, un día que es un hoy que no pasará ya nunca.
¿A quién se dirige cuando habla Juan Pablo II de vocación; a chicos, a chicas, a jóvenes o a todos?
«Me dirijo sobre todo a vosotros, queridísimos chicos y chicas, jóvenes y menos jóvenes, que os halláis en el momento decisivo de vuestra elección. Quisiera encontrarme con cada uno de vosotros personalmente, llamaros por vuestro nombre, hablaros de corazón a corazón de cosas extremadamente importantes, no sólo para vosotros individualmente, sino para la humanidad entera»[1].
Se dirige a todos y cada uno de nosotros, pero ¿cuál es exactamente su pregunta?
«Quisiera preguntaros a cada uno de vosotros: ¿Qué vas hacer de tu vida? ¿Cuáles son tus proyectos? ¿Has pensado alguna vez en entregar tu existencia totalmente a Cristo? ¿Crees que pueda haber algo más grande que llevar a Jesús a los hombres y los hombres a Jesús?»[2].
Podría alguien responderle: Santidad, ahora hay muchas ONGs y diversidad de cosas para vivir la solidaridad y sentirse bien consigo mismo. A mí eso de hablar de vocación y tal... me suena a convento, a monja, a seminario, etc. Ahora, con ir a ayudar un día a la semana a las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta... ya vale. ¿O no es así?
«La palabra vocación contestaba Juan Pablo II define muy bien las relaciones de Dios con todo ser humano en la libertad del amor, porque toda vida es vocación. La palabra vocación ayuda a comprender los dinamismos de la revelación de Dios y así manifiesta al hombre la verdad sobre su existencia. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva; y no vive según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador»[3].
El ambiente puede mucho y nos arrastra. Santo Padre, ¿qué podemos hacer?
«Si vosotros chicos y chicas queréis reconocer al Señor debéis también estar dispuestos a cumplir los mandamientos. Y si a pesar de vuestro esfuerzo personal por seguir a Cristo, alguna vez sois débiles no cumpliendo sus mandamientos, ¡no os desaniméis! ¡Cristo os sigue esperando! Él, Jesús, es el Buen Pastor que carga con la oveja perdida sobre sus hombros y la cuida con cariño para que sane. Cristo es el amigo que nunca defrauda»[4].
Las movidas nocturnas, la frecuencia de mis pecados, la atracción por lo prohibido, el consumismo, el sexo, etc., si todo eso me atrae ¿Cómo va a ir dirigida esa llamada a mí?
«La santidad cristiana no consiste en ser impecables, sino en la lucha por no ceder y volver a levantarse siempre, después de cada caída. Y no deriva tanto de la fuerza de voluntad del hombre, sino más bien del esfuerzo por no obstaculizar nunca la acción de la gracia en la propia alma, y ser, más bien, sus humildes colaboradores»[5].
Para ser honrados, Santo Padre, ciertamente hay muchos jóvenes que como en todas las épocas barruntan el amor de Dios pero no ven nada. ¿Podría darnos una orientación?
«En primer lugar os digo: no penséis que estáis solos en esa decisión vuestra. Y en segundo lugar que cuando decidáis vuestro futuro, no debéis decidirlo sólo pensando en vosotros»[6]. «¡Él sigue llamándoos, Él sigue invitándoos! Sí. Cristo os llama. Pero Él os llama de verdad. Su llamada es exigente, porque invita a dejaros pescar completamente por Él, de modo que veáis toda vuestra vida bajo una luz nueva»[7].
Con todo, muchos jóvenes cristianos, casi todos, desean formar en un futuro no lejano un hogar. ¿Verdad, Santidad, que es dentro de la vocación cristiana una santa aspiración?
«Para la gran mayoría de vosotros el amor humano se presenta como una forma de autorrealización en la formación de una familia. En la historia de la salvación, el matrimonio cristiano es un misterio de fe. La familia es un misterio de amor, al colaborar directamente en la obra creadora de Dios».
«Amadísimos jóvenes, un gran sector de la sociedad no acepta las enseñanzas de Cristo y, en consecuencia toma otros derroteros: el hedonismo, el divorcio, el aborto, el control de la natalidad y los medios de contracepción. Estas formas de entender la vida están en claro contraste con la Ley de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Seguir fielmente a Cristo quiere decir poner en práctica el mensaje evangélico, que implica también la castidad, la defensa de la vida, así como la indisolubilidad del vínculo matrimonial que no es un mero contrato que se pueda romper arbitrariamente»[8].
Eso de ser santo en el matrimonio me tranquiliza hasta cierto punto. ¿Y si me pide más y me hago el sordo? Santidad, para querer a Dios no tengo necesidad de comprometerme, ya sabe Él que le quiero, que al menos, ése es mi deseo. Además, ¿y si luego me echo atrás?
«No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos; sino el que haga la voluntad de mi Padre, ése entrará. No bastan, pues, las palabras: Cristo os pide que le améis con obras: el que ha recibido mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre; y yo lo amaré y me manifestaré a él».
«La fe y el amor no se reducen a palabras o a sentimientos vagos. Creer en Dios y amar a Dios significa vivir toda la vida con coherencia a la luz del Evangelio (...) y esto no es fácil. ¡Sí! muchas veces se necesita mucho coraje para ir contra la corriente de la moda o de la mentalidad de este mundo. Pero éste es el único camino para edificar una vida bien acabada y plena»[9].
*
En fin, con este diálogo ficticio entre un joven que querría saber qué decisión tomar y las respuestas del Siervo de Dios Juan Pablo II, a quien deseamos venerar en breve en los altares, creemos haber iluminado a quien desea de verdad la luz y sembrado la inquietud en quienes ese tema lo arrojan de su espacio interior en cuanto aparece en la cabeza.
Pedro Beteta. Doctor en Teología y doctor en Bioquímica
Notas al pie:
[1] Alocución, Roma (Italia), 13-V-1984
[2] Ibídem
[3] Mensaje para la Jornada mundial de oración por las vocaciones, 6-V-2001
[4] A los jóvenes, Asunción (Paraguay), 18-V-1988
[5] Alocución, Roma (Italia), 23-III-1983
[6] A los jóvenes, Edimburgo (Escocia), 31-V-1982
[7] Homilía, Galway (Irlanda), 30-IX-1979
[8] En el Monte del Gozo, Santiago (España), 19-VIII-1989
[9] A los jóvenes, Asunción (Paraguay), 18-V-1988
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Enlaces relacionados:
La vocación explicada por el Papa (I)
La vocación explicada por el Papa (II)
La vocación explicada por el Papa (III)
La vocación explicada por el Papa (IV)
La vocación explicada por el Papa (V)
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