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Lo barato sale muy caro a la larga. Se dice esta expresión cuando se compra con la mira puesta solo en el precio y no en la calidad, que no necesariamente ha de ser de marca. Basta, eso sí, entender o comprar con un entendido al lado. Como habrá deducido el lector de inmediato por el título y porque un servidor no suele meterse en ese tipo de berenjenales, la mercancía de la que deseo hablar es de la educación.
La incapacidad para entender la libertad que tienen los intolerantes es descomunal. Ellos se adjetivan a sí mismos con términos tan chulos como progresistas, solidarios, demócratas, etc. Si a ciertos gobernantes no les parece progresista y solidaria la educación diferenciada; los niños con los niños y las niñas con las niñas, que al menos sean demócratas y admitan que otros pensemos de distinta manera sin ser castigados.
No dejan de dar collejas a los que actúan con no la libertad a la que tienen derecho pero hacerlo con un alumno es motivo para que arda Troya. ¡Viva la libertad! ¿Quieren que no haya educación diferenciada sólo? Vale. Pues que haya colegios de educación mixtos, pero ¿por qué no también unisex? Pero sean demócratas y no discriminen por ello. Que a todos se les trate igual y reciban ayuda económica proporcional y adecuada. ¡Chávez, Chávez!, te vamos a hacer modelo de democracia a este paso.
He leído un artículo de Marta Santín que esclarece bastante lo que sucede y lo que ha de evitarse que ocurra. Citando a Leonard Sax, presidente de la asociación NASSPE que promueve la enseñanza diferenciada por sexos en la escuela pública, nada menos que en Estados Unidos, este señor pide a los políticos y educadores españoles que esta opción no se convierta en una batalla ideológica o política sino que se defienda como un derecho de elección de los padres.
Es factible engañar alguna vez a unos cuantos durante un tiempo, pero no se puede engañar siempre y a todos. Tampoco se puede violentar la naturaleza de las personas o de las cosas sin que éstas más tarde o más temprano no se rebele y rompa las cadenas que la atenazan. Los condicionamientos ideológicos en diversas autonomías ya han quitado las subvenciones económicas a muchos centros educativos con educación diferenciada y amenazan con hacerlo a todas al próximo año. ¿Acaso la libertad o la democracia no exige que puedan coexistir ambas formas de entender la educación?
Una educación barata; es decir, que no incentive el trabajo, que no estimule la disciplina escolar, que no consolide la autoridad del profesorado, que no seleccione el nivel intelectual y las posibilidades de cada alumno, etc., sale carísima. Pero sale cara al Estado, a la sociedad y, sobre todo, a las familias y a los alumnos.
Un dato actual, muy significativo, es que aun estando en tiempos de crisis económica en España y sabedor el ciudadano de a pie que con estos mandatarios hay para rato, ¡están aumentando los colegios de pago! ¿Cuál es la razón? Pues que hay mucha gente que puede no gustarle un tipo de ideario pero no desean, en absoluto, que sus hijos tengan la droga, la porno, el vicio, sexo, el alcohol, etc., en su propio centro académico donde se pasan la mayor parte del día. Eso, ¡ni hablar!
De ahí que lleven a sus hijos a colegios no concertados que suelen coincidir con la educación diferenciada porque los niños y las niñas ¡caracoles, cuánto les cuesta entender esto! son diferentes. Luego, de mayores también son distintos, pero se posee otra madurez más igualada.
Basta ver lo que sucede en los Institutos públicos. Los profesores sufren un acoso por parte de los alumnos hasta pedir la baja por depresión; está regulada la protesta de las calificaciones además siempre son los primeros los que suspenden; es puesta en constante tela de juicio la corrección de los exámenes sintiéndose coaccionados a subir las notas de antemano para evitar estas inevitables situaciones, etc., en definitiva, es una tortura insoportable.
Los alumnos no van a clase, no estudian, ridiculizan y calumnian a los profesores colgándoles en Internet en formas ignominiosas que deberían estar castigadas en el código penal y, sin embargo, no sólo están inmunes sino que los padres indeseables de esos indeseables hijos sólo van al centro educativo para presionar cuando el niño suspende. ¡Por favor!, ¿adónde vamos a parar? Pues así están las cosas.
Hasta Hillary Clinton, nada sospechosa de ideas conservadoras en este sentido, presentó una enmienda en la que pedía que la educación diferenciada estuviera al alcance de todos los bolsillos de los padres. Los países adelantados han captado a su modo la diferente realidad antropológica que existe entre mujer y hombre ya desde muy pequeños para potenciar sus diversas cualidades desde la temprana edad que va de los 3 años a los 17 por poner unas fronteras mínimas generales.
Pero nuestro sentido de libertad, aunque encuentre serios motivos para inclinarse por la educación diferenciada, acepta de buen grado la opinión contraria. ¡Café para todos! ¡Oiga, no! Unos lo querrán descafeinado de máquina y la mayoría querrá cerveza o tónica. ¡Déjeles que elijan! Hay tantos estudios realizados ya, bien contrastados y con el rigor que da la libertad y no el prejuicio ideológico a favor de la elección de los padres del tipo de educación para sus hijos, que muchos se privarán de caprichos y comodidades para alejarles de esa chusma que invade ya los centros educativos obligados a ser mixtos para recibir conciertos económicos.
A la larga lo que se ahorran ahora se lo gastan en desintoxicaciones, gritos en casa, peleas familiares, insultos a sus padres, desorden en su vida hogareña, indisciplina familiar, vergüenza ajena y, cuando se queden solos en casa ya viejos, en el hospital o en el asilo rumiarán obsesivamente que lo barato les ha salido muy caro.
Pedro Beteta López. Doctor en Bioquímica y Teología
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